jueves, 19 de agosto de 2010

La tormenta perfecta


Extracto de un manual de historia contemporánea editado en el año 2030:



“Finalmente, en agosto de 2010, el presidente Sarkozy inició las expulsiones de gitanos sin papeles y de aquellos que hubiesen cometido pequeños delitos. La opinión pública francesa, así como la europea en general, agobiada por el peso de la crisis económica, se mostró pasiva, cuando no apoyó abiertamente la medida. Ésta era imitada a los pocos meses por el gobierno italiano de Silvio Berlusconi. Austria, Holanda y Suiza iniciaron también tímidos procesos de expulsión de inmigrantes no regulados o considerados “indeseables”. En su momento, se publicaron informes de que la marina de Malta había hundido en el Mediterráneo varias pateras que pretendían llegar a sus costas, aunque nunca pudieron verificarse.

La crisis económica estaba haciendo mella en los países de la Europa meridional. En Grecia, las medidas de ajuste aprobadas por el gobierno de Papandreu provocaron una oleada de protestas sociales duramente reprimidas por las fuerzas del orden. Esta dinámica culminó en el resurgimiento de grupos armados de extrema izquierda, que comenzaron a asesinar a destacados periodistas, políticos y miembros de los cuerpos de seguridad.


A los pocos meses estallaba la guerra en Oriente Medio, con un ataque preventivo israelí contra instalaciones nucleares iraníes. Irán respondió no sólo militarmente, sino también económicamente, cerrando el estrecho de Ormuz. El precio del barril de petróleo se disparó, agravando la crisis económica en todo el mundo.

(…) La extrema derecha nacionalista barrió en toda Europa Oriental. En la occidental, más próspera económicamente, los partidos tradicionales giraron hacia la derecha, blindando sus políticas migratorias. El empobrecimiento de grandes masas de la clase media condujo a un aumento de la inestabilidad social, y no tardaron en producirse los primeros choques de claro signo racista en Italia, Francia y España, donde grupos de exaltados comenzaron a atacar a temporeros inmigrantes en las regiones de Cataluña, Levante y Andalucía. En Italia, no obstante, los inmigrantes estaban más organizados que en otros lugares, y no tardaron en defenderse, produciéndose los primeros muertos europeos en enfrentamientos callejeros.

Mientras tanto, la guerra en Oriente Medio no dejaba de escalar. Irán reaccionó contra el apoyo económico y logístico que los países de Europa Occidental daban a Israel mediante el terrorismo, colocando bombas en las principales capitales europeas, igual que había hecho, con éxito, en los años 80 del siglo anterior durante el conflicto Irán-Irak.

La islamofobia latente, que venía cocinándose lentamente en toda Europa desde el 11-S y los subsiguientes conflictos de Afganistán e Irak, explotó. Se produjeron pogromos contra árabes magrebíes y de Oriente Medio, subsaharianos, e incluso indios y paquistaníes. Cuando los gobiernos de Francia y Alemania decidieron unirse a la guerra en el Golfo Pérsico en apoyo de la coalición ya existente entre Israel, Estados Unidos y Gran Bretaña, se crearon campos de concentración en las afueras de las principales ciudades europeas para alojar a la población musulmana inmigrada, de la que ahora se sospechaba como posibles quintacolumnistas…”

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¿Ciencia ficción? El setenta por ciento de lo que cuento ya ha ocurrido…


martes, 17 de agosto de 2010

Metralleta de artículos


Llevo bastante tiempo sin actualizar el blog. Como no tengo tiempo de escribir cosillas originales, aquí van algunos de los reportajes más salvables de los últimos meses, publicados en ABC y Mediterráneo Sur...


¿La flotilla de Hamás? No, de Erdogán


Publicado originariamente en ABC el 05/06/2010

¿La flotilla de Hamás? No, de Erdogán

La organización que fletó los barcos, bien relacionada con el gobierno turco

Daniel Iriarte - Estambul

Se dice que en Turquía se puede saber la filiación política de un hombre atendiendo a su bigote. De ser así, las decenas de varones aquí reunidos son sin duda votantes de Erdogán, pues casi todos lucen mismo el bigotito ralo que el primer ministro turco. Nos encontramos en la sede del IHH, la organización de ayuda humanitaria musulmana que organizó la flotilla a Gaza, y que ahora acoge a muchos de los pasajeros que iban en el ‘Mavi Marmara’, el barco asaltado por comandos israelíes en la madrugada del lunes.


