Voy a salirme de Asia por un momento, para irme a Marruecos, otro de mis países favoritos. Aunque a veces uno lo mira con amargura. Ésta es una de ellas.
Escribo para denunciar la futura expulsión del reino alaui del fotógrafo español Rafa Marchante. Rafa y yo no nos conocemos personalmente, pero Ilya U. Topper, mi antiguo editor de internacional en ‘La Clave’, nos ha enredado a los dos en su proyecto M’Sur, una web periodística y base de datos sobre los países mediterráneos, que se lanza en mayo (os mantendré informados).
Rafa es fotógrafo de la agencia Reuters, y lleva tres años en Marruecos, pero nunca ha sido de esos que se limitan a llegar, tirar la foto y volverse a casa, sino que se queda a preguntar qué carajo está pasando. Es uno de esos tipos que está donde tiene que estar: en las huelgas, documentando la represión policial contra los manifestantes; en los bosques, testimoniando el drama de los inmigrantes ilegales, y cómo los tratan las autoridades marroquíes. En la calle, con la gente que intenta tirar para adelante en el día a día, haciendo de Marruecos un país moderno, moderado, más justo. El año pasado, los antidisturbios agredieron a Marchante en tres ocasiones. Por algo será.
Todo eso, claro, molesta a un majzen que todavía no se ha acostumbrado a perder poder. Por eso, el Ministerio de Comunicación ha decidido no renovar la acreditación de Marchante, lo que en la práctica equivale a una expulsión del país. Como escribía ayer Ilya, “Marruecos es, junto con Líbano, el país árabe con mayor libertad de prensa. Pero no la suficiente”. El año pasado, el Ministerio intentó hacer lo mismo con Carla Fibla, de la SER, y Beatriz Mesa, de la COPE, molesto por su cobertura de la situación en el Sáhara Occidental. Entonces, la vicepresidenta de nuestro gobierno llamó a la Embajada española en Marruecos y le pidió que interviniera en favor de ambas periodistas. Esta intervención evitó la expulsión.
Este año, al parecer, el gobierno español está más ocupado con otras cosas. O será que Rafa tiene la mala suerte de trabajar para unos guiris que pagan mejor y donde hay un poco menos –sólo un poco- de autocensura. Este blog no es la web de Amnistía Internacional, y ni siquiera sé qué podemos hacer para cambiar esta situación. Pero merece la pena que al menos sepáis lo que está pasando. Esta expulsión significa joderle la vida a Rafa, por la simple razón de haber hecho bien su trabajo. Y sí, hay dramas mayores en el mundo. Pero es el trabajo de tipos como él lo que permite que vosotros los conozcáis.
Rafael Marchante, con inmigrantes subsaharianos en Nador
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ResponderEliminarAcabo de entrar en M-Sur y he visto que Rafa es uno de los autores. Creo que deberías publicar allí esta entrada. Por cierto, que tu perfil allí está un poco desfasado.
ResponderEliminarAdemás, no estaría nada mal que pùblicases allí alguna de las entradas del blog, ya que las tienes escritas. Son sugerencias, tú mismo. Cuídate mucho por esos mundos. Un beso
Si se te ocurre alguna forma de que ayudemos nos dices. Un abrazo!
ResponderEliminarPD: acabo de volver de Rumanía y creo recordar una vieja conversación que tuvimos, pero ya te lo preguntaré en privado;-)
mañana un breve el El País para Marchante. Más vale un breve que nada
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