lunes, 31 de mayo de 2010

Un viaje en barco a Gaza



Yo iba a ir en ese barco. No es un recurso estilístico, sino la pura realidad: el ‘Mavi Marmara’ zarpó desde Turquía hace unos días, fletado, entre otros, por una ONG turca. El viaje sonaba interesante, los organizadores sólo pedían que cada uno se llevase su comida, y aunque yo iría como periodista y cameraman, llevar ayuda humanitaria a Gaza, que el bloqueo israelí ha convertido en una enorme cárcel al aire libre,
es definitivamente una causa que puedo apoyar. Creo que sólo aquellos que se alinean ciegamente con Israel, haga lo que haga –entre los que no me encuentro- pueden estar en contra de una iniciativa como esta.

Al principio, el viaje estaba previsto para principios de mayo, y como yo iba a estar en Armenia, descarté la idea. A mi regreso, vi que la partida se había retrasado, así que solicité permiso para unirme a la flota. Pero el plazo de admisión estaba ya cerrado, y me quedé en tierra.


Esta vez, este Ángel de la Guarda mío al que tengo haciendo horas extras se ha ganado el jornal. Ayer, de madrugada, comandos israelíes asaltaron la flota, dejando un balance provisional de 16 muertos y medio centenar de heridos sobre la cubierta del barco. Nadie esperaba una respuesta israelí tan dura. Yo iba a ir en ese barco.


Después, claro, viene la desinformación. Ahora las autoridades israelíes pretenden que el barco iba cargado de armas. Que los activistas estaban armados y atacaron a los comandos. Incluso que la IHH, una de las fundaciones que ha organizado la flotilla, tiene relación con Al Qaeda, con Hamás y con la Yihad Islámica.
Me dan ganas de reírme, pero es una carcajada triste, asombrada. La carga de los barcos fue concienzudamente revisada por las autoridades turcas, y los equipajes de los pasajeros registrados uno por uno. Créanme: en el barco no había armas, y afirmar eso es pretender que el estado turco financia a Hamás. Un disparate.

Decir que la IHH tiene relaciones con Al Qaeda es como acusar a Manos Unidas o Intermón de financiar el terrorismo cristiano (que lo hay). Decir que alguien es ‘aliado de Hamás y de Al Qaeda’ es, digámoslo claro, una gilipollez, puesto que ambos grupos se combaten a tiros en la Franja de Gaza, y representan dos visiones completamente opuestas del radicalismo islámico.


Hoy, Israel ha hecho público un video de sus soldados “heridos” y de las “armas” encontradas a bordo. Un rasguño en la mejilla de un comando, un par de tirachinas y unos palos. Una burla para el ejército más potente de Oriente Medio. Nada nuevo por estos lares: piedras contra tanques, canicas contra helicópteros, e Israel sigue afirmando que abrir fuego está justificado. Pero en este caso, el hecho es más grave todavía: los israelíes abordaron el barco en aguas internacionales, por lo cual el hecho puede ser calificado de acto de piratería. Asaltan nuestro barco, intentamos defendernos, nos masacran, y además la culpa es nuestra.


Ahora, el viejo guión volverá a ponerse en marcha. Los israelíes repetirán hasta la saciedad las palabras “provocación”, “terroristas”, “autodefensa”, “cargamento de armas”, que empezarán a calar en una opinión pública desinformada, convirtiendo a personas buenas en apologistas de una nueva atrocidad israelí. Una mentira repetida cien veces, como bien sabía Goebbels, se convierte en una verdad. Por una vez, no se la crean.

El 'Gandhi turco', posible relevo de Erdoğan


Publicado originalmente en ABC el 30-5-2010.

El 'Gandhi turco', posible relevo de Erdoğan


Daniel Iriarte - Estambul

La oposición turca ya tiene nueva cara: Kemal Kiliçdaroglu, el 'Gandhi turco'. Le llaman así no sólo por su evidente parecido físico con el padre de la independencia de la India, sino también por las maneras amables y educadas del nuevo líder del Partido Republicano (CHP), en abierta contraposición con la rudeza de su antecesor, Deniz Baykal. La aparición de Kiliçdaroglu ha desatado una ola de entusiasmo entre los secularistas turcos, quienes vuelven a concebir esperanzas de arrebatar el gobierno a los islamistas moderados del AKP en las próximas generales, previstas para 2011.

El anterior líder del CHP, Deniz Baykal, se había convertido en un lastre para el partido. Político profesional durante cuatro décadas, en las que jamás ganó unas elecciones, Baykal se vio obligado a dimitir hace unos días tras la aparición de un vídeo sexual en el que presuntamente se le veía manteniendo una relación extramatrimonial con una diputada de su partido.