Hay un trasiego incesante de personas con bandejas, que ofrecen tés, zumos, caramelos. El aire acondicionado zumba a plena potencia: en el IHH trabajan muchas mujeres, todas ellas con velo y ataviadas con largas gabardinas, a pesar del calor veraniego que ya empieza a hacer en Estambul. Al presentarse el reportero de ABC, se niegan a estrecharle la mano.

En las oficinas, las estanterías están llenas de libros sobre conflictos que implican a musulmanes, desde el sur de Tailandia hasta Srebrenica, en Bosnia. Los pasillos rebosan de activistas turcos y europeos. Éstos partirán para sus países al día siguiente, pero hoy se les necesita aquí: se les pide que escriban un testimonio de las presuntas violaciones de derechos humanos de las que fueron testigos, para preparar un informe detallado. “¿Para dónde?”, preguntamos. “Para la OTAN”, responden.

La IHH no recibe financiación pública, pero sus donantes son en su mayoría empresarios piadosos de Anatolia, la llamada ‘burguesía verde’, con buenos contactos en el gobierno. Durante meses, la ciudad de Estambul ha estado empapelada con carteles gigantes de la llamada ‘Flotilla de la Libertad’. “¿Acaso crees que es posible semejante despliegue sin la complicidad de las autoridades?”, decía, unos días antes, Alí, uno de tantos turcos laicos crítico con los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (AKP), que hoy gobierna Turquía.

Sin duda no lo es. Lo cierto es esta flotilla no era la primera en desafíar el bloqueo naval israelí. La Plataforma Free Gaza, la otra organizadora de la expedición, ya había enviado otros ocho barcos anteriormente, de los cuales cinco lograron romper el cerco. Esta vez, en cambio –el primero en el que participaba la IHH-, se le había dado mucha más publicidad al evento: el desafío a los israelíes era demasiado grande.

Según las encuestas, el conflicto palestino-israelí es el problema internacional que más preocupa a la opinión pública turca. Por eso, muchos analistas creen que el AKP pretendía aprovecharse políticamente de la flotilla, que ha gozado de un tratamiento privilegiado. Tanto si el ‘Mavi Marmara’ lograba llegar a Gaza como si no, Erodgán salía ganando.

Tal vez por eso, en la IHH, la atmósfera es triunfal, militante, a pesar del trágico desenlace. Israel acusa a esta organización de estar relacionada con Hamás y Al Qaeda, aunque no ha aportado pruebas concluyentes. "Nuestra organización trabaja junto a la ONU en Palestina. Nuestras cuentas bancarias son claras y abiertas", se defiende Durmus Aydin, vicepresidente de la ONG.

En 1997, la policía turca hizo una redada en la sede de la organización, en la que encontró armas, explosivos y manuales yihadistas, así como documentación que probaba que planeaban enviar combatientes a Bosnia, Chechenia y Afganistán. Hoy día, en cambio, la IHH mantiene planteamientos más moderados, y está mejor relacionada con el poder. En aquella época, los militantes lucían frondosas barbas, al estilo del profeta Mahoma. Los tiempos, al parecer, han cambiado.

La cuestión armenia, piedra de toque


(Publicado originalmente en Mediterráneo Sur)

La cuestión armenia, piedra de toque

Daniel Iriarte - Ereván

Abril 2010

"¡Reconocimiento!”, piden a gritos los miles de personas que desfilan por las calles de Ereván a la luz de las antorchas. Cada 23 y 24 de abril, los armenios conmemoran las masacres sufridas por su pueblo en la época final del Imperio Otomano marchando hasta el Monumento al Genocidio que corona la ciudad.

