viernes, 3 de abril de 2009

Duch



El viejo se levanta de su silla, saluda al tribunal, parpadea nervioso. Parece tan vulnerable… Cuesta creer que aquel anciano indefenso sea el responsable de la muerte de unas 40.000 personas, y uno de los asesinos más fríos y sanguinarios de la historia. Aunque, al parecer, nunca mató a nadie personalmente.

Kang Kek Ieu, alias “Duch”, está siendo juzgado estos días por los crímenes cometidos bajo su mando durante el período de la Kampuchea Democrática. En aquella época, Duch era el responsable de seguridad del estado y el director del centro de interrogatorios de Tuol Sleng, del que ya he hablado. Siguiendo sus órdenes, bandas de muchachos fanatizados torturaron y ejecutaron brutalmente a decenas de miles de sospechosos de ser “enemigos de la revolución”. El periodista italiano Alessandro Ursic y yo acudimos a las Cortes Extraordinarias para hacer un reportaje sobre los juicios, y ver lo que se cuece por ahí.

Está allí Nic Dunlop, el fotógrafo que encontró a Duch a finales de los años 90. Dunlop es un tipo larguirucho, orejudo, simpático, tremendamente irlandés, que vive en Bangkok. Le pregunto por aquella historia, que resulta ser fascinante. Me cuenta que durante años, en cada una de sus visitas a Camboya, llevaba en la cartera una vieja fotografía de Duch, que enseñaba a los lugareños. “Yo estaba obsesionado con Camboya, con su violenta historia, y pensaba que un tipo como él podía darme algunas claves sobre por qué había pasado todo aquello. Más: podía señalar a algunos responsables”.

Hasta que un día, de casualidad, dio con él: “Yo estaba en el norte del país, haciendo un reportaje con una organización de desminado. Un hombrecillo que trabajaba con una ONG cristiana se acercó, y le reconocí. Ese hombre era Duch”. ¿Qué sintió en ese momento?, le pregunto. “Nada especial, la verdad. Fue un momento de lo más vulgar”, dice con una sonrisa. Días después, Duch se entregó a las autoridades. Desde entonces ha vivido encarcelado a la espera de juicio.

Antes de ser Duch, Kang Kek Ieu fue profesor de matemáticas. En Camboya, los profesores, tradicionalmente, inspiraban un respeto reverencial. Sus órdenes jamás eran cuestionadas. Tenían potestad para apalear a los niños –y lo hacían- sin que nadie osase protestar. Su autoridad jamás era cuestionada. Tal vez no sea casual que muchos de los cuadros de S-21 fuesen antiguos profesores, varios de ellos antiguos compañeros de Duch.

Kang Keg Ieu se unió a la revolución prácticamente obligado por Sihanouk: a principios de los 60, el monarca no toleraba ningún tipo de crítica. Toda oposición era tachada de “comunista”, y duramente perseguida por la que entonces era la mano de hierro de Sihanouk, el general Lon Nol. Duch era abiertamente izquierdista, pero no un Jemer Rojo. Tras ser arrestado y torturado en las cárceles de Lon Nol, pasó a la clandestinidad y se unió a la guerrilla, cambiando su nombre por el de Camarada Duch.

La psique de Duch es extraña. Uno se siente tentado de pensar que esas torturas le produjeron una terrible sed de venganza, y que ésa es la razón por la que se portó de manera tan cruel con los prisioneros. Pero al parecer no es así: Duch, por supuesto, albergaba rencor contra sus torturadores, pero éste no le dominaba. Duch no torturaba para vengarse, sino por convicción. Las prisiones de Sihanouk no le cambiaron: le enseñaron cómo se hacía el trabajo. En su estantería tenía un libro titulado “La torture”, del francés Alec Mellor, en el que se denunciaba el uso de la violencia en los interrogatorios en la Francia contemporánea. Pero Duch lo usaba como manual.

Para 1972, ya era el jefe de seguridad del Partido Comunista de Kampuchea. En aquella época organizó las primeras prisiones secretas y centros de interrogación, llamadas M-13 y M-99, en la región de Amleang. En estos lugares, Duch empezó a experimentar con la tortura como medio de obtener información. Cuando en 1975 se mudó a S-21 (Tuol Sleng), más de 20.000 personas habían sido ejecutadas en estos dos centros. Crímenes, por cierto, que no serán juzgados, porque la jurisdicción de este tribunal sólo cubre el período de la Kampuchea Democrática (1975-79).

Pero ahora, parece tan débil, tan inofensivo…

En la pantalla -estamos en la sala de prensa: no se admiten cámaras en el tribunal-, Duch se levanta y empieza a hablar. “Admito mi responsabilidad por los crímenes cometidos en Tuol Sleng. Sólo espero que puedan perdonarme”, dice. Y más adelante: “Yo también tenía familia. Seguía órdenes, y jamás me atreví siquiera a pensar en cuestionarlas”.

¿Ese arrepentimiento es un truco? A la salida del tribunal, un monje llamado Thuch Mon, dice: “Desde una perspectiva budista, si alguien comete un error, se le debe perdonar, siempre que tenga la intención de reformarse. Claro, que esa no es necesariamente la perspectiva legal”.

Nic Dunlop sacude la cabeza. “Yo también pensaba eso del ancianito, pero ahora le he visto hablar… y no, tío, no”, comenta. “Ése es Duch, no cabe duda”.

3 comentarios:

  1. Y qué reacciones está causando entre los camboyanos? Se habla de esto en la calle? Gracias por compartirlo con nosotros. Seguro que estás disfrutando un montón con un tema tan interesante viviéndolo en primera persona. Un abrazo amig

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  2. Nic pelirrojo y...britanico???

    La ultime vez que yo vi a Nic tenia el pelo mas bien castano oscuro y era irlandes...no estaras escribiendo el blog desde soi cowboy no??? ;)

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  3. Mmm... ¿Digamos, castaño claro? (a mí me pareció pelirrojo, lo juro...) Y lo de británico, lo digo porque se pasa medio libro hablando de su adolescencia en Londres... Pero vamos, que ya veo que he metido la pata...

    Corrijo en el post.

    Daniel

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