La apurada vida de los "quinientoseuristas" griegos
DANIEL IRIARTE - Enviado especial a Atenas
Como el 70% de los universitarios griegos, Dora tiene que trabajar de camarera para pagarse los estudios de Microbiología. Pero con un horario de ocho horas al día, cinco días por semana, no tiene demasiado tiempo para ir a clase. «Uno de los días que libro es siempre entre semana, y aprovecho para pasarme por la facultad y que me dejen los apuntes» cuenta. ¿El salario? 700 euros al mes, «más las propinas».
Dora es el perfecto ejemplo de lo que en los últimos años se venía conociendo como «Generación 700»: licenciados universitarios forzados a ganarse la vida en los más inesperados trabajos por 700 euros. Los «mileuristas» de Grecia. Sólo que aquí nadie sueña con cobrar mil euros en su primer trabajo. Y las cosas, como se ha visto, han ido a peor. Entre las medidas de ajuste acordadas por el gobierno y el FMI, va incluida una reducción del salario mínimo para trabajadores no cualificados, hasta los 540 euros. Preguntada al respecto, Dora se encoge de hombros. Al menos, para su próximo trabajo, ella ya tiene experiencia como camarera.
«Con 540 euros no se puede vivir, a eso no se le puede llamar vida», nos dice Pavlos, de 18 años, estudiante de Informática. «Sin enchufes, es imposible obtener un buen trabajo en este país. Y yo quiero tener un buen trabajo, y un buen sueldo. ¿Qué hay de malo? Soy un capitalista», comenta riéndose.
«¿Qué quieres hacer con 540 euros? Una habitación en el centro de Atenas cuesta al menos 300», se queja Panaiotis, estudiante de Económicas, de 23 años. Su compañero, Mihalis, puntualiza: «En las afueras son mucho más caros. En el centro son todo edificios viejos, son una basura». «En Atenas todo el mundo vive con sus padres, es imposible pagarse un piso», explica Panaiotis. Mihalis nos cuenta que una cerveza cuesta entre cinco y siete euros, y cenar en un restaurante de lo más sencillo, «mínimo veinte euros». Nos lo explica para que nos hagamos idea de cómo es la vida con 500 euros.
«Con 540 euros no se puede vivir, a eso no se le puede llamar vida», nos dice Pavlos, de 18 años, estudiante de Informática. «Sin enchufes, es imposible obtener un buen trabajo en este país. Y yo quiero tener un buen trabajo, y un buen sueldo. ¿Qué hay de malo? Soy un capitalista», comenta riéndose.
«¿Qué quieres hacer con 540 euros? Una habitación en el centro de Atenas cuesta al menos 300», se queja Panaiotis, estudiante de Económicas, de 23 años. Su compañero, Mihalis, puntualiza: «En las afueras son mucho más caros. En el centro son todo edificios viejos, son una basura». «En Atenas todo el mundo vive con sus padres, es imposible pagarse un piso», explica Panaiotis. Mihalis nos cuenta que una cerveza cuesta entre cinco y siete euros, y cenar en un restaurante de lo más sencillo, «mínimo veinte euros». Nos lo explica para que nos hagamos idea de cómo es la vida con 500 euros.
En la calle comercial de Ermou hay un grafiti: la silueta en blanco y negro de un policía antidisturbios con la porra lanzada hacia adelante; sobre ella, una salpicadura de pintura roja, imitando la sangre. Debajo, una leyenda: «Futuro, dicen».
A pocos metros de allí, Luciano hace de chico para todo en un restaurante. Estudia y trabaja. «¿Ves esta calle? Es toda de la misma persona; es el dueño de estos dos bancos, de estos grandes almacenes, de ese edificio, de aquel otro... Se llama Andreas Vgenopoulos, y es uno de los hombres más ricos de Grecia», dice. (Vgenopoulos es también el dueño del banco Marfín Egnatia, en el que tres trabajadores murieron asfixiados el pasado 5 de mayo durante la huelga general, cuando los manifestantes prendieron fuego a la sucursal). «Y yo aquí, trabajando por 400 euros de mierda», concluye.
A pocos metros de allí, Luciano hace de chico para todo en un restaurante. Estudia y trabaja. «¿Ves esta calle? Es toda de la misma persona; es el dueño de estos dos bancos, de estos grandes almacenes, de ese edificio, de aquel otro... Se llama Andreas Vgenopoulos, y es uno de los hombres más ricos de Grecia», dice. (Vgenopoulos es también el dueño del banco Marfín Egnatia, en el que tres trabajadores murieron asfixiados el pasado 5 de mayo durante la huelga general, cuando los manifestantes prendieron fuego a la sucursal). «Y yo aquí, trabajando por 400 euros de mierda», concluye.
