domingo, 22 de marzo de 2009

Tipos raros


Dice mi amigo Pablo que a la gente más rara se la conoce en el trabajo. En la calle, o durante el fin de semana, los frikies se pueden esconder; pero a trabajar tienen que ir. Le doy toda la razón, aunque viajando también se topa uno con buenas piezas. Especialmente en Asia.

En este año han desfilado por mi vida numerosos elementos, desde Andy, el simpático golfista de Mumbai que se jactaba de no haber leído un libro en su vida –el otro día, por cierto, quedé con él y con su novia: estaban en Bangkok-, hasta el norteamericano misterioso en Laos que me explicó el plan de los chinos para dominar el mundo, pasando por los harekrishnas peruanos en Bangladesh, mi amigo el talibán, el bombero-buceador español que grababa en el móvil a sus amantes asiáticas sin que éstas se diesen cuenta, o la pareja de alemanes que se habían conocido por Internet para cruzar Asia, y al cabo de un mes no se soportaban, pero seguían viajando juntos. La mayoría de esas cosas ya las he explicado en otros sitios, así que no me repetiré.

A menudo, los expatriados suelen tener vidas interesantes. El mero hecho de haber decidido vivir en el extranjero tiene normalmente una explicación que merece la pena escuchar. Y hay de todo en este patio: cooperantes fascinados con el hecho de sentirse útiles, oficinistas hastiados que un día dan un puñetazo en la mesa y se largan a vivir la vida –esta es mi categoría favorita: suelen tener unos planes de lo más delirante-, aventureros de medio pelo, y auténticos, escritores en busca de experiencias, viajeros perplejos que no saben muy bien cómo han acabado en este lugar, o en cualquier otro. También, por supuesto, hay gente normal. Más o menos.

Estoy leyendo ‘Off the rails in Phnom Penh’, de un estadounidense llamado Amit Gilboa, que a mediados de los 90 decidió establecerse como periodista freelance en Ho Chi Minh City para escribir sobre el ‘milagro económico vietnamita’. Como al principio no tenía un medio que le respaldase, y, por lo tanto, tampoco una visa, cada dos meses tenía que salir del país para volver a entrar. La opción más evidente era Camboya. Y en su primer viaje se quedó tan flipado con la fauna humana que encontró allí, que decidió escribir un libro al respecto, aprovechando sus excursiones forzosas. Desde el punto de vista periodístico, la obra es discutible, pero es terriblemente divertida, y una mina de anécdotas para alegrar una o dos cenas.

Gilboa escribe: “A menudo me pregunto si Camboya desestabiliza a gente que en otras circunstancias sería racional, o si las personalidades disfuncionales se ven atraídas por este sitio”. Eso mismo he pensado yo muchas veces en mis viajes por el Sudeste Asiático. Según Gilboa, la comunidad de expats in Camboya en los 90 era “el sueño de un novelista. El problema es que la mayoría son imposibles de creer en una obra de ficción.” Y enumera unos cuantos personajes:

“Bill, un taxista de Nueva York que siempre pasa sus vacaciones en Camboya. Es capaz de hablar literalmente durante horas sin decir nada coherente.

Sansta, el sueco fumeta. Una vez le ayudé a rellenar una solicitud de trabajo, y a sus 35 años tenía un total de 13 meses de experiencia laboral.

Giovanni, un soldado italiano venido con la UNTAC [la misión de la ONU para Camboya]. Tenía tan mala fama por sus broncas de bar, que cuando se fue del país, los periódicos en inglés lo anunciaron.

Samuel, un sudafricano nervioso y asustadizo, y su hijo Richard. Hasta donde sabemos, Samuel ha secuestrado a su hijo de manos de su mujer, y se están escondiendo en Camboya.

Helmut, un ‘budista’ alemán, que cada semana tiene problemas para decidir si pasa el domingo meditando en el monasterio o fornicando en los burdeles de Tool Kok.

Rod, un norteamericano que no ha abandonado el Sudeste Asiático desde la guerra de Vietnam. Uno de sus pasatiempos es comer geckos vivos. “En los marines, aprendíamos a tragar lo que fuese”, dice.”

Como muestra no está mal, ¿no?



4 comentarios:

  1. yo añadiría: Daniel Iriarte, ciudadano del mundo, que, como dice Ángel "habla 27 idiomas y ninguno bien". ¿Dónde te ubicarías definitivamente?. Un besazo

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  2. Je je es casi mejor el comentario que la entrada;-) Eso Dani, dónde te ubicarías tú??

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  3. Dani, te debo una respuesta por mail, pero te sigo (ando liadísima). te escribo pronto, pero por supuestísimo que sí a çay, raki, shisha y lo que haga falta cuando pases por Madrid. Eso sí, tendrás que traer infumable tabaco kurdo y una sandía diyarbakiana para demostrar tu paso por el Kurdistán. Besos (ve al Güler hotel)

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  4. Si tuviese libertad total para elegir, y pasta, me quedaria con Beirut... Y me casaria con una libanesa, que, como todo el mundo sabe, son las mujeres mas bellas y elegantes del mundo. Pero me temo que ya he optado por una alemana, y me apetece ser coherente...

    Besos

    Dani

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