Kiliçdaroglu ha sido elegido secretario general en el último congreso del CHP por 1.189 de 1.197 votos. Era el único candidato, pero lo contundente del resultado ha hecho sospechar a algunos analistas que el vídeo sexual haya sido filtrado por elementos del propio partido para deshacerse de Baykal y reconstruir la formación de cara a los comicios del año que viene. «No sólo elegimos al líder del partido, sino al próximo primer ministro», decía Umut Tunç, secretario de las Juventudes del CHP, tras el congreso.

De momento, Kiliçdaroglu ha cambiado radicalmente el estilo de la oposición, desvinculándose de los militares que conspiraron para derrocar al gobierno de Erdogán en el marco de la trama golpista «Ergenekon». También ha condenado el golpe de estado de 1960, en el que la junta militar ahorcó al primer ministro Adnan Menderes, al que acusaban de desviarse de los principios «kemalistas» de la República de Turquía. Un golpe que tradicionalmente el CHP -el partido creado por Mustafá Kemal «Atatürk» en 1923- había defendido.

Kiliçdaroglu, dicen, rara vez levanta la voz, algo excepcional en la política turca. Viste modestamente, viaja en transporte público en lugar de en limusina, y tiene fama de humilde. Y de honesto. Una imagen que se ha forjado en sus treinta años como funcionario de Hacienda -en 1993 fue elegido «funcionario del año»- y por su denuncia insistente de la corrupción gubernamental.

Diputado desde 2002, candidato a la alcaldía de Estambul en 2009 -en las municipales logró un gran resultado, aunque no lo suficiente para arrebatar el ayuntamiento al AKP-, el popular Kiliçdaroglu se presenta a sí mismo como un demócrata reformista. Su programa no ha sido definido todavía con exactitud, pero el candidato lanza un mensaje claro: «Yo no soy Baykal». Esta simple autoafirmación ya le ha reportado un incremento del 10% en la intención de voto. Aun así, Kiliçdaroglu no se hace ilusiones sobre lo que puede lograr en un solo año. «Nuestro objetivo es conseguir el 40% de los votos», ha declarado. «Comienza nuestra larga marcha hacia el poder», asegura.

En una Turquía que se moderniza a pasos agigantados, la oposición anquilosada del CHP -reticente a aceptar la reconciliación con los países vecinos, los derechos de las minorías étnicas o la supeditación del ejército al poder civil- había canalizado una gran parte del voto de centro hacia los islamistas moderados del AKP, mucho más exitoso a la hora de crearse una imagen de partido reformista. Por eso, en el entorno de Erdogán se observa el «fenómeno Kiliçdaroglu» con alarma. Los medios de comunicación vinculados al AKP ya han comenzado a arremeter contra él, acusándole de «cambiar de cara, pero no de mentalidad». Saben que si Kiliçdaroglu es realmente lo que dice ser, les puede hacer mucho, mucho daño.
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Un día después de publicar este artículo se ha hecho público que, por primera vez en ocho años, el AKP no lidera las encuestas sobre intención de voto. Las elecciones del año que viene se presentan interesantes.


jueves, 27 de mayo de 2010

Jirones de una dictadura norteafricana


Al principio nos lo tomábamos a broma; sabíamos que “el innombrable”, como le llamaban los españoles residentes en la capital –los omnipresentes espías de la presidencia no sabían, por fortuna, tanto castellano como para entender la referencia- había llegado al poder en un golpe de estado incruento, cuando a Bourghiba, el padre de la independencia tunecina, le había llegado la hora de jubilarse, hacía ya casi dos décadas. Sabíamos que“el innombrable” había hecho un pacto con el diablo: nació en 1936, pero parece treinta años más joven, incluso hoy. Sabíamos que ninguna oposición, ninguna, estaba tolerada en Túnez. Pero, en nuestra visión naïf del asunto, nunca pensamos que a nosotros nos pudiera pasar algo.

Y no nos pasó, por pura suerte, a pesar de nuestra inconsciencia. Atisbamos algo de lo que era realmente la dictadura del “innombrable” el día que Fran Martínez, uno de mis compañeros en aquel curso de árabe en la capital tunecina –y ahora colaborador del diario El Mundo en Estambul-, recogió en la calle un banderín de propaganda con la cara sonriente del Gran Líder. Esa noche, Fran, Darío Menor (hoy corresponsal de La Razón en Roma) y yo nos paseamos por una fiesta de estudiantes agitando el banderín de modo burlesco y entonando el nombre del “innombrable”. Los sirvientes nos miraban aterrorizados, como esperando que en cualquier momento apareciese el furgón de la policía y nos esfumásemos todos en las mazmorras del gobierno. Pero nada sucedió. Sólo a posteriori comprendí de verdad el significado de aquellas caras descompuestas.