Esta cuestión, la muerte de cientos de miles de armenios —algunas fuentes hablan de hasta un millón y medio— a manos de los turcos, envenena las relaciones entre Turquía y Armenia desde hace un siglo.

El pasado jueves el gobierno armenio, alegando mala fe por parte de Turquía, congeló unilateralmente los protocolos de normalización de relaciones diplomáticas entre ambos países, firmados en octubre. El día anterior, el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan había ligado estos protocolos a la resolución del conflicto del Nagorno-Karabaj, que enfrenta a Armenia con Azerbayán, aliada de Turquía.

La posición de Erdogan no es nueva: hace un año, el primer ministro había declarado que la frontera se abriría “sólo cuando termine la ocupación de Nagorno-Karabaj”. Este territorio de Azerbaiyán, de población mayoritariamente armenia, proclamó su independencia en 1992 y fue apoyado por el gobierno armenio con tropas y armamento. Como respuesta, y para expresar su solidaridad con Azerbaiyán —un estado de habla turca con el que Turquía mantiene excelentes relaciones—, Ankara clausuró todos los pasos en los 330 kilómetros de frontera que comparte con Armenia.

La normalización de las relaciones pareció anunciarse tras un partido amistoso de fútbol entre ambos países en la capital armenia, en septiembre pasado, y un esfuerzo de mediación de Suiza. La primera piedra para la reconciliación, no obstante, se puso en 2007. En enero de ese año, el asesinato del intelectual turco-armenio Hrant Dink a manos de un ultranacionalista en Estambul sacudió los cimientos de la sociedad turca, especialmente después de que el asesino fuese saludado como un héroe nacional por algunos miembros de las fuerzas del orden: se publicaron fotos del pistolero en actitud fraternal con los policías que lo habían detenido. Durante días, cientos de miles de personas, entre ellas el premio Nobel Orhan Pamuk, se manifestaron bajo el lema “Todos somos armenios”. Tras el crimen, el presidente Abdulá Gül fue el primer líder turco en visitar la Armenia independiente.

El comentario de Erdogan y la respuesta armenia parecen haber bloqueado esta evolución. Se cree que Ankara teme ante todo el revanchismo histórico. “Erdogan ha pedido que se deje la discusión sobre el genocidio a una comisión histórica binacional. Pero no es algo a debatir, es un hecho”, afirma Tatoul Harouliunyan, representante del partido ultranacionalista armenio Dashnaksutyun, quien no oculta su satisfacción por el fracaso del proceso. “No es una cuestión histórica, sino jurídica”, dice.

Afirmaciones como ésta agitan uno de los grandes fantasmas de Turquía: la cuestión de las reparaciones, que podrían suponer incluso un nuevo trazado de fronteras. “Tras el reconocimiento, el siguiente paso, de forma automática, son las compensaciones, incluyendo la devolución de territorio de Armenia occidental”, dice Harouliunyan, refiriéndose al actual este de Turquía. En Armenia, el partido Dashnaksutyun apenas alcanza un 7 por ciento de votos, pero su peso en la diáspora armenia —muy influyente tanto política como económicamente— es enorme.

“En términos económicos, esto no cambia nada, porque la frontera lleva cerrada desde 1993. Desde entonces, comerciamos a través de Georgia e Irán”, explica Arsen Ghazaryan, copresidente del Consejo de Desarrollo Empresarial Armeno-Turco, cuya oficina está a apenas diecisiete kilómetros de la frontera. A pesar de ello, para llegar por tierra hay que dar un rodeo por la vecina Georgia.

Ahora mismo, el volumen de negocio entre Turquía y Armenia es de unos 90 millones de euros, cifra que, de abrirse la frontera, alcanzaría de inmediato los 225 millones, según este Consejo Empresarial. “Está claro que la apertura va en interés de ambas partes”, dice Ghazaryan.

Sin embargo, el pasado parece un obstáculo muy difícil de salvar. Aunque Turquía admite su responsabilidad en la muerte de unos trescientos mil armenios, se niega a aceptar el término genocidio. La versión oficial asegura que esas muertes no se produjeron de forma intencional, sino como consecuencia de deportaciones en masa mal planificadas.

