Ken Saro-Wiwa era un miembro de la etnia ogoni que durante años llevó a cabo una lucha pacífica para denunciar la degradación ambiental que venía sufriendo su región por la acción de diversas multinacionales, especialmente la Shell. Saro-Wiwa empezó a convertirse en un personaje incómodo. Como líder del Movimiento para la Supervivencia del Pueblo Ogoni, en 1993 logró incluso paralizar la actividad de la Shell en territorio Ogoni. Su nombre sonaba como candidato al Premio Nobel de la Paz, lo que sin duda hubiera dado una molesta publicidad a su lucha. No se le dio tiempo: en 1995, la dictadura de Sani Abacha le detuvo junto con otros cuatro activistas; declarados presos de conciencia por Amnistía Internacional, se les acusó de un asesinato que sin duda no habían cometido, y se les ahorcó.
Está por probarse la participación de la Shell en dicha conjura. No lo está, en cambio, su colaboración con la dictadura (por ejemplo, al facilitarle armamento pesado entre 1993 y 1995, admitido por la compañía con el pretexto de la ‘necesidad de proteger los pozos petrolíferos’), ni su emisión de 60 millones de toneladas de dioxinas a la atmósfera de Nigeria cada año, superior al conjunto de todas las demás actividades contaminantes en TODA el África Subsahariana. El presente proceso judicial ha sido posible gracias a la ‘Alien Tort Claims Act’ (‘Ley de reclamación por delitos en el exterior’), que obliga a empresas con importante capital norteamericano a ajustarse a la legislación de EE.UU., pero bastante poco utilizada en el pasado. Pero gracias a ella este mes, además del caso Saro-Wiwa, un grupo de víctimas del apartheid se han querellado contra IBM y General Motors por la connivencia de estas empresas con el cruel régimen sudafricano. La jueza neoyorquina Shira Scheindlin ha admitido a trámite las acusaciones de “asistencia e incitación a actos de tortura, ejecuciones arbitrarias y apartheid”.
Esta noticia es, por tanto, más importante –y pionera- de lo que parece. Tal vez el silencio en torno a ella no sea tan casual.
Más información en: www.remembersarowiwa.com, en www.shellguilty.com, o tecleando el nombre de Ken Saro-Wiwa en Google News.
Sobre las atrocidades de las multinacionales, valdria cualquier ejemplo del Libro negro de las marcas, pero me viene a la mente la imagen de los niños calcinados tras un incendio causado por las nulas medidas de seguridad y por los barrotes que impedían a los niños escapar de su puesto de trabajo. El hecho de que estuvieran acompañados de juguetes de plástico derretido al ser una fábrica de Mattel le cede un lugar de honor en la historia de la infamia.
ResponderEliminarAsí, cualquier gesto en contra de la impunidad de las multinacionales es un soplo de aire fresco.