miércoles, 4 de febrero de 2009

La ciudad de las torres


Katmandú me recibe con un apagón. El taxi me deja frente al hotel que le he indicado, que resulta ser carísimo. Un hombre me habla de otro que parece mucho más cercano a mis pretensiones, así que le acompaño. El tipo mira constantemente hacia ambos lados de la calle, como nervioso. Y cuando quiero darme cuenta, estoy siguiendo a un tío del que no me fío para nada al interior del callejón más oscuro de Asia, donde además no se ve ni un alma.

- Amigo, estás loco si crees que voy a entrar ahí - le grito mientras ensayo una retirada. Y para evitar que me siga, me meto en un edificio en el que se lee GUESTHOUSE. Subo las escaleras, y veo un rótulo en el que pone KARAOKE, y un piso más arriba, MASSAGE. Y tal y como me temía, el lugar acaba siendo un burdel, o le falta poco. En el último piso hay un bar con billar, y sentadas en la barra, una pareja de bellas muchachas vestidas con saris me saludan sonriendo.


Vuelvo a la calle, y tras un par de tentativas en la penumbra encuentro una habitación que me gusta. Abro la ducha: fía. Se lo digo al hombre de la recepción, y dice que hay que dejar correr el agua durante un rato.

- OK, lo intentaré por la mañana- digo, sin mucha fe.

- No, no, ahora, ahora, - insiste-, ¡muy caliente!

El agua, según averiguaré después, la calienta el sol en unos tanques en el techo, y por eso sólo es posible ducharse al anochecer, a no ser que uno quiera arriesgarse a una pulmonía o sea ruso. Pero por la noche, efectivamente, está caliente. Muy caliente.



Thamel: callejuelas estrechas, tiendas de souvenirs, buscavidas, montañeros. Thamel es a Katmandú lo que Banglamphu a Bangkok, o Colaba a Mumbai: el epicentro mochilero. Nepal lleva sesenta años recibiendo turistas –un tipo concreto de turistas, además-, y se nota. Las tiendas venden ropa de escalada, prendas de lana de yak, bolsos étnicos hechos a mano, cuchillos curvos de esos que usan los soldados gurkhas y los cazavampiros. Los precios son competitivos, aunque no una ganga. Los vendedores son conscientes del poder adquisitivo de los neo-hippies, y saben mantenerse firmes en el momento adecuado.


A pocas decenas de metros empieza la verdadera Katmandú: el suelo de baldosas es sustituido por el asfalto y el barro, la polución ahoga los olores, la gente ya no se siente forzada a sonreír. Pequeños grupos de niños esnifan pegamento bajo los arcos, mujeres en cuclillas rompen ladrillos para la construcción –se construye por todas partes-, hay mutilados que mendigan en las esquinas, pero sin la agresividad que exhiben en India.


Katmandú es rabiosamente auténtica: las mujeres, incluso las que visten a la occidental, lo hacen en vivos colores. Los rickshaws y las motos pasan en todas direcciones, constantemente, evitando apenas a los peatones.

Cada pocos metros hay una plaza, un extraño espacio cuadrado embozado entre edificios de ladrillo desnudo, presidido por un pequeño templete hinduista. Y torres, por todas partes: de madera, de cemento, cuadrangulares, octogonales, templos de tres tejados escalonados, estupas pequeños cubos de piedra en cuyos laterales, esculpidos y reverenciados –como atestiguan los restos de velas e incienso- hallamos a las divinidades hindúes. Si nos atenemos a aquello que se le eleva del suelo, cada calle de Katmandú es un pequeño Himalaya.


Regreso al hotel mientras anochece. Los niños del pegamento se amontonan tumbados en la acera para darse calor durante el sueño. Las calles están oscuras, iluminadas sólo por las velas de los restaurantes que continúan abiertos. Lo que anoche tomé por un apagón se revela como el corte de suministro de entre las ocho y las doce. No hay calefacción en mi habitación, así que me envuelvo en mantas.


Odio el frío.


4 comentarios:

  1. Ánimo, tío, que dicen que el viento de la montaña es muy saludable. jajajaja. ¿Se percibe la influencia del partido maoista y la caída de la monarquía? Imagino que es difícil saberlo sin haber estado allí antes de que eso ocurriera. un abrazo, gaspar

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  2. Yo estuve justo antes y había mucho debate sobre la nueva constitución, qué dicen los periódicos? Qué dice la gente? Saluda a esas magníficas montañas de mi parte

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  3. El frío nunca ha sido lo tuyo, pero como dicen en tu tierra "Sarna con gusto no pica". o "El que algo quiere, algo le cuesta".
    En contrapartida, estás casi en la cumbre del mundo.
    Sigue escribiendo, estamos enganchados al blog.
    Es una forma de conocer el mundo, además de sentirte más cercano. Abrígate. Un beso fuerte.

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  4. ¿Intentarás pasar a Bhután? ¿Es cierto aquéllo de la tasa abusiva por persona y día? Suerte por las montañas.

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