“Esta decisión no estaba destinada a acabar con los armenios, y no estaba motivada por un sentimiento racista similar al antisemitismo. Fue una medida de guerra contemplada en el anexo de la Convención de Ginebra“, asegura Mehmet Perinçek, historiador negacionista turco que tiene la entrada prohibida en Suiza por este motivo.

No obstante, más de veinte países reconocen oficialmente estos hechos como genocidio, entre ellos Rusia, Canadá o Francia. El pasado marzo, el gobierno sueco se unió a la lista, mientras que unos días antes una comisión del Congreso estadounidense había votado una resolución favorable en este sentido. Estos días, en las calles de Ereván, algunos manifestantes lo celebran enarbolando banderas norteamericanas. Ante el paso atrás de Armenia, Erdogan se ha limitado a declarar: “Ellos sabrán”.


Mubarak ya tiene rival


(Publicado originariamente en Mediterráneo Sur)


Mubarak ya tiene rival

Daniel Iriarte - Julio 2010

Se avecinan grandes tiempos para Egipto. La salud del presidente-dictador Hosni Mubarak, de 83 años, está visiblemente quebrada. Se rumorea que tiene cáncer, lo que explicaría su visita relámpago a un hospital parisino la semana pasada. Los mecanismos del régimen ya se han puesto en marcha para asegurar la sucesión en la persona de su hijo, Gamal Mubarak, quien, entre otras cosas, está promocionando un programa nuclear egipcio al estilo del iraní.

Pero el año que viene hay elecciones en el país, y algunas cosas podrían cambiar. No nos engañemos: a pesar de la existencia de un parlamento, el régimen egipcio es una dictadura en la que hay entre 5.000 y 17.000 presos políticos, dependiendo de las fuentes. La tortura es la manera normal de tratar a los detenidos, tanto comunes como políticos (una práctica estándar es la violación con palos de escoba). Pero Egipto es también el tercer receptor de ayuda militar norteamericana en el mundo (tras Israel y Colombia), y los estadounidenses necesitan de la fachada democrática, una vez acabadas las turbulencias de la Guerra Fría.

Y, por primera vez en mucho tiempo, Mubarak tiene un contrincante serio. Mohamed Baradei, antiguo director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, concurrirá a los comicios. El último tipo que le hizo sombra al 'rais', el político Ayman Nour, fue encarcelado durante cuatro años. Pero es improbable que el régimen se atreva a hacer lo mismo con Baradei, que tiene un perfil mucho más internacional y cuya detención sería un verdadero escándalo.

Baradei cuenta con el apoyo de una ya veterana plataforma de oposición civil, Kifaya (Ya Basta), que, no obstante, apenas moviliza a un mínimo sector de población, principalmente profesionales liberales de El Cairo. En su mayoría, la sociedad egipcia está altamente despolitizada. El país estuvo al borde de la revolución en 2008, cuando la crisis mundial de los alimentos condujo al país a la carestía, y asistimos a los disturbios en las puertas de las panaderías. Mubarak lo entendió perfectamente, e inmediatamente puso al ejército a hacer pan: el rais jamás caerá por falta de libertad, pero los egipcios no dudarán en echarse a la calle si no hay comida.

También por este
motivo, en los últimos dos años los sindicatos han ganado mucha fuerza, puesto que el hundimiento de la economía global ha puesto a muchos trabajadores contra las cuerdas en la lucha por la supervivencia diaria. La economía egipcia está controlada, literalmente, por cuatro familias adeptas al régimen. Son muchos los egipcios, tanto entre la clase trabajadora como entre la burguesía, que creen que el régimen les está robando lo que les corresponde, por lo que ven favorablemente la idea de un cambio, el que sea.

Los Hermanos Musulmanes son la única fuerza de oposición organizada que goza de cierta implantación: un sexto de los diputados de la Asamblea son candidatos 'independientes' en realidad vinculados a la Hermandad. Su programa político, resumido en la frase “El islam es la solución”, resulta cercano a las grandes masas campesinas musulmanas de Egipto, donde cerca de un 70 % de la población no sabe leer ni escribir. Su poder inquieta no sólo al régimen —que no tiene otro remedio que tolerarles—, sino también al 12% de cristianos coptos que viven en Egipto, quienes ven con aprensión cómo gana poder un movimiento que siempre se ha expresado de forma ambigua sobre su disposición a implementar la sharia en el país.

Ahora acaba de anunciarse que también los Hermanos Musulmanes apoyan la candidatura de Mohamed Baradei a la presidencia, lo que convierte al ex diplomático en un rival formidable. Tal vez los Mubarak logren perpetuarse en el poder, pero lo que es seguro es que, en las próximas elecciones, el balance de poder va a cambiar.


Aliados en horas bajas


(Publicado originariamente en Mediterráneo Sur)

Aliados en horas bajas

Turquía e Israel no han roto su veterana alianza militar, pese a que el ataque a la flotilla de Gaza sigue causando roces entre los dos países.

Daniel Iriarte - Estambul
Julio 2010

“Si los árabes han perdido a miles de personas, Turquía se puede olvidar de sus nueve muertos”. Así describe un alto cargo del Ministerio de Exteriores turco la postura de Israel, que califica de “grave error”. “Porque Turquía no se va a olvidar”, asevera.

Ha habido medidas de presión en ambos lados. Primero, Turquía cerró su espacio aéreo a los vuelos militares israelíes. Aunque la medida estaba tomada desde hace casi un mes, la noticia la filtró a finales de junio el diario israelí Yediot Ahronot, que hizo públicos los detalles de un incidente ocurrido el día anterior, en el que Turquía impidió a una aeronave militar israelí sobrevolar el país.

El avión transportaba a más de un centenar de oficiales de visita a Auschwitz (Polonia), y se vio obligado a dar un gran rodeo para evitar el espacio aéreo turco. Es el segundo incidente de estas características a lo largo de junio.

“La medida se tomó el pasado 31 de mayo”, declaró luego el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogán: es la fecha en la que comandos de la marina israelí asaltaron el barco turco ‘Mavi Marmara’, integrado en la flotilla que se dirigía a Gaza. El resultado ―nueve muertos, ocho de ellos ciudadanos turcos y uno estadounidense de origen turco― “ha dejado una profunda marca en el país”, según el alto cargo citado.

Acorde a fuentes diplomáticas turcas, la prohibición aérea sólo afectará a los vuelos civiles. Pero Ankara sigue exigiendo que Israel se disculpe formalmente antes de restablecer plenamente las relaciones diplomáticas y comerciales. Esta semana, el ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglo, reiteró la exigencia, amenazando con una “ruptura total”, si no se se producía. Su homólogo israelí, Avigdor Lieberman, lo ha descartado.

No faltan los observadores que creen que la tensión terminaría por diluirse. Turquía e Israel han sido socios estratégicos desde hace varias décadas, y los militares de ambos países mantienen muy buenas relaciones. Hace dos semanas, el ejército turco comenzó a utilizar ‘drones’ (aviones no tripulados) israelíes en su lucha contra la guerrilla kurda del PKK atrincherada en el norte de Iraq, y el ministro de Defensa turco anunció recientemente que la crisis no impediría la entrega de material militar de alta tecnología ya encargado a Israel.

De hecho, en la primera semana de julio, el equipo israelí que entrena al ejército turco en el empleo de estos aviones regresó a Turquía para retomar su trabajo. Poco después, el jefe del Estado mayor israelí, Gabi Ashkenazi, declaró ante una comisión de la Kneset (Parlamento) que la alianza militar con Ankara no se había roto. Firmó el prologo de un ensayo de su homólogo turco, publicado en la revista oficial de las fuerzas armadas israelíes, el Maarachot.

Pero estas demostraciones de alianza entre los militares no quitan que las relaciones, sobre todo las económicas, se han resentido. El volumen de comercio bilateral entre los dos países asciende a unos 2.500 millones de euros anuales. Los daños se notarán sobre todo en el sector del turismo. Unos 400.000 ciudadanos israelíes viajan cada año a Turquía, país para el que no necesitan visado. Por el momento. "Un mínimo de entre 70.000 u 80.000 reservas turísticas se perderán", asegura Basaran Ulusoy, jefe de la Asociación de Agencias de Viaje de Turquía.

Del mismo modo, 20.000 millones de dólares en proyectos conjuntos en agricultura, energía yaprovechamiento hidráulico penden de un hilo. A finales de junio, el ministro de Energía turco, Taner Yildiz, anunció que no se iniciarían nuevos proyectos con Israel "hasta que la situación se normalice".

También peligra la venta de diez aviones militares no tripulados de manufactura israelí que Turquía esperaba para finales de 2010. El ministro de Defensa, Vecdi Gönül, se abía apresurado a asegurar que la entrega se haría igualmente "en junio o julio", pero la escalada de la crisis lo hace improbable que se mantengan las fechas.

Tampoco ha ayudado la presunta conspiración antisemita que la policía turca ha desmantelado en Estambul. Las autoridades han arrestado a un ciudadano turco que, aseguran, planeaba el asesinato de varios rabinos de esta ciudad. El acusado ha negado los cargos. “Odio a los judíos, pero no pensaba matar a nadie”, ha asegurado Ismet Rençber, un veinteañero de adscripción masónica originario de la ciudad nororiental de Kars. La policía le ha detenido tras rastrear el envío de una carta con amenazas a una sinagoga de Estambul.

Entre la comunidad judía de Turquía, compuesta de unas 26.000 personas, la mayoría residentes en Estambul, hay quien ve una relación entre la crisis bilateral y un posible brote de antisemitismo, a pesar de que el primer ministro Erdogán puso un gran cuidado en establecer una distinción entre el estado israelí ―al que califica de “criminal”― y los judíos, especialmente los turcos.

“Estamos preocupados, porque la situación puede fácilmente convertirse en antisemitismo”, declaró al diario israelí Haaretz Ivo Molina, director del semanario Salom, editado en Estambul. “La retórica usada por el primer ministro ha sido muy radical”, asegura Molina.

Los judíos de Turquía ―muchos de ellos sefardíes, cuyos antepasados llegaron al país en los siglos XV y XVI― se consideran en su mayoría plenamente turcos. Sin embargo, los islamistas radicales los catalogan ante todo por su condición judía , por lo que los convierten en objeto de ataques y represalias con cierta regularidad. Por este motivo, las autoridades turcas han establecido desde el principio de la crisis estrictas medidas de seguridad para proteger la veintena de sinagogas existentes en Estambul, así como el Museo de la Cultura Judía en Turquía.

"La amistad de Turquía es muy importante. Perder la amistad de Turquía es un gran castigo", declaró hace unos días Erdogan en el Parlamento. El citado alto cargo ―no quiere que su nombre aparezca en la prensa― traza un contexto histórico más amplio: la ‘amistad’ ya empezó a perderse en 2008, cuando Turquía hizo de intermediario para las negociaciones de paz entre Israel y Siria. “Los negociadores israelíes se fueron de Ankara prometiendo que iban a llamar pronto para continuar con las conversaciones. Lo próximo que se supo es que Israel empezó a bombardear Gaza”, se queja.

Curiosamente, fue precisamente Bashar Asad, presidente de Siria, quien abogó en su reciente visita a España por no romper lazos entre Ankara y Tel Aviv, para no perder su intermediario: “Si no se recupera la relación entre Turquía e Israel, será muy difícil que Turquía juegue un papel en las negociaciones", algo que "afectaría a la estabilidad en la región", aseguró.

No parece probable que se llegue a este punto. “Si realmente estuviéramos embarcados en un rumbo de alejarnos de Israel, no habríamos apoyado su candidatura como miembro de la OCDE”, concluye el alto cargo citado. También rechaza que el acuerdo con Irán para enriquecer uranio en suelo turco, concluido en mayo, forme parte de una estrategia de viraje político: aquel convenio formaba hasta hace poco antes parte de la propia estrategia estadounidense, asegura.

En un aspecto, el gobierno del AKP, moderadamente islamista, y la oposición nacionalista y laica están unidos: la alianza con Israel forma parte de la ‘realpolitik’, y será difícil romperla, por muchos gestos que se hagan en público y por muy mal que vaya la diplomacia entre ambos países.


Cuestión de confianza


(Publicado originariamente en Mediterráneo Sur)

Cuestión de confianza

Turquía, Brasil e Irán buscan vías para continuar con el programa nuclear persa sin hacer saltar las alarmas en Occidente, pero no pueden evitar las sanciones.

Ilya U. Topper/Daniel Iriarte - Estambul
Julio 2010

La reunión era casi de sorpresa. El 25 de julio pasado, Ahmet Davutoğlu, ministro de Exteriores de Turquía y Celso Amorim, su homólogo de Brasil, se encontraron para desayunar en Estambul. En el almuerzo se les unió el responsable de Exteriores de Irán, Manouchehr Mottaki. En la mesa: el acuerdo de los tres países para continuar con el programa nuclear iraní sin dar lugar a sospechas.

“Reclamamos el derecho de todos los países, incluída la República Islámica de Irán, a la investigación, producción y uso de la energía nuclear con fines pacíficos, sin discriminación”. Con estas palabras, los presidentes de Irán y Brasil y el primer ministro turco ―Mahmud Ahmadineyad, Lula y Recep Tayyip Erdogan― habían sellado en mayo el acuerdo que permitirá a Irán transferir uranio levemente enriquecido a Turquía. Allí, el material será procesado y convertido en combustible para un reactor nuclear en Teherán.

Dado que Irán clama que su programa nuclear no tiene otro objetivo que el abastecimiento energético ―algo que la comunidad internacional consideraría legítimo―, esta iniciativa mitiga el riesgo de que Teherán se haga con la bomba atómica: dispondría de uranio pero no del conocimiento técnico para refinarlo hasta un punto que lo convierta en arma.

La reunión de los tres ministros reiteró un acuerdo que se lleva fraguando desde hace casi un año: el pasado octubre pareció abrirse una posible solución a la crisis nuclear iraní, cuando Naciones Unidas propuso que Irán enviase 1.200 kilos de uranio enriquecido al 3,5% para ser procesados en Francia y Rusia y recibir a cambio 120 kilos del mineral vez enriquecido al 20%.

Sin embargo, poco después, Irán rechazaba la propuesta, lo que hizo dudar de sus verdaderas intenciones y le acarreó la amenaza de nuevas sanciones. Ahora, no obstante, Irán acepta el trato, pero con una variante: el procesamiento se hará en Turquía.

Pero el respaldo de Ankara y Brasilia ―ambos buenos aliados de Estados Unidos y Europa― no ha podido evitar que al día siguiente, lunes, la Unión Europea aprobara una nueva serie de sanciones económicas contra Irán, las más duras hasta la fecha. Ankara no se sumó a ellas. “Respetaremos las sanciones impuestas por la ONU, pero no tenemos que ir más allá”, declaró el ministro de Finanzas turco, Mehmet Mehmet Şimşek.

Ya el 9 de junio, tanto Brasil como Turquía habían votado en contra de las restricciones, algo que disparó las especulaciones sobre un cierre de filas de Ankara con Teherán en detrimento de Occidente. Al coincidir la votación con la crisis entre Turquía e Israel por el asalto de éste país a la flotilla de Gaza, muchos imaginaron Ankara convertido en parte de un supuesto bando islamista internacional.

Algo totalmente falso, según un alto cargo de Exteriores turco, que explicaba recientemente la situación bajo condición de anonimato y rechaza “todas estas tonterías de un cambio de eje” político. En realidad, Ankara no se sale del guión occidental, asegura: “Nuestros amigos americanos están confundidos. Tanto Estados Unidos como Europa nos animaron a hablar con Irán, y al conseguir el acuerdo del intercambio de uranio creemos haber conseguido gran parte de lo que Washington y Bruselas quieren”.

Carta de Obama

“Fue Mohamed Baradei [entonces director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica, AIEA] quien nos propuso este trato, y Turquía no hizo más que aceptar. Las negociaciones posteriores se hicieron siempre en estrecha consulta con Estados Unidos y la UE”, añade el asesor. Para dar más peso a sus palabras cita una carta dirigida a Ankara: “Será una importante medida de construir confianza si se sacan estos 1.200 kilos de uranio de Irán levemente enriquecido a través de Turquía”. Firmado: Barack Obama.

De hecho, Estados Unidos califica la transferencia de uranio fuera de suelo iraní de “paso positivo” y “reconoce los esfuerzos de Brasil y Turquía” en la mediación, pero critica duramente las declaraciones de los portavoces del gobierno iraní, que han asegurado que de todos modos continuarán enriqueciendo las mismas cantidades de uranio que hasta el momento, “lo cual es una violación directa de las resoluciones del Consejo de Seguridad”, según ha expresado Robert Gibbs, secretario de la Casa Blanca para Irán, en un comunicado. Explicó su preocuopación por “el constante fracaso de Irán a la hora de cumplir con sus propios compromisos”,

“Cuando se propuso el acuerdo, estos 1.200 kilos eran el 80 por ciento de la cantidad de uranio enriquecido; ahora sea tal vez el 50%”, admite el asesor. “Bien: saquemos esta cantidad y luego trataremos del resto” propone. “Votamos en contra de las sanciones en la ONU porque habría sido contradictorio con nuestra posición de negociador y porque creemos que no funcionarán: tampoco han funcionado las anteriores restricciones. Pese a las luchas interiores en Irán hay un consenso nacional en el respaldo al programa nuclear”, concluye.

Negociar en septiembre

Teherán se lo toma con calma. Sólo Mahmud Ahmadineyad dedicó algunas palabras a las nuevas restricciones y amenazó con que Europa “se arrepentiría” si, a la luz de las sanciones, registrara barcos o aviones persas.

Por lo demás, todo sigue su curso: Teherán ha notificado al Organismo Internacional de la Energía Atómica la propuesta, a la espera de que sea aprobada por el llamado Grupo de Viena (formado por esta institución, más Estados Unidos, Rusia y Francia) y propone retomar las reuniones en septiembre, una vez pasado el mes de ramadán. Según Ankara, se prevé que Said Jalili, negociador jefe de Teherán, se reúna entonces con Catherine Ashton, alta representante de la UE para Asuntos Exteriores.

La negociación se llevaría a cabo con el llamado ‘Grupo 5+1’, que son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, más Alemania, el país europeo que mantiene excelentes relaciones comerciales con Irán.

De hecho, el ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, dejó entrever que su país no estaría en el bando opuesto. Calificó de “buena señal” la disposición iraní a negociar el intercambio de combustible nuclear. “Creemos que habrá una cooperación integral”, añadió, tras reunirse con su homólogo turco, Ahmet Davutoğlu, el miércoles 28 de julio.

Ankara ya se ha convertido en un interlocutor imprescindible en el proceso. Según había pronosticado el analista turco Serkan Demirtas, “una respuesta positiva de la comunidad internacional puede disparar la credibilidad de Turquía, así como salvarla de un posible dilema en el Consejo de Seguridad cuando se voten nuevas sanciones contra Irán”.

No ocurrió: Turquía se halló frente al dilema y eligió, a tenor de las primeras reacciones, el bando equivocado. Pero las recientes reuniones con Westerwelle y, poco antes, Ashton, muestran que Ankara no se ha convertido en un paria. Su relación de buena vecindad con Teherán se inscribe en una ofensiva diplomática mucho más amplia, caracterizada por el citado asesor de Exteriores como “política de cero problemas”. En los últimos meses, el primer ministro, el presidente, el ministro de Exteriores y el presidente del Parlamento han pasado más tiempo en el avión que en la oficina para afianzar lazos simultáneamente con Grecia, Bosnia, Serbia, Bulgaria, Siria, Kazajistán, Kirguizistán... Todo indica que Ankara se ha convertido en un nuevo y respetado árbitro de los diversos partidos geoestratégicos que se juegan entre Europa y Asia.