Recuerdo otro momento de aquel viaje. M.C., un amigo historiador italiano y hoy bien situado en la vida política de su país, quien atisbando el palacio de gobierno desde lo alto de la colina, se deja llevar por la furia y empieza a gritar: “¡Gilipollas!”. Le pregunto si cree que en una situación como la tunecina, considera justificada la lucha armada. “Totalmente”, me dice.


Argel, 2004. Desde la mesa de su despacho, A., corresponsal de una agencia italiana, nos relata los problemas que ha tenido su compañero en Túnez, por escribir cosas que no le han gustado al gobierno. Una trampa para deshacerse del corresponsal europeo: en un semáforo, una joven embarazada le pide al periodista que la lleve en su coche unos metros. El hombre accede. En el siguiente cruce, la chica se tira del vehículo gritando que la ha intentado violar. Unos agentes aparecen de la nada y arrastran al periodista hasta el aeropuerto, diciéndole que abandone el país inmediatamente. El hombre lo hace, pues sabe que podía ser peor: a su colaborador local han intentado asesinarle en la carretera.


Es irónico que el régimen más represivo de toda África del Norte, un sistema en el que no existe la prensa libre, se permita organizar cumbres internacionales sobre la Sociedad de la Información. Orwelliano, pero cierto. ¿Cómo va a haber prensa libre en un país donde no se tolera la más mínima disidencia? “El innombrable” gana elecciones con el 89 % de los votos.


Los miles de turistas europeos que visitan Túnez cada año jamás se apercibirán de todo esto. El país es relativamente próspero, la seguridad ciudadana es alta, los oasis son muy bonitos. Rara vez leerá el turista algo al respecto en la prensa occidental*: “el innombrable” es de los nuestros, un garante contra el fundamentalismo en el norte de África, un bastión voluntarioso contra los subsaharianos que intentan llegar a las costas del otro lado del Mediterráneo. ¿Por qué habríamos de cuestionar su liderazgo?


Y Túnez languidece bajo la bota del tirano y sus secuaces, que exprimen los recursos del país para beneficio propio. Túnez, creado por el capricho de una Francia que contaba con quedarse con Argelia a cambio de ceder las más pobres regiones norteafricanas de los extremos, vomita emigrantes que cruzan su estrecho hasta Italia, aunque aquí la costa europea esté infinitamente más lejos. Túnez, donde bandas armadas de jóvenes asaltan los trenes a punta de pistola y desesperación, a pesar de la represión, para tener algo que llevarse a la boca, aunque esto jamás vaya a aparecer en las noticias. Ni en las de Túnez, ni en las nuestras.


Ahora, el régimen de Zine Abidin Ben Alí –hoy puedo nombrarle, con la seguridad que da un mar de por medio- acaba de aprobar una ley para encarcelar a todos aquellos tunecinos que tengan contactos con extranjeros “con el objetivo de perjudicar los intereses vitales de Túnez”. Estos son, claro, aquellos que denuncian la situación. La clave de todo el asunto es que Túnez está intentando conseguir el “estatuto avanzado” de relación privilegiada con la Unión Europea. Y, por supuesto, todo será más complicado si los europeos descubren de repente que Túnez es una dictadura de la peor especie. Aunque sospecho que algunos, los de arriba, ya lo saben, y no les importa un carajo.

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*Una de las raras excepciones a ese silencio informativo es el valiente trabajo de Ignacio Cembrero, de El País. Su último artículo acierta a dar algunas claves sobre la situación política en Túnez, y por eso lo incluyo aquí.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Grecia: la crisis pacificadora


Publicado originalmente en Mediterráneo Sur.

Grecia: la crisis pacificadora

La reunión de los primeros ministros de Turquía y Grecia abre esperanzas no sólo para la recuperación económica griega sino también para la conciliacion de los conflictos políticos entre los dos países vecinos.

Daniel Iriarte - Atenas
Mayo 2010

La visita del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, a Atenas, el 14 de mayo, fue de todo menos tranquila. A las pocas horas de aterrizar el avión de Erdogan, una bomba hacía explosión en un juzgado de Tesalónica, sin causar heridos, aunque la policía sospecha que el atentado fue obra de un grupo anarquista y no tenía relación con la visita diplomática. La noche anterior, otro artefacto explotaba junto a una de las principales cárceles de Atenas, provocando heridas leves en las piernas a una vecina.