Esa frustración, la sensación de estar pagando por los errores de otros, es uno de los grandes motores de las protestas en Grecia. Así parece evidente en la universidad T.E.I., empapelada de carteles políticos. «Más de la mitad de los universitarios que trabajan acaban dejando los estudios», cuenta Jordan, alumno de Bellas Artes y militante de las Juventudes Comunistas. «A la gente le toca pagar con su trabajo, y con el empobrecimiento de sus estudios, toda esta... estupidez de los políticos».
Casi todos los estudiantes con quienes charlamos quieren emigrar. A Francia, Alemania, EE.UU., Gran Bretaña... Algunos, sobre todo chicas, mencionan España. «Va a ser difícil, tenemos miedo del racismo», dicen Katerina y Ioanna, de 19 años, estudiantes de Arquitectura. ¿Habéis estado en el extranjero?, les preguntamos. «¡Claro! En muchos sitios de Europa. Pero es muy diferente cuando vas de turista. Mira, aquí hay un inmenso desempleo, y los griegos creen que el que viene de fuera está robando un puesto de trabajo. Supongo que será igual en todas partes», dice Katerina.
«Entrar en esta escuela de Arquitectura es muy difícil, son al menos cinco años de estudio. Y yo prefiero irme a otro país que trabajar en algo que no sea lo mío», asegura Loanna.
«El paro ahora mismo es del 12% -nos explica Elías Tzavalis, experto en Econometría-. El sector público no va a contratar a nadie por un tiempo, así que la única esperanza está en el sector privado. Pero éste no está reaccionando, no hay expectativas de crecimiento, así que los jóvenes se van», comenta. «Esa emigración es un grave problema. Desde hace dos años se van los mejor preparados, y ya no quieren volver. Nos estamos quedando sin gente con formación», comenta su colega Apostolis Filipopoulos.
«Yo me quiero quedar en Grecia», asegura Polivios, de 18 años, estudiante de Informática. «¡Es el único tío en todo el país!», dicen sus amigos entre risotadas. «No, en serio, Grecia es el mejor sitio del mundo para vivir. Pero no creo que las cosas mejoren, así que supongo que al final tendré que irme también».
«Si las cosas cambian, a lo mejor me quedo», dice la menuda Alexandra Zacharopoulou, estudiante de Administración de Empresas. «Hemos tocado fondo, así que esto tiene que mejorar. La pregunta es: ¿cuándo?». Su compañero, Acheilas Thanos, sacude la cabeza.«No creo que haya ninguna razón para quedarse. Los políticos nos hacen creer que las cosas no pueden cambiar».
«Si mi familia puede pagármelo, me iré al extranjero. No me malinterpretes, mucha gente piensa: si tienes dinero para irte, ¿cuál es el problema? Mis padres trabajan muy duro, y han ahorrado algo, pero no somos ricos», cuenta Gregory, de 21 años, estudiante de Económicas. «Somos clase media, pero la clase media va a desaparecer», asegura su compañero Michael.
«Si mi familia puede pagármelo, me iré al extranjero. No me malinterpretes, mucha gente piensa: si tienes dinero para irte, ¿cuál es el problema? Mis padres trabajan muy duro, y han ahorrado algo, pero no somos ricos», cuenta Gregory, de 21 años, estudiante de Económicas. «Somos clase media, pero la clase media va a desaparecer», asegura su compañero Michael.
«Haré un máster, seguramente en Inglaterra, y pienso quedarme fuera por lo menos diez años. Grecia es un país maravilloso para venir de vacaciones, pero para vivir es un desastre», asegura Gregory. De repente, a nuestro lado pasa un joven con gafas de sol de diseño y una camiseta en la que se lee: «¿Pero qué crisis?». Los dos muchachos comentan: «Menudo cretino».
Aunque no todos creen que la solución sea marcharse del país. «Tal vez sea una salida individual, pero eso no va a resolver los problemas de Grecia», comenta Jordan. «Tenemos que romper ese círculo vicioso». «El único camino es que la gente siga adelante. Siempre hay una manera», concluye el optimista Vassili, diecisiete años, estudiante de Tecnología Alimentaria, un asiduo de las manifestaciones. Pero él, nos confiesa, vive en un piso de 350 euros en el centro de Atenas. Lo pagan sus padres, por supuesto.
"Cuando las barbas del vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar".
ResponderEliminar¡Efectivamente, hemos sido los siguientes!, aunque seguiremos peleando para:
¡Que las crisis la paguen los ricos!.