En el Triángulo de Oro (la región fronteriza entre China, Laos, Tailandia y Birmania), los nombres de Wei Hseuh-kang y Bang Ron inspira un temor reverencial. No es de extrañar: según el Departamento de Estado de los EE.UU., su cártel de la heroína es el más importante del Sudeste Asiático, tal vez del mundo, y ya sabemos que esa gente no se anda con tonterías. Desde
Wei Hseuh-kang nació en la provincia china de Yunán, pero obtuvo la ciudadanía tailandesa en 1985. En 1988 se le arrestó en relación al decomiso de un alijo de 680 kilos de heroína en Chiang Mai, y se le condenó a cadena perpetua. Pero Wei apeló la sentencia y, extrañamente –o no tanto-, se le concedió la libertad bajo fianza, circunstancia que aprovechó para esfumarse. Reapareció al otro lado de la frontera, donde reorganizó su negocio, creando una narcoguerrilla, el Ejército Unido del Estado Wa (UWSA, por sus siglas en inglés), para protegerlo. En 1990, un tribunal tailandés le condenó in absentia a la pena de muerte.
Bang Ron es otro peligroso narcotraficante, y, curiosamente, el mejor amigo de Wei. Nacido en Bangkok, musulmán, escapó a un arresto después de que la policía descubriera 750.000 metanfetaminas en su casa, y huyó a Birmania, donde le esperaba Wei.
Tras la independencia del Imperio Británico en 1948, el estado birmano ha tenido que hacer frente constantemente a insurgencias regionales de corte étnico, algunas de las cuales –como la de los Karen- todavía perduran. Pero en 1989, el Comandante General Khin Nyunt, jefe de la inteligencia militar birmana, negoció el alto el fuego con otras muchas, ofreciéndoles privilegios como el derecho a administrar su territorio.
Ahora llegamos a lo interesante: ambos gángsteres viven en un búnker en mitad de la jungla birmana, protegidos por trescientos tíos armados y un sistema de misiles antiaéreos. El complejo está a cinco metros de profundidad, y consta de cuatro edificios que incluyen una sala de conferencias, un laboratorio de metanfetaminas, un centro de entrenamiento militar y una cocina. Algunos diplomáticos y oficiales de inteligencia occidentales han especulado con la posibilidad de tirarles un misil. Pero el búnker está sólo a veinte kilómetros de la frontera china, lo que lo hace imposible sin crear un incidente diplomático.
En realidad, la mejor protección de ambos hombres son sus contactos: se dice que a nadie le interesa capturar a Wei Hseuh-kang o a Bang Ron, porque un proceso contra él podría acabar implicando a altos cargos de la administración birmana, china, vietnamita y tailandesa (los países en los que la organización de Wei hace negocios). El desertor que habló con el “Bangkok Post” declaraba con rabia: “No todos los miembros del UWSA están contentos con lo que hace Wei. Algunos le odiamos por ello”. Pero los dos gángsteres permanecen intocados en medio de la jungla. Otra triste historia de Asia.
Una de las dos fotos que existen de Wei.
Si los ojos son el espejo del alma...
¡Qué cojonazos!
ResponderEliminarPD: ya ves que mis comentarios se están volviendo de lo más intelectual ;-)
César: ¿dónde está tu dialéctica tan poética de las primeras entradas?, que, por cierto, me encantaba. un abrazo.
ResponderEliminar