Este viaje de dos días de Erdogan y su reunión con su homólogo griego, Georgios Papandreou, es la primera visita oficial del primer ministro turco desde 2004. Erdogan llegó con una decena de ministros que se reunieron con sus homólogos griegos, inaugurando el Consejo de Cooperación Greco-Turco a Alto Nivel. Esta entidad tiene la intención de reunirse cada pocos meses y su primer día de vida fue todo un éxito, dado que se cerraron más de veinte acuerdos en materias como inmigración, cooperación bancaria y económica, transporte o energía.

Erdogan vino acompañado de casi un centenar de hombres de negocios, entre ellos jefes de grandes corporaciones energéticas turcas.. Según opinó poco antes de la visita Selim Egeli, jefe del Consejo Greco-Turco de Negocios, la crisis ofrecía una gran oportunidad a las empresas turcas de invertir en el país vecino, ayudándo así a la recuperación económica. Hasta ahora han sido sobre todo las compañía helenas quienes invertían en Asia Menor ―Grecia el es séptimo inversor en Turquía― pero esta tendencia podría revertirse ahora y el comercio entre los dos países vecinos podría subir rápidamente de tres a cuatro mil millones de dólares, declaró Egeli al diario turco Hürriyet.

Pero no todos estaban satisfechos en Grecia. "¡Erdogán, fascista!", se oía en la plaza Klavmonus, donde por la tarde unos pocos centenares de personas se reunieron para protestar contra la visita. No faltaron banderas griegas, chipriotas, armenias e incluso kurdas, algunas, con la cara de Abdullah Öçalan, el encarcelado líder del PKK.

Aunque muchos griegos han celebrado el gesto de acercamiento diplomático, no faltan quienes ven en ello un intento de aprovecharse de la situación de Grecia, un país que sigue sumido en el caos económico. Numerosas compañías turcas ya han mostrado interés en hacerse con acciones de bolsa de compañías griegas dentro del programa de privatizaciones que el gobierno heleno planea lanzar el año que viene, en el marco de las medidas de ajuste económico aprobadas las pasadas semanas. Además, hay quien teme que Turquía utilice su influencia para conseguir concesiones económicas e incluso territoriales.

Amenaza histórica turca

“Vivimos con la amenaza turca desde hace mil años, desde la batalla de Manzikert, en el año 1071”, asegura Giorgos Karampelias, pensador político griego y un férreo crítico de la nueva política exterior turca. “El llamado nuevo otomanismo es una política que quiere reconstruir el espacio turco en la región, llenar el vacío dejado por la desaparición de la URSS y la destrucción de Yugoslavia y de Irak. Y ahora Grecia se encuentra en una posición pésima para confrontar este expansionismo”.

"Por supuesto, en la relación greco-turca quedan remanentes del siglo pasado, como Chipre, o el asunto de las fronteras comunes, pero pueden ser resueltos fácilmente. Creo que la visita de Erdogán es una iniciativa del siglo XXI", comenta Giorgos Glynos, analista de la Fundación Helénica de Política Exterior.

Una de las propuestas más importantes enarboladas por el jefe del Gobierno turco es una desmilitarización parcial de ambos países, cuyos ejércitos han considerado tradicionalmente al otro como un enemigo. El día anterior, en una entrevista en un diario turco, Papandreou declaraba que "es momento de invertir en la paz, no en armas".

"Espero que lo logren. En una situación de tensión militar, de vez en cuando hay accidentes, como en el pasado, que pueden conducirnos a una guerra", asegura Glynos. Otros, como Karampelias, se muestran en contra de la propuesta: “Es una mascarada”, dice. “Turquía es el segundo Ejército de la OTAN, tiene unos 600.000 soldados, 50.000 solamente ocupando Chipre. Si quitamos cien mil soldados, todavía le quedan medio millón. Si la desmilitarización se hace igual en ambos países, nos dejará a merced de Turquía”.

Sin embargo, el viceministro de Defensa griego ya había hecho saber que consideraba que "el recorte en armamento es la finalización de un camino largo y complejo, no el principio", alegando que la postura turca es incoherente al llamar al desarme mientras mantiene sus reivindicaciones territoriales sobre las islas del Egeo. Como dándole la razón, fuentes militares griegas aseguraron que ese mismo día seis cazas turcos violaron el espacio aéreo de Grecia, sobrevolando las islas de Limnos y Lesbos mientras tenían lugar las reuniones.

Algunos analistas dudan de que el propio AKP, el partido de Erdogán, esté en condiciones de imponer dicha reducción del gasto militar en su propio país, dada la resistencia del Ejército. Pero el propio jefe del estado mayor turco, Ilker Basbug, ha salido en ayuda del primer ministro, declarando que ha propuesto a su homólogo griego el cese de vuelos armados en el mar Egeo, en la zona que Turquía reivindica. “Lo hice en un encuentro de la OTAN”, ha comentado Basbug, sin especificar la fecha, asegurando que Turquía estaría dispuesta a que sus cazas volasen sin armamento militar si Grecia se compromete a hacer lo mismo. “Podemos disminuir los riesgos si ambos volamos desarmados”, ha dicho.

