lunes, 8 de junio de 2009

Moe Swe


Introducción: Ecos de Birmania, Primera Parte.


Estoy haciendo un reportaje para VJM, la televisión en internet con la que estoy colaborando, sobre los inmigrantes birmanos en Mae Sot, una ciudad fronteriza al noroeste de Tailandia. Mi amigo Gaspar Canela, el corresponsal de la agencia EFE en Tailandia, y un servidor, nos personamos allí.


El monzón no perdona, así que durante los siguientes cuatro días pasamos muchas horas bajo techo, en restaurantes callejeros, en sedes de asociaciones, en el porche del hotel, esperando a que escampe. Llueve, llueve, llueve. A ratos, la lluvia para durante unos pocos minutos, que aprovechamos para desplazarnos a otro lugar en la moto que hemos alquilado.


Hay más de dos millones de birmanos en Tailandia, la mitad de ellos de forma irregular. Algunos son refugiados políticos, pero la mayoría son meros inmigrantes económicos, desplazados por la pobreza. Un cuarto de millón se concentran en Mae Sot, o en el cercano campo de refugiados de Mae La. Desesperados por trabajar, son empleados por empresarios tailandeses, chinos, taiwaneses, como mano de obra barata, explotados en las casi 250 fábricas de la ciudad. Esa es la historia que hemos venido a hacer: como lo define acertadamente una voluntaria, es “la capitalización del sufrimiento ajeno”.


Yaung ChiOo es una asociación de trabajadores que intenta asesorar a estos trabajadores sobre sus derechos laborales, y con la que hemos contactado previamente. En nuestro segundo día en Mae Sot conocemos a su fundador, Moe Swe. Pero una entrevista que debería ser sobre derechos laborales se convierte en una charla política sobre Birmania.


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Mae Sot, 4 de junio de 2009

Moe Swe es uno de los estudiantes del Instituto de Tecnología de Rangún que se unió a las protestas de 1988. Cuando la represión se volvió implacable, escapó a Tailandia, donde se unió a la guerrilla que estaban formando los estudiantes huidos. “Estuve en la jungla durante doce años, como guerrillero", explica. "Las armas las obteníamos de las guerrillas étnicas, sobre todo los Karen y los Mon”. Prácticamente desde su independencia en 1948, Birmania ha estado haciendo frente a revueltas regionales de carácter étnico. El ejército birmano las ha reprimido con dureza en cada ocasión, por lo que, al principio, los guerrilleros de estas etnias sospechaban de los estudiantes. “Para ellos, éramos birmanos, como los que les cazaban en la jungla. Les decíamos: ‘eh, es el ejército el que os reprime, no los estudiantes’. Tardaron tres años en confiar en nosotros”, nos cuenta.

A mediados de los 90, Moe Swe se dio cuenta de que había ya un millón de inmigrantes birmanos en Tailandia, que vivían en condiciones espantosas y a las que había que prestar atención también. Por eso, decidió crear la organización, que se materializó en 1999. “Considero mi trabajo como parte de un movimiento pro-democracia más amplio”, asegura, aunque sus éxitos son limitados. “La estrategia de la junta [militar] en Birmania es mantener en la cárcel a aquellos implicados en asuntos políticos. El resultado es que la gente teme meterse en política, e incluso apoyar a aquellos que dan la cara”, se lamenta. La cosa no es ninguna broma: a aquellos que participaron en la “Revolución azafrán” de 2007 les cayeron hasta 24 años de cárcel.


Le preguntamos si, como birmano, cree que la política de sanciones seguida por los EE.UU. es positiva, o tiene consecuencias sobre la población civil (pensando en el caso del Irak de Sadam Hussein, donde el embargo provocó la muerte de medio millón de niños iraquíes). Para mi sorpresa, asegura que las sanciones son eficientes. “El SPDC –el autodenominado Consejo Estatal para la Paz y el Desarrollo, es decir, el gobierno militar- es el grupo más castigado por las sanciones. Se están gastando millonadas intentando lavar su imagen en los EE.UU., lo que demuestra que sí les afecta. En cuanto a la población civil, ya había un millón de desplazados antes de la imposición de las sanciones”, afirma Moe. Se queja de que no exista consenso al respecto (la política de la UE respecto a Birmania no es firme, y otros países, como China, Tailandia, Japón o India hacen negocios abiertamente con la junta. Birmania es un país rico en recursos minerales y energéticos, especialmente piedras preciosas y gas). “Es normal, es una cuestión de los intereses de cada país. India al principio nos apoyaba al cien por cien, pero desde 1996 empezaron a temer el acercamiento de China, así que comenzaron también a negociar con la dictadura. Pero es un problema para nuestro movimiento”, dice. “Si hubiese un mismo acercamiento al problema, si todos los países apoyasen las sanciones, la junta caería”, afirma.


Gaspar le pregunta si no cree que, aún en el caso de que Birmania acceda a la democracia, seguirán teniendo problemas con las guerrillas étnicas. “Ya no, gracias a 1988”, responde. “Estos movimientos han aprendido que no estamos contra ellos. Ya no reclaman la independencia, sino autonomía”. La solución que contemplan es un estado federal. Le digo que eso puede ser cierto para los Karen, pero en algunos casos, como el estado Wa, las guerrillas son ahora mismo una milicia que protege a narcotraficantes. Pero Moe Swe sacude la cabeza: “ahora mismo, las guerrillas hacen estas cosas para financiarse. Cuando tengamos un ejército nacional en el que todos estén integrados, ya no tendrán por qué hacerlo”, dice con una gran sonrisa. ¿Se lo cree de verdad? Quién sabe… En todo caso, ese momento parece tan lejano aún…


3 comentarios:

  1. siento la frivolidad, pero ¿hacía frío? Lo digo por la bufanda que luce en la foto...

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  2. Es que la foto la he sacado de internet...

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