sábado, 14 de marzo de 2009

El Honorable Colegial


El maestro de la literatura de espionaje, John Le Carré, tiene una deliciosa novela, “El Honorable Colegial”, que arranca en Hong Kong, en el Club de Corresponsales Extranjeros. Los personajes son un grupo de periodistas anglosajones bastante arquetípicos –pero es que los periodistas anglosajones en la vida real también son arquetípicos-: el autoritario veterano bregado en los años de la Revolución China, y que “se había sacudido más arena de los calzoncillos que ningún otro”; el lacónico fotógrafo sudafricano fascinado con la muerte, a quien los demás llaman ‘Deathwish the Hun’; el joven reportero alocado en busca de aventuras que descansa en Hong Kong de los teatros de guerra de Vietnam y Camboya. Para todos ellos, “Hong Kong era un aeródromo, un teléfono, una lavandería, una cama”. La novela es del 74, cuando los norteamericanos ya habían salido de Vietnam pero Saigón aún no había caído y la pesadilla de los Jemeres Rojos no podía ni concebirse. Para los periodistas, probablemente fue la última guerra memorable, cuando uno podía plantarse allí con una Nikon de medio pelo y una carta del “Wichita Herald” o el “Diario de Toledo”, hacerse con un carnet de prensa, ser transportado en helicóptero a todas partes, y hacerse famoso. Como dice cínicamente Michael Herr en su asombroso “Despachos de guerra”, “no tuvimos infancias felices, pero tuvimos Vietnam”.


Estuve en el Foreign Correspondent Club de Hong Kong y no me dejaron entrar –sólo para miembros-, pero puedo imaginármelo, porque conozco el de Bangkok: tipos que se aburren, con amantes chinas, tailandesas, camboyanas, implicados en la política regional –ahora el gran tema es Birmania; en los ochenta y noventa fue Camboya, y antes que eso, Vietnam; y antes que eso, Laos, y antes, aún, de que existiera el FCC de Bangkok, fue China…-, haciendo un alto en Tailandia antes de emprender viaje a cualquier parte. Son unos batallitas: cada vez que un grupo de estos se reúne, la conversación trata sobre las experiencias de cada uno en Malasia, Filipinas, Sri Lanka. Y esto no se limita sólo a los periodistas. También los trabajadores internacionales, los empresarios, el cuerpo diplomático. Incluso los profesores.


(Existe otro perfil de expatriado, el de la “apuesta única”, alguien que se enamora de un país –o, más frecuentemente, de una paisana-, y decide dedicar su vida a aprender la cultura, el idioma, la historia… Suele salir bien si tu amor es, pongamos, el muay thai. Pero con las mujeres asiáticas, como ya he comentado en otra parte, las decepciones suelen ser amargas, y frecuentes…)


Porque Asia, cada vez me parece más claro, es un espacio geográfico no limitado por las fronteras terrestres. La globalización ayuda, por supuesto. Pero para mucha gente, Asia es un estado mental. Es imposible ir a Bangkok y no visitar Angkor Wat, Luang Prabang, Kuala Lumpur. En esta zona, los expatriados viven dos años en Japón o Manila y después se mudan a Bangkok, y el que aprende khmer no tarda en adquirir el malayo, el thai o el tagalo. Asia es una forma de vida. Un milagro interétnico como el de Singapur (donde no hay un singapurense puro, sino cuatro: chinos, tamiles, malayos y caucásicos-blancos) sólo es posible en este continente: en Europa no se ha visto nada igual desde Salónica. Los guardias de seguridad en Hong Kong son gurkhas nepalíes, los sastres son indios en todo el continente, los restaurantes tailandeses florecen como setas en India, y los chinos están en todas partes: son los judíos de Asia. Y los birmanos, los camboyanos, los bangladeshíes, los indonesios, son la mano de obra de todo el desarrollismo asiático.


Por eso, Le Carré, normalmente muy comedido en sus propuestas geográficas, escribe sobre Hong Kong, “punta de lanza del imperialismo contra la revolución maoísta”, y no puede pararse allí, y nos lleva, inevitablemente, a Vientiane, a Bangkok, a Phnom Penh. Sus espías saltan de un país a otro sin recato alguno: Asia ya era pequeña entonces. Imaginad ahora, que hay vuelos low-cost.


Y mejor no os cuento el final.



1 comentario:

  1. Buen repaso. Estoy bastante de acuerdo contigo, aunque obviamente lo mío ha sido sólo un perfil asiático. Muy buena esta entrada

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