Turquía dedica el 1,5% de su PIB a gasto militar, mientras que Grecia invierte en este sector el 3,8%, siendo el país de la UE que más recursos destina a defensa. En la última década Atenas ha dedicado más de 50.000 millones de euros a sus fuerzas armadas. Con apenas 10,5 millones de habitantes Grecia es el quinto importador de armamento del mundo. Así, la malograda economía griega se beneficiaría enormemente del acuerdo de reducción militar bilateral.

Pero con acuerdo o sin él, Papandreou ya ha declarado su intención de ahorrar 547 millones de euros en defensa este año. Los nacionalistas, como Karampelias, han puesto el grito en el cielo: “Eso es lo último que debe hacer un país que quiere seguir siendo independiente”, asegura.


jueves, 20 de mayo de 2010

Atenas se apaga, arde Bangkok


Cuando llego a Atenas, allí están barriendo los escombros, en plena resaca de los disturbios. Mientras tanto, la otra punta del mundo se incendia, y no estoy allí.

Esta vez no me lamentaré por escrito, como en el pasado. Me consuelo pensando que con Tailandia siempre ocurre lo mismo: uno ve un autobús ardiendo y se imagina la hecatombe, y lo que la cámara no muestra es que a dos metros de allí la vida thai continúa con perfecta normalidad.

En esta ocasión, sin embargo, sé que es diferente. Sé que esta vez el centro de Bangkok ha sido arrasado, que medio centenar de personas han muerto, que se ha impuesto el toque de queda. También, sé, claro, que mis amigos periodistas andan caminando entre barricadas y cascotes, observando de cerca la debacle de Tailandia.

Se supone que las zonas de guerra, de tragedia, deben ser lugares deprimentes. Lo es Irak, lo es Argelia, lo es el Cáucaso. Pero en los años 70 se dio un extraño fenómeno: las guerras de Indochina. A pesar de toda su extrema crueldad y deprimencia, eran –todos los testimonios apuntan a ello- experiencias fascinantes para un periodista. Era posible montar en los helicópteros, ambos bandos te consideraban neutral (en lugar de cortarte el gaznate, como ahora, en cuanto hay radicales islámicos de por medio), y gran parte de lo que ocurría en el mundo, desde las decisiones políticas en Washington hasta las bombas de extrema izquierda en Berlín, dependían de lo que estaba ocurriendo ante tus ojos en aquella alejada península tomada por la jungla. Michael Herr, uno de los grandes cronistas de aquella guerra, escribió aquella línea memorable de “no tuvimos infancias felices, pero tuvimos Vietnam”.

Y estaba aquel agujero llamado Saigón. Uno iba al frente de Bien Hoa a tomar fotos o a recoger material para una crónica, y después se volvía a desahogarse a Saigón, la ciudad donde todo era posible.

Estos días, Bangkok, si la conozco lo suficiente, se parece a aquel Saigón. Hago el diagnóstico a cuarenta mil kilómetros de allí, pero me juego un brazo a que los night clubs del Soi Cowboy no han cerrado, a que los falsificadores de la calle Khao San siguen vendiendo carnets de funcionario de la ONU a seis euros, y que los taxistas aún te llevan gratis al Spicy. Si el Spicy ha cerrado estos días, es que Bangkok, mi Bangkok, ha muerto. Pero, carajo, sé que eso es imposible.

Y también, aunque nadie me lo ha dicho, sé que mi viejo camarada Gaspar Canela está viviendo sus días de vino y rosas entre los francotiradores y el humo de neumáticos quemados. Va al frente aunque nadie se lo pida, quiere vivirlo todo, quiere sentir lo que sienten los tailandeses asediados que esperan el asalto inminente del ejército. Y después, con el paisaje del cielo iluminado por las llamas que se divisa desde su casa, o en el taxi que le lleva al Spicy, se emborracha de vida y ron, de esa manera que sólo permite Bangkok.

Y me produce una gran melancolía no estar allí, tomando a Gaspar, a Ángel, a Pablo y a todos los viejos amigos, del hombro, decidiendo que no hay que asomar la cabeza tras la esquina si no queremos que nos vuelen la cabeza, abriendo la puerta del taxi que nos llevará al Spicy, cantando viejas canciones bucaneras agarrados a las caderas de mujeres que en cualquier momento nos pueden robar las carteras, o el corazón. Así que brindo por vosotros, compañeros. Imaginad que estoy allí, a vuestro lado, y dedicadme un pensamiento antes de adentraros en el humo, o en la negrura de aquel bar.

Sí, habrá otras guerras, pero no serán en Bangkok.


lunes, 17 de mayo de 2010

Generación 540


Publicado originalmente en ABC el 16-05-2010.

La apurada vida de los "quinientoseuristas" griegos

DANIEL IRIARTE - Enviado especial a Atenas


Como el 70% de los universitarios griegos, Dora tiene que trabajar de camarera para pagarse los estudios de Microbiología. Pero con un horario de ocho horas al día, cinco días por semana, no tiene demasiado tiempo para ir a clase. «Uno de los días que libro es siempre entre semana, y aprovecho para pasarme por la facultad y que me dejen los apuntes» cuenta. ¿El salario? 700 euros al mes, «más las propinas».

Dora es el perfecto ejemplo de lo que en los últimos años se venía conociendo como «Generación 700»: licenciados universitarios forzados a ganarse la vida en los más inesperados trabajos por 700 euros. Los «mileuristas» de Grecia. Sólo que aquí nadie sueña con cobrar mil euros en su primer trabajo. Y las cosas, como se ha visto, han ido a peor. Entre las medidas de ajuste acordadas por el gobierno y el FMI, va incluida una reducción del salario mínimo para trabajadores no cualificados, hasta los 540 euros. Preguntada al respecto, Dora se encoge de hombros. Al menos, para su próximo trabajo, ella ya tiene experiencia como camarera.

«Con 540 euros no se puede vivir, a eso no se le puede llamar vida», nos dice Pavlos, de 18 años, estudiante de Informática.
«Sin enchufes, es imposible obtener un buen trabajo en este país. Y yo quiero tener un buen trabajo, y un buen sueldo. ¿Qué hay de malo? Soy un capitalista», comenta riéndose.

«¿Qué quieres hacer con 540 euros? Una habitación en el centro de Atenas cuesta al menos 300», se queja Panaiotis, estudiante de Económicas, de 23 años. Su compañero, Mihalis, puntualiza: «En las afueras son mucho más caros. En el centro son todo edificios viejos, son una basura». «En Atenas todo el mundo vive con sus padres, es imposible pagarse un piso», explica Panaiotis. Mihalis nos cuenta que una cerveza cuesta entre cinco y siete euros, y cenar en un restaurante de lo más sencillo, «mínimo veinte euros». Nos lo explica para que nos hagamos idea de cómo es la vida con 500 euros.

En la calle comercial de Ermou hay un grafiti: la silueta en blanco y negro de un policía antidisturbios con la porra lanzada hacia adelante; sobre ella, una salpicadura de pintura roja, imitando la sangre. Debajo, una leyenda: «Futuro, dicen».

A pocos metros de allí, Luciano hace de chico para todo en un restaurante. Estudia y trabaja. «¿Ves esta calle? Es toda de la misma persona; es el dueño de estos dos bancos, de estos grandes almacenes, de ese edificio, de aquel otro... Se llama Andreas Vgenopoulos, y es uno de los hombres más ricos de Grecia», dice. (Vgenopoulos es también el dueño del banco Marfín Egnatia, en el que tres trabajadores murieron asfixiados el pasado 5 de mayo durante la huelga general, cuando los manifestantes prendieron fuego a la sucursal). «Y yo aquí, trabajando por 400 euros de mierda», concluye.

Esa frustración, la sensación de estar pagando por los errores de otros, es uno de los grandes motores de las protestas en Grecia. Así parece evidente en la universidad T.E.I., empapelada de carteles políticos. «Más de la mitad de los universitarios que trabajan acaban dejando los estudios», cuenta Jordan, alumno de Bellas Artes y militante de las Juventudes Comunistas. «A la gente le toca pagar con su trabajo, y con el empobrecimiento de sus estudios, toda esta... estupidez de los políticos».

Casi todos los estudiantes con quienes charlamos quieren emigrar. A Francia, Alemania, EE.UU., Gran Bretaña... Algunos, sobre todo chicas, mencionan España. «Va a ser difícil, tenemos miedo del racismo», dicen Katerina y Ioanna, de 19 años, estudiantes de Arquitectura. ¿Habéis estado en el extranjero?, les preguntamos. «¡Claro! En muchos sitios de Europa. Pero es muy diferente cuando vas de turista. Mira, aquí hay un inmenso desempleo, y los griegos creen que el que viene de fuera está robando un puesto de trabajo. Supongo que será igual en todas partes», dice Katerina.

«Entrar en esta escuela de Arquitectura es muy difícil, son al menos cinco años de estudio. Y yo prefiero irme a otro país que trabajar en algo que no sea lo mío», asegura Loanna.

«El paro ahora mismo es del 12% -nos explica Elías Tzavalis, experto en Econometría-. El sector público no va a contratar a nadie por un tiempo, así que la única esperanza está en el sector privado. Pero éste no está reaccionando, no hay expectativas de crecimiento, así que los jóvenes se van», comenta. «Esa emigración es un grave problema. Desde hace dos años se van los mejor preparados, y ya no quieren volver. Nos estamos quedando sin gente con formación», comenta su colega Apostolis Filipopoulos.

«Yo me quiero quedar en Grecia», asegura Polivios, de 18 años, estudiante de Informática. «¡Es el único tío en todo el país!», dicen sus amigos entre risotadas. «No, en serio, Grecia es el mejor sitio del mundo para vivir. Pero no creo que las cosas mejoren, así que supongo que al final tendré que irme también».


«Si las cosas cambian, a lo mejor me quedo», dice la menuda Alexandra Zacharopoulou, estudiante de Administración de Empresas. «Hemos tocado fondo, así que esto tiene que mejorar. La pregunta es: ¿cuándo?». Su compañero, Acheilas Thanos, sacude la cabeza.«No creo que haya ninguna razón para quedarse. Los políticos nos hacen creer que las cosas no pueden cambiar».

«Si mi familia puede pagármelo, me iré al extranjero. No me malinterpretes, mucha gente piensa: si tienes dinero para irte, ¿cuál es el problema? Mis padres trabajan muy duro, y han ahorrado algo, pero no somos ricos», cuenta Gregory, de 21 años, estudiante de Económicas. «Somos clase media, pero la clase media va a desaparecer», asegura su compañero Michael.


«Haré un máster, seguramente en Inglaterra, y pienso quedarme fuera por lo menos diez años. Grecia es un país maravilloso para venir de vacaciones, pero para vivir es un desastre», asegura Gregory. De repente, a nuestro lado pasa un joven con gafas de sol de diseño y una camiseta en la que se lee: «¿Pero qué crisis?». Los dos muchachos comentan: «Menudo cretino».

Aunque no todos creen que la solución sea marcharse del país. «Tal vez sea una salida individual, pero eso no va a resolver los problemas de Grecia», comenta Jordan. «Tenemos que romper ese círculo vicioso». «El único camino es que la gente siga adelante. Siempre hay una manera», concluye el optimista Vassili, diecisiete años, estudiante de Tecnología Alimentaria, un asiduo de las manifestaciones. Pero él, nos confiesa, vive en un piso de 350 euros en el centro de Atenas. Lo pagan sus padres, por supuesto.

domingo, 9 de mayo de 2010

"¿De España? ¡Ah, vosotros sois los próximos!"


Texto publicado originalmente en ABC el 9 de mayo de 2010.


"¿De España? ¡Ah, vosotros sois los próximos!"

DANIEL IRIARTE - Enviado especial a Atenas

Estos días, trabajar como enviado especial de un medio español en Atenas es muy fácil. «¿De España? ¡Ah, vosotros sois los próximos!», le dicen constantemente al reportero de ABC, palmeándole la espalda, anticipando la extensión de la crisis griega a nuestro país, y creando una extraña solidaridad que en estos momentos no parece demasiado apetecible. Al principio de la calle Stadiou, en el epicentro de las protestas contra el plan de austeridad del Gobierno, una imagen recurrente: los escaparates de una tienda de telefonía móvil aparecen destrozados a pedradas.

Un vagabundo aparta unos vidrios rotos para sentarse, y sonríe. En la pared, sobre su cabeza, lemas anarquistas garabateados con spray sobre un cierre de chapa. «Esa pintada es de los disturbios del año pasado, no es importante», nos indica el sin techo en perfecto inglés. «Las de ayer son éstas», dice, señalando la pintura negra sobre la telaraña de cristales resquebrajados. Grecia, al parecer, lleva demasiado tiempo sumida en el caos.

La complicidad con el periodista desaparece un poco más abajo, en el número 23. Aquí, el pasado miércoles, tres trabajadores del banco Marfin Egnatia murieron asfixiados cuando los manifestantes prendieron fuego al edificio. En el homenaje a las víctimas, nadie quiere hablar con la prensa. No hace falta: la escena habla por sí sola. No sólo compañeros de los fallecidos, sino también empleados de banca de otras entidades, dejan flores e inscripciones manuscritas frente a la fachada. Al poco llegan dos cabezas rapadas que contemplan la escena con rabia, y para quienes la responsabilidad de lo sucedido está clara.

«Cretinos anarquistas», se lee en un cartel improvisado. «Vergüenza para los que hicieron esto, y para los que siguen animándoles», dice otro. Algunas notas y regalos —entre ellos un pequeño osito de peluche— están dirigidos a un bebé no nacido: una de las trabajadoras fallecidas, Angeliki Papathanasopoulou, de 32 años, estaba embarazada de cuatro meses.

El desfile de visitantes es constante, y en todos los rostros, disimulados con gafas oscuras, se ven los mismos ojos húmedos, las mandíbulas temblorosas, la ira contenida. Pero no sólo contra los que iniciaron el fuego: también contra el dueño de la entidad bancaria. «¿Por qué estaban trabajando?», dice una de las pegatinas. El miércoles, los empleados de banco estaban llamados a la huelga, como el resto del país. Pero en Marfin Egnatia todo el mundo acudió al trabajo.

«Hay cosas que se supone que uno debe hacer si quiere promocionarse», comenta Stavros Tresos, trabajador de otra entidad bancaria. Según han denunciado los empleados de Marfin Egnatia, el pasado martes se distribuyó un memorándum interno en el que se decía que el que hiciese huelga se atuviese a las consecuencias. «Así que puedes comprender por qué la gente fue a trabajar. Yo soy cajero, y si dentro de treinta años sigo siendo cajero, será porque alguien consideró que alguna vez no me comporté debidamente», se queja Tresos.

Por ello, estas muertes han dividido profundamente a la sociedad griega, que hasta el miércoles se mostraba mucho más unida en su oposición al plan gubernamental. Tal vez el mejor símbolo de ello sean los taxistas, a quienes las medidas de ajuste van a afectar enormemente, pero que también se han visto muy perjudicados por las protestas. «Entre la crisis y las manifestaciones, hay muchos menos turistas», dice Ilias, que monta guardia con su taxi frente al hotel Grande Bretagne a la espera de clientes.

Le preguntamos si los disturbios no le han causado problemas. «¿Y qué puede hacer la gente? Hacen bien en protestar. Yo también soy parte de la sociedad. Tal vez ahora las manifestaciones me perjudiquen, pero si no, dentro de seis meses va a ser incluso peor», dice, encogiéndose de hombros. «Los responsables de la violencia son cuatro imbéciles de veinte años que actúan primero y piensan después, pero el resto de los manifestantes son pacíficos», asegura.

Al volver a pasar por la calle Stadiou, el mismo vagabundo angloparlante de antes finge ser hemipléjico para mendigar unas monedas. Se ve que, en Grecia, cada uno enfrenta la crisis como puede.

El siguiente reportaje


En una de las últimas entrevistas de su vida, el maestro de reporteros Ryszard Kapuscinski decía: “Siempre me produce desasosiego la convicción de lo irrepetible de una experiencia, cosa que a veces me obliga a escoger: o dedico el tiempo a partir de un momento determinado a escribir un reportaje o lo aprovecho para charlar con dos o tres personas que tienen mucho que enseñarme y a las que nunca más tendré ocasión de encontrar. No importa lo lejos que estén: lo dejo todo para coger el primer medio de locomoción y plantarme delante de ellas. Se ve que es una tentación más fuerte que la escritura, la cual, mientras la vida siga, ya encontrará su momento. Al menos vivo con esta esperanza. Pero luego se producen otros acontecimientos de gran interés; la historia de hoy y la del día siguiente ejercen sobre mí una presión tan poderosa que acaba arrinconando todo lo demás. Por eso aún “duermen” en mi interior muchísimos relatos que esperan su momento para ser trasladados al papel”.


Sin pretender compararme con Kapuscinski (¡qué más quisiera yo que llegarle a la suela del zapato!), me identifico plenamente con esta afirmación suya. He estado tres meses sin escribir prácticamente nada en el blog, y temo haber perdido los escasos lectores que tenía. Pero los viajes, los reportajes escritos y los videos vienen consumiendo absolutamente todo mi tiempo. En los últimos seis meses he estado en las zonas kurdas de Turquía, el norte de Irak, Filipinas, Singapur, Malasia, Tailandia, Chipre, el este de Turquía, Georgia, Armenia, y un par de veces en Alemania. Ahora estoy en Atenas de enviado especial, cubriendo la crisis griega.

De ahí la pertinencia de esta cita de Kapuscinski. Hay decenas de historias que deberían haber encontrado un hueco en el blog, pero el siguiente reportaje siempre puede más que yo. Algún día, espero, tendrán una plasmación escrita.

Mi amigo Curro solía decir que cuando uno pasa el tiempo recordando cosas, es porque ya no está viviendo otras. Hay un tiempo para todo, supongo. A ver qué nos traen los próximos meses.

martes, 4 de mayo de 2010

Tener un accidente en Bangkok


Aquí va el último video que he hecho para VJM, rodado durante mi reciente estancia en Bangkok: