domingo, 29 de noviembre de 2009

Samak y yo


Durante el año y pico que pasé en Tailandia, fue como una sombra permanente en la lejanía. Le eligieron primer ministro unos pocos días después de mi llegada, e inmediatamente tuvo enfrente un movimiento de protesta que acabó provocando una insoluble crisis de gobierno y haciéndole caer, pocos meses antes de mi salida del país.

Su nombre sonaba extraño a oídos occidentales: Samak Sundaravej. Además de su puesto en el gobierno, también tenía un programa de cocina en la televisión. Los periodistas le llamábamos antes por su nombre que por el apellido, como es costumbre en Tailandia. “¿Sabes la que ha hecho hoy Samak?”, nos decíamos. Y siempre había hecho algo: desde eructar en mitad de una entrevista de televisión a insultar a la corresponsal de Al Jazeera, la atractiva Selina Downes.

Samak era un ultraderechista al que se consideraba parcialmente responsable de los linchamientos de estudiantes comunistas en la universidad de Thamasat en 1976. Alcalde de Bangkok entre 2000 y 2004, había sido llamado por el anterior primer ministro Thaksin Shinawatra (derrocado por un golpe de estado en 2006) para ser su hombre de paja al frente de un nuevo partido: a Thaksin se le había prohibido presentarse a las elecciones, así que sus seguidores se reagruparon y crearon una nueva formación política, el Partido del Poder del Pueblo, que arrasó en los comicios de diciembre de 2007, principalmente por el apoyo de campesinos y obreros a los que se ganó con toda clase de medidas populistas.

Los sectores más conservadores de la sociedad nunca aceptaron esto, y prácticamente desde el primer momento vimos una protesta-mascarada en la que la oligarquía nobiliaria y empresarial se aliaba con generales retirados y miembros de las clases populares, llegando a tomar el Palacio de Gobierno e incluso el aeropuerto, en un intento rabioso de crear una situación de caos que justificase el golpe de estado. Se utilizó el nombre del rey para manipular a muchos –en Tailandia, la monarquía tiene un estátus casi divino, y es reverenciada como tal por la plebe-, y se pagaron grandes sumas de dinero a obreros pobres para que se mantuviesen acampados a modo de protesta, para darle a la rebelión un tinte popular en lugar de lo que realmente fue: un movimiento antidemocrático que quería acabar con el sistema de “un hombre, un voto” que había permitido a gente como Samak o Thaksin acceder al poder.

Samak, mientras tanto, se veía acorralado: no podía lanzar a las fuerzas del orden contra los manifestantes, puesto que el derramamiento de sangre hubiera precipitado el golpe de estado. Pero tampoco podía gobernar, ocupado como estaba en su propia supervivencia política.

Al final, Samak acabó cayendo como caen los tipos de su calaña –o la de Berlusconi-: se hizo pública una factura de 3.000 dólares por su participación en el programa de cocina, algo incompatible con su condición de jefe de gobierno. Él alegó que ese dinero era para “ingredientes”, pero nadie le creyó. Tras muchos vericuetos, se formó un gobierno de consenso que duró dos telediarios, y Samak hizo mutis por el foro.

Ayer, a los 74 años de edad, Samak pasó a mejor vida. Descanse en paz. Y esperemos que no se reencarne.

Aquí dejo la entrevista que dio a Al Jazeera.







sábado, 28 de noviembre de 2009

La fascinación de la montaña


Kurdistán es una palabra maldita. Antes del establecimiento de los estados-nación en esta región, designaba a la frontera de Anatolia con el imperio persa al este, la suroriental con Arabia, y el nordeste con el Cáucaso. Kurdistán significa “tierra de los kurdos”, denominación desafortunada porque en esta región siempre han habitado otros pueblos: armenios, siriacos, árabes. Pero tras la consolidación de la República de Turquía, y especialmente tras la rebelión de Dersim en 1937 –en la que unos 17.000 kurdos y alevíes fueron masacrados por el ejército turco, con Atatürk todavía al mando-, el Kurdistán dejó de existir.

Tras el levantamiento del PKK en 1984, la palabra adquirió un halo de clandestinidad: un Kurdistán independiente (todo él, empezando por la parte turca) eran lo que reclamaban los militantes kurdos mediante la lucha armada. Decir Kurdistán era buscarse problemas. Dependiendo de dónde se halle uno, todavía lo es.

“En esta zona, el PKK es bastante activo”, comenta Haci, camarero en un bar de carretera en Karliova. Unos días antes, nos cuenta, un grupo de guerrilleros se presentó en el cuartel de la policía. El día les había sorprendido antes de que pudiesen llegar a un lugar seguro, así que habían decidido entregarse. Llegaron hasta la comisaría, apoyaron las armas contra una pared cercana, y entraron en la sala.
“Hola, venimos a informar sobre acciones recientes del PKK”.
“¿Ah, sí? ¿Quién las ha cometido?”.
“Nosotros”, murmuraron, segundos antes de ser arrojados al suelo y esposados.

Las cosas andan mal en el Kurdistán. El desempleo en el sureste de Turquía alcanza el 50 % entre los varones (no existen datos sobre las mujeres, porque muy pocas trabajan). La politización entre estas masas de jóvenes desempleados es muy alta, aunque sea como mera reacción a esa falta de futuro. También lo es la represión: la ley antiterrorista iguala a un manifestante que entona un eslógan pro-PKK con un combatiente en activo, y se les aplica la misma pena. El historial de derechos humanos de las comisarías en el sureste es terrorífico.

Pero ya no estamos en los 90, cuando la guerra se cobraba decenas de víctimas cada día. “Cuando yo tenía veinte años, mi padre me mandó a estudiar a Rusia”, nos explica Ahmet, un empresario textil de Bingöl. “Era eso o la montaña: casi todos mis amigos se unieron al PKK. Hoy están todos muertos”, dice con amargura.


¡Cuarenta mil muertos! ¿No les hubiera ido mejor a los kurdos si el PKK no hubiese existido nunca?, les pregunto. ¡No!, me responden. Si los kurdos tienen los derechos que tienen hoy es gracias a la lucha del PKK. “Desde el Estado se ha intentado demonizar al PKK acusándolo de terrorismo, pero el PKK ha dado a conocer nuestra situación”, asegura Ferit Çilek, alcalde de Karliova. “Antes del levantamiento, nadie conocía nuestro problema”.

Los kurdos, me dicen, ya no quieren un estado independiente –sin duda una mala idea: un estado empobrecido, sin salida al mar, con vecinos empeñados en hacerlo fracasar-, sino una autonomía dentro de Turquía y que se reconozcan los derechos culturales de los kurdos. Así dicho, suena razonable. ¿Por qué, entonces, es una idea tan difícil de digerir para los turcos, incluso para los progresistas? Porque éstas son las palabras de Abdullah Öcalan, el encarcelado líder del PKK, la persona más odiada de Turquía, responsable de innumerables muertes no sólo entre los turcos sino también entre kurdos disidentes, contrarios a la política del PKK, rivales políticos o simplemente paisanos a cuya aldea se acusó de ayudar al ejército en su campaña contrainsurgente. Y ese es el principal problema que afronta el gobierno turco: ¿negociar con terroristas? ¿Aceptar a Öcalan como interlocutor? Demasiado para los estómagos de casi todos en Turquía.

Mientras tanto, los jóvenes kurdos arrastran los pies en el polvo, escupen en el suelo, golpean en el hombro de sus amigos, sin nada que hacer. El que trabaja se lamenta de que más le valdría no hacerlo. ”En el oeste ganan 40 o 50 liras (unos 25 euros) por día; aquí yo trabajo 12 horas, sin fiestas ni domingos y cobro 20 liras (9 euros). Esa es la diferencia”, masculla Haci el camarero. Los otros se limitan a vagabundear de aquí para allá, dudando entre emigrar a Estambul o Ankara o montar algún pequeño negocio ilegal. Hasta que un día, tal vez, un paso por comisaría les decida a subir para la montaña. Como ironizando, desde las cimas de las colinas de toda la región, los eslóganes oficiales nos gritan “Feliz aquel que puede decirse turco”.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

De kurdos


Por supuesto, yo sabía algo de los kurdos. Sabía que son el mayor pueblo sin estado del mundo, treinta millones de personas repartidas por el territorio fronterizo de cuatro estados: Turquía, Irak, Irán y Siria. Sabía que hablaban un idioma emparentado con el persa, y que sentían con fuerza la singularidad de su cultura, que se había resistido a los esfuerzos de asimilación de dichos estados.

También sabía que a los kurdos se les había prometido y después negado un estado propio tras la Primera Guerra Mundial, y que en el siglo XX se habían producido numerosas rebeliones kurdas contra la dominación externa –bien de las potencias coloniales, bien de las autoridades de los nuevos países de los que el capricho geopolítico les había hecho ciudadanos-, normalmente reprimidas a sangre y fuego.

Había leído que los combatientes kurdos habían sido utilizados por estos estados en contra el vecino, especialmente por parte de Irán contra Irak y de Siria contra Turquía. Y sabía que, por ejemplo, en 1975, Kissinger (¡siempre él!) había convencido al Sha de Irán para que dejase de prestar apoyo a los kurdos iraquíes que luchaban contra Saddam Hussein, tras lo cual éstos fueron masacrados.

También era consciente de que, desde el punto de vista cultural, el país en el que peor habían estado históricamente era Turquía, donde se negaba la mera existencia de la identidad kurda: los kurdos, según la ideología oficial, no eran otra cosa que “turcos de las montañas”, y su idioma una variante corrompida del turco. Sabía que en 1984 un grupo armado de corte marxista, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), había iniciado una guerra que ya iba por los 40.000 muertos, la mayoría kurdos. El estado turco había respondido con una feroz campaña contrainsurgente en la que se habían destruido más de 3.000 aldeas y con una ‘guerra sucia’ que había acabado con la vida de alrededor de 7.000 personas, sospechosos de colaborar con el PKK de uno u otro modo. Esto había disparado la simpatía hacia la guerrilla entre la población kurda, que les prestaba ayuda de forma masiva. Y, en los casos en que no era así, el PKK no dudaba en usar la violencia de forma despiadada para imponer la ‘colaboración’ a la población civil en las zonas bajo su control.

En 1999, el líder del PKK, Abdullah Öcalan, había sido capturado en Kenia, traído a Turquía y condenado primero a muerte y después a cadena perpetua, que cumplía como único interno en la isla-prisión de Imrali. Yo sabía que ahora la situación de los kurdos en Turquía era bastante mejor que antaño: ya no estaba prohibido el uso de la lengua kurda en la calle –aunque sí en la política y en la enseñanza pública-, y el sureste del país había salido del estado de excepción y se podía viajar libremente. Öcalan había renunciado al marxismo y a la idea de un estado kurdo independiente, y lanzaba estas ideas desde la cárcel. Pero tras unos años de tregua, en 2004 el PKK había vuelto a la lucha armada, y cada semana caían abatidos varios soldados –en su mayoría reclutas post-adolescentes enviados al sureste a cumplir el servicio militar obligatorio-, bien en ataques del PKK, bien por artefactos explosivos.

Yo sabía también que existía un partido político de base kurda, el DTP, que era la cuarta fuerza política de Turquía, en proceso de ilegalización por sus presuntos vínculos con el PKK. Y aunque había entrevistado a algunos miembros del DTP y ellos negaban ser el brazo político de la organización armada, yo, como todo el mundo, sabía que entre ambos grupos existía algo más que simpatía.

Entonces, viajé al sureste de Turquía, y, como siempre, todo resultó ser mucho más complicado de lo que parecía al principio.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Los servicios secretos, la globalización y Gaspar Canela


Es por la tarde, y estoy en la calle, fumando un narguile con una amiga. Mi teléfono suena: es el jefe de internacional de ABC, Borja Bergareche. Me llama por el caso del Arctic Sea, un barco ruso alrededor del que gira una extraña trama: oficialmente transportaba un cargamento de madera, y fue secuestrado por piratas frente a las costas de Suecia. Tras dos semanas desaparecido, fue finalmente rescatado por la armada rusa en Cabo Verde. Los piratas alegaron entonces ser ecologistas que querían impedir el “tráfico de madera”. Pero aparentemente, lo que el barco transportaba era algo bastante más delicado, tal vez armamento, con destino a Siria, vía Argelia. Todo apunta a que los “piratas” que abortaron la operación son en realidad agentes del Mossad, el servicio secreto israelí.

“El periodista que desveló la trama ha tenido que huir de Rusia, y está en Estambul, al parecer. Encuéntralo”, me dice Borja.

El tipo se tipo se llama Mikhail Voytenko, y trabajaba para un boletín marítimo de gran prestigio. Esos días, extrañamente, la web de esa gente aparece bloqueada. Me pongo a hacer llamadas, sin mucho éxito: entre los periodistas internacionales que conozco, nadie sabe nada al respecto. Llamo a Rafael Mañueco, el corresponsal de ABC en Moscú, que ha estado en contacto con Voytenko los días previos, y éste me da un número de teléfono y un e-mail. Ninguno de los dos está operativo.

Entonces, descubro que una periodista del St. Petersburg Times ha entrevistado a Voytenko por teléfono. La llamo a la redacción, y la chica me da el número. Mala suerte: es el mismo que me dio Mañueco. Pero me pasa otro e-mail diferente. Escribo, sin demasiada fe.

Unos días después, recibo una respuesta: Voytenko ya no está en Estambul, sino en Bangkok. Suelto una carcajada: de todos los lugares del mundo para esconderse, ha ido a escoger Bangkok. MI Bangkok. Si hay alguna ciudad del mundo donde tengo contactos, es esa.

Intento llamar al número que me ha dado Voytenko, pero hay problemas para contactar con él desde el extranjero, así que llamo a mi viejo amigo Gaspar Canela, el corresponsal de EFE en Tailandia, cordobés como él solo.

“Gaspar, ¿qué tal? Soy Dani Iriarte”
“¡Hombre quillo! Pues aquí et-toy, en un templo, con mi amiga Jenny, que vinimo’ de visita y no’ regalaron una et-tatua, y se ha roto, y hemo’ venío a devolverla!”.
“Escucha, tengo que pedirte un favor…”

Le pongo al corriente del asunto. Y Gaspar, que está hecho de la misma pasta que yo, se lanza a la piscina con entusiasmo. Llama a Voytenko. Éste no habla muy bien inglés, así que Mañueco nos ayuda con el ruso. Hacemos la entrevista. Misión cumplida.

Hay tres cosas que mueven el mundo: el amor, el aburrimiento y los servicios secretos. Moscú, Estambul, Bangkok. La historia, reconózcanlo, tiene su punto. Y más si conociesen a Gaspar…

"La versión rusa sobre el Arctic Sea no se sostiene"


"LA VERSIÓN DE LAS AUTORIDADES RUSAS SOBRE EL 'ARCTIC SEA' NO SE SOSTIENE"

Mikhail Voytenko, el periodista que desveló la trama oculta del Arctic Sea, se ha visto obligado a huir de Rusia tras recibir amenazas de muerte. Tras un breve paso por Estambul, ahora se encuentra oculto en Bangkok, donde conseguimos localizarle.

RAFAEL MAÑUECO/DANIEL IRIARTE

- ¿Desde que llegó a Tailandia, ha hecho alguna nueva averiguación sobre el “Arctic Sea”, algo nuevo que no se haya dado todavía a conocer?

No, el misterio continúa. Parece que las autoridades rusas están poniendo un empeño enorme en que no se sepa nada del asunto.

- ¿Por qué cree que el caso del Arctic Sea ha suscitado tanto interés?

Creo que el gobierno ruso ha cometido algunos muy graves, y por eso la opinión pública internacional se ha tomado tanto interés en este caso.

- El barco fue encontrado por la Marina rusa el 16 de agosto junto a Cabo Verde. Ahora se encuentra a 15 millas de la isla de Gran Canaria. ¿Qué ha hecho casi un mes el Arctic Sea en el Atlántico?

No lo sé, pero eso es un nuevo factor que indica lo turbio que es todo esto. Nadie ha dado información ni explicaciones sobre lo que está sucediendo con el navío y los cuatro tripulantes que, en teoría, continúan a bordo. Puede que ellos no estén ni siquiera en el barco. El hecho de que esté siendo remolcado hace pensar que así sea. Lo que es evidente es que la versión oficial de las autoridades rusas de que el “Arctic Sea” fue secuestrado por piratas no se sostiene, no es seria.

- ¿Cuál podría ser la carga real del barco? Piense que el suministro de misiles S-300 es algo que Rusia tenía previsto, ya que Moscú considera que no vulnera ninguna ley internacional por tratarse de armas antiaéreas defensivas. Se estima además que, por su tamaño, es imposible esconder ese tipo de cohetes en un mercante como el Arctic Sea.

Nadie sabe qué carga lleva o llevaba el Arctic Sea. Desde luego, la Armada rusa no hubiera organizado un operativo así por un alijo de drogas o por una partida de fusiles.

- ¿Podría tratarse de armas nucleares o sus componentes?

Tal vez, no lo sé.

- ¿Podrían estar implicadas las autoridades rusas?

Creo que se trata de una transacción más bien de carácter privado o semiprivado, que, al final, ha salpicado a la dirección política del país.

- ¿Crimen organizado vinculado a alguna estructura militar?

Probablemente.

- ¿Era usted consciente de los riesgos cuando explicó lo que pensaba sobre el verdadero cargamento del barco?

Cuando me vi envuelto en esta historia entendí que era un caso importante, pero, la verdad, no esperaba que los acontecimientos se desarrollasen de esta manera. En Moscú no temía tanto la presión y las amenazas como el verme vuelto en una historia criminal. Porque en ese caso me matarían seguro.

- ¿Por qué huyó?

Recibí una llamada de teléfono que me dijo que “estaba poniendo palos en las ruedas de gente importante” y que “estaban enfadados conmigo”. Me dijo que abandonase Rusia lo antes posible. La llamada en sí no me asustó, sólo por eso no me hubiera escapado. Pero la atmósfera general era muy tensa y comprendí que corría verdadero peligro. Hay personas muy importantes implicadas, y los me llamaron conocían quién era yo y cuáles eran mis movimientos. Así que me fui a Estambul.

- ¿Recibe ayuda de alguien?

Desde Estambul llamé a mi compañía, a Sovfracht, y allí me dijeron: “Estás sólo en esto”. No podía quedarme en Estambul porque era muy caro. Conocía Bangkok de una visita que hice hace tres años, así que me vine aquí, que es mucho más barato. Tengo ayuda y apoyo de mis amigos.

- ¿Teme por su vida?

Ahora mismo, aquí, no.

- ¿Qué piensa hacer ahora?

Me gustaría volver a Rusia, si encuentro la forma de recuperar mi trabajo, mi vida. Pero no sé cómo evolucionará esta historia. Me temo que me quedaré en Bangkok durante un tiempo. Ahora no puedo volver, es imposible.

- ¿Hay algo sobre este caso que no se haya publicado aún y que debería saberse?

Las preguntas más importantes no se han hecho todavía. Ningún periodista se está atreviendo a llegar hasta el final del asunto. ¿Quién fletó el barco? Alguien tuvo que hacerlo. ¿Cómo pudo llegar hasta tan abajo sin que nadie lo encontrase? Los aspectos más importantes no son públicos aún. Personalmente, me asusta llegar a saber.

GASPAR CANELA contribuyó a esta entrevista.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Respuesta a una crítica


Hace unos días, una persona criticaba, con algo de razón, mi post Están locos estos "kemalistas". Esta es mi respuesta a esa crítica.


Hola, Deniz. En primer lugar, gracias por leer el blog. En segundo lugar, he de decir que tienes razón en la primera parte de la crítica: admito que CHP y MHP no son lo mismo, y que Deniz Baykal está a años de luz de Devlet Bahçeli en cuanto a moderación. Y también tienes razón en la referencia al golpe militar: allí, según tengo entendido, sufrieron todos, excepto los que estaban en el poder. Y me disculpo por el tono agresivo de mi post. Estos errores y afirmaciones injustas ya están cambiados en el texto.

Además, tengo que clarificar que yo no soy pro AKP, sino simplemente un observador extranjero, con todas las carencias que eso conlleva (por supuesto hay cosas que no conozco, e incluso otras que no entiendo), pero también con sus ventajas: tengo la suficiente distancia emocional para intentar ser un poco objetivo. No me gusta
Erdoğan, pero tampoco le odio: simplemente le observo y escribo sobre lo que hace.

Lo que yo intentaba señalar es que en Turquía existe cierta paranoia ultranacionalista: episodios como el de las corbatas o el de “la foto de Öcalan” lo ponen de manifiesto. Al menos vistos desde fuera, resultan absolutamente ridículos. No sé si estás de acuerdo conmigo, ya que no haces referencia a ellos en tu crítica.

Pero creo que hay una cosa en la que estás equivocada. Dices: “Son la gente de AKP, lo del gobierno, que cree lo que pusiste tu”. Tal vez. Pero te aseguro que el discurso de “que el enemigo exterior –sea Grecia, Armenia, Europa o EE.UU.- quiere romper la unidad de Turquía; que todos los kurdos son unos terroristas; que el fundamentalismo islámico acecha tras cada pequeño gesto del primer ministro Erdoğan. O, con frecuencia, que todos estos elementos conspiran juntos para destruir Turquía” lo he escuchado de gente –no una ni dos, sino mucha gente- que se identificaba como “kemalista”, desde algunos korucular hasta alumnos del Instituto Cervantes (uno decía que el problema kurdo se resolvía "acabando con los kurdos", lo cual no suena muy democrático, ¿no te parece?). Si crees que he generalizado, y te sientes atacada por mi comentario, te pido disculpas. Pero no puedes negar que hay gente que dice esas cosas. Y no sólo en el MHP.

Y ahora voy a hablar como periodista, como observador que lee la prensa turca a diario, y que habla con gente de todo tipo de forma regular. Desde que sigo la política turca he visto que el gobierno del AKP ha tomado ciertas medidas, algunas de ellas muy equivocadas, pero otras muchas, desde mi punto de vista, positivas: el acercamiento a Grecia, a Armenia (sin que ninguna de esas cosas signifique “rendición”, como dicen algunos), intento de resolución del conflicto kurdo, de la cuestión de Chipre… ¿Sabías que hasta 2004 la violación de una chica a manos de un miembro de las fuerzas de seguridad no se consideraba delito? ¿Sabías que hasta entonces la pena por un crímen de honor era de sólo 6 meses de cárcel, porque el factor “honor” era un atenuante? Que yo sepa, esas medidas estaban en vigor con gobiernos “kemalistas”, y fue el AKP el que cambió esto... (cierto, no fue iniciativa suya, sino de algunos grupos feministas, pero estos grupos ya estaban trabajando antes, y nadie les había hecho caso hasta entonces, ni siquiera la Primera Ministra Tansu Çiller, en sus años de gobierno).

Entiendo, y me parece legítima, la preocupación de muchos turcos y turcas respecto a la islamización de su país. A mí también me gusta Turquía precisamente porque NO es Irán. Sé muy bien lo que significa el islamismo: he vivido en Egipto. Pero precisamente por eso, los del AKP me parecen unos islamistas bastante descafeinados, muy alejados de la agresividad de Hamás, Hizbulá, los Hermanos Musulmanes, los wahabbíes del Golfo Pérsico, los talibanes afganos o los Pasdaran iraníes. Seguro que dentro del AKP hay elementos fundamentalistas, pero por el momento priman los moderados, como Abdullah Gül.
Erdoğan, a pesar de su pasado radical, no es Erbakan. Eso no significa que tengan que gustarnos, pero la manera de derrocarles debe ser solamente a través de las elecciones.

Y lo que veo es que cada vez que el gobierno de
Erdoğan intenta tomar cualquier medida, la oposición –no sólo el MHP, sino también el CHP- se le echa encima y le acusan de “traidor”, de “querer dividir el país”, etc. No digo que todas sus iniciativas sean buenas, ni la forma en que el gobierno intenta llevarlas a cabo. El AKP tiene un montón de cosas negativas: corrupción, abuso de autoridad, nepotismo. Pero lo que percibo es que la oposición es casi siempre muy poco constructiva: consideran que absolutamente todo lo que haga el AKP es malo, y que aquí no hay que cambiar nada porque todo era perfecto con Atatürk. Eso es lo que yo intentaba criticar en mi post.

Lo que yo digo es que me caen fatal aquellos que no aceptan otra idea que las suyas. Me he encontrado a unos cuantos en Turquía, y, lo siento mucho, te guste o no, casi todos decían ser “kemalistas” –alguno del AKP había, también, pero su discurso iba por otro lado-. Seguro que me he excedido al extender el término a todos los kemalistas, y me disculpo por eso. Creo que Andrés, en su comentario, ha entendido lo que yo quería decir. El problema, supongo, es que no elegí las palabras adecuadas.

Dicho esto, espero que podamos rebajar el tono de ataque personal en esta discusión –yo ya me he disculpado-, y si tienes algo que añadir –siempre que no sea insultando-, me encantará leerlo. Es más, un día podemos sentarnos a tomar un café y hablamos sobre todo esto.

Un saludo

Daniel

PD: Como para darme la razón, ahí están las palabras de Onur Öymen -del CHP, es decir, kemalista, esta vez sin comillas- en el Parlamento el viernes pasado, proponiendo como ejemplo positivo los sucesos de Dersim en 1937, en los que miles de personas fueron masacradas por el ejército turco...

jueves, 5 de noviembre de 2009

Café turco


El café turco, más que una bebida, es una filosofía. Wail, un sirio de mi clase de turco que vive en Dubai, me comenta: “En los Emiratos, la gente pide un café y se lo toma de un trago, con prisa, sin paladearlo”. Esto es imposible con un café turco: es necesario dejarlo un rato sobre la mesa, dando tiempo a que los posos desciendan hasta el fondo del vaso. De este modo, no queda otra que tomárselo con calma, disfrutando del momento.

En Oriente Próximo, los cafés son siempre mis lugares favoritos, con sus aromas dulzones y el eterno entrechocar de las fichas del tawle, que aquí llaman tavla y en el mundo anglosajón, backgammon. He de decir que no todo es perfecto: en Estambul, las mujeres liberadas no vienen aquí sino a los bares donde se sirve cerveza. En los cafés –al menos los tradicionales- uno sólo encuentra a alguna extranjera despistada o iconoclasta. Es territorio masculino.

Pero el café es un punto de reunión, un centro de vida, la gota de agua que encierra el complejo universo de esta región. Aquí se comenta el devenir del barrio, se anima al que ha sufrido una tragedia, se le bajan los humos al soberbio. Los cafés son Oriente, y éste no es sino sus cafés. “Por eso me gusta tanto Estambul”, dice Wail -que es mediterráneo, mucho más cercano a nosotros que a las austeridades beduinas del Golfo-, “aquí han aprendido a saborear la vida”. Palabras que hago mías.

Lanza Libre


Uno de los significados de la palabra inglesa “lance” es la castellana “lanza”. Así pues, el término anglosajón ‘freelance’ podría traducirse evocadoramente como ‘lanza libre’, con todas sus resonancias épicas.


Hay quien dice que los periodistas freelance son mercenarios que escriben para quien les paga. Alguno hay, pero la mayoría de los que he conocido son más bien almas independientes que no quieren atarse a una doctrina política, religiosa u oficinística, gente que libra sus propias guerras y no las de un partido o grupo empresarial. Si acaso, cabe más bien compararles a la figura del ronin, el samurai vagabundo en busca de un señor y una batalla, siempre de forma temporal.

El periodismo freelance siempre fue una actividad dura: ahora, con la crisis, es una odisea. Todo apunta a que, en el futuro, casi todos los plumillas lo seremos. A mí, dentro de lo que cabe, me va bastante bien. Hubo un tiempo en el que pude, supongo, haber trabajado en una oficina y tal vez, sólo tal vez, optar a una corresponsalía bien pagada y con condiciones laborales más o menos decentes, pero las cosas salieron como salieron. Retrospectivamente, e introspectivamente, creo que no podía haber ocurrido de otro modo.

Aquí dejo mi video de presentación para VJM, la televisión en internet con la que colaboro, con base en Holanda. Está un poco desfasado, pero el espíritu sigue siendo el mismo.






Dentro de unas horas salgo para el norte de Irak.

lunes, 2 de noviembre de 2009

La báscula



Esta semana pasada, mis compañeros de fechorías periodísticas Andrés Mourenza (Agencia EFE) y Francisco Martínez (El Mundo) y un servidor perpetramos el cortometraje ‘La báscula’, rodado en Estambul. El corto ha ganado la sección Amal Express del Festival Amal de Cine Árabe de Santiago de Compostela. Como creo que la temática del corto puede encajar con el contenido de este blog,
aquí lo dejo.

Podéis leer la reseña sobre el palmarés del festival en ABC, o una más específica sobre 'La báscula' en la web de Mediterráneo Sur.