El colonialismo portugués fue un poco menos antipático que el británico o el francés. Aunque brutal en algunos momentos, el conquistador portugués no tenía reparos en llevarse a la nativa a la cama, y, si la cosa se terciaba, procrear con ella, y hasta enamorarse. No es que los portugueses creasen muchas escuelas y hospitales, pero al menos, cuando lo hacían, eran para todo el mundo. Esa es la razón por la que hoy día, en un rinconcito del mundo llamado Macao, haya un montón de chinos que hablan portugués.
Macao es algo completamente inaudito. Goa, la colonia portuguesa en India, por ejemplo, tiene un toque euroatlántico, pero sigue siendo inconfundiblemente india. Pero Macao ES Lisboa, aunque con chinos. Y con casinos, que hacen que los de Estoril parezcan un bar de pueblo.
Uno pasea por Macao y le entran ganas de cantar fados. En voz baja, eso sí. Comparte con Lisboa el empedrado y el embaldosado, las cuestas, el mismo clima melancólico de cielos que no saben si echarse a llover o no. ‘Saudade’ meteorológica.
Los casinos son espectaculares, desproporcionados. Me dicen que junto al aeropuerto existe incluso una reconstrucción gigantesca de Venecia, con canales y gondoleros. Las joyerías abren toda la noche, por si a alguien, tras un arranque de fortuna en la ruleta, le da por comprarle un collar de diamantes a la querida, antes de que se le pase la euforia nocturna.
A mi ya Goa capital ya me parecía muy muy portuguesa, así que esto debe ser digno de ver. Un abrazo!
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