martes, 23 de junio de 2009

Arrojar piedras


Estoy en el barrio árabe de Bangkok, disfrutando del raro privilegio de una shisha y una cerveza al mismo tiempo. Cuando aterricé aquí directo desde El Cairo, esta zona me sirvió de cámara de descompresión, y ha seguido siendo uno de mis lugares favoritos en la ciudad. Ahora que vuelvo a Oriente Próