lunes, 25 de mayo de 2009

El imbécil y la disidente


Hablemos primero de ella: Aung San Suu Kyi, disidente birmana, premio Nobel de la Paz por su oposición pacífica a la dictadura militar de su país. Ha pasado bajo arresto domiciliario 13 de los últimos 19 años, en una casa junto al lago Inya, en Rangún, fuertemente vigilada por soldados, y que está prohibido fotografiar.


Un poco de historia: Birmania soporta la dictadura militar más larga del mundo, desde hace ya más de 60 años. La junta gobernante tuvo antaño cierta legitimidad, pero hace años que la perdió debido a su extrema corrupción y avaricia incontenida (durante la catástrofe del ciclón ‘Nargis’ el pasado año, llegaron a apropiarse de la ayuda humanitaria para revenderla en el mercado negro). Como sistema de gobierno, es uno de los más represivos del mundo. La policía, por ejemplo, tiene cuotas mínimas de arrestos anuales, por lo que si para fin de año no las ha cumplido, sale a la calle a detener al que pilla, según comentaba un cooperante amigo mío que ha trabajado sobre el terreno.


En 1988, el régimen estuvo a punto de caer: unos disturbios iniciados como una riña de bar se convirtieron pronto en masivas manifestaciones. Aung San Suu Kyi, tras unos años pasados en Oxford y la India, estaba de regreso en Birmania, y no dudó en colocarse a la cabeza de las manifestaciones, asegurándose de que se desarrollaran de forma pacífica. La junta, sin embargo, las reprimió brutalmente. Unas tres mil personas murieron*.



Esta represión fue tan dañina para la imagen de los militares, que se vieron obligados a dar marcha atrás, convocando elecciones. El partido de Aung San Suu Kyi, la Liga Nacional por la Democracia, ganó con mayoría absoluta, lo que la convertía en presidenta del país. La junta, que no esperaba semejante resultado, canceló las elecciones y sometió a Suu Kyi a un arresto domiciliario que, en dos grandes periodos, ha continuado hasta hoy.


Hablemos ahora de él: John Yettaw, norteamericano, 53 años, veterano de Vietnam, estudiante de doctorado. Sería un completo desconocido si no fuese porque el pasado 3 de mayo, eludiendo la vigilancia militar, cruzó a nado el lago Inya para entrevistarse con Aung San Suu Kyi. Lo había intentado en una primera ocasión, sin lograr hablar con ella. Al parecer, esta vez ella le pidió que se marchase, pero al ver el estado lamentable en el que él se encontraba, le permitió permanecer en la casa. Había venido, le dijo, porque había tenido una “visión” en la que ella era asesinada.


El hecho ha sido inmediatamente aprovechado por la junta para someterles a ambos a un proceso, acusándoles de violar el arresto domiciliario. Suu Kyi podría ser condenada con cinco años de cárcel. Según la familia de Yettaw, él es un admirador de Suu Kyi que quería entrevistarla, sin ser consciente de las posibles consecuencias. “Es una buena persona, amante de la paz”, dice su mujer, Betty. “Ha tenido muchos problemas”, incluyendo la muerte de un hijo adolescente. La oposición birmana está bastante cabreada con él. “Es la causa de todos estos problemas. Es un imbécil”, dice Kyi Win, uno de los abogados de Suu Kyi.


Yettaw grabó un video de dos horas en el que explicaba cómo había conseguido cruzar, con la ayuda de esas dos aletas caseras. El video se ha presentado en el juicio como prueba.


Tampoco han faltado las teorías de la conspiración: la junta acusa a Yettaw de ser agente de una potencia extranjera. Y en las calles de Rangún se comenta que es todo una provocación de los militares. ¿Cómo Yettaw había conseguido burlar a los vigilantes… dos veces? Además, el arresto domiciliario de Aung San Suu Kyi expiraba el próximo 27 de mayo, es decir, dentro de dos días. Muchos creen que la junta ha utilizado a Yettaw de algún modo para prolongar el castigo.


En todo caso, una fea, extraña historia. Como dice un conocido mío, “no hay nada más peligroso que un tonto con iniciativa”.


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*El resumen más equilibrado que he encontrado sobre la historia y situación de Birmania está en el libro, recién publicado, de Rafael Poch, “La actualidad de China”. Poch ha sido el corresponsal de “La Vanguardia” en China durante seis años, y ha viajado extensamente por la región. El libro incluye una parte, “Fronteras”, en la que habla de algunos países colindantes con el coloso chino: Mongolia, Corea del Norte, Vietnam y Birmania.


2 comentarios:

  1. Qué fue de tu paso por Madrid, Dani, te pose un sms, no sé si conservas tu movil.
    bss, nt

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  2. Lo peor de todo es que seguramente sea de verdad un imbécil con buenas intenciones que la ha metido hasta el fondo. Oye, qué tal la reentrada? Qué tal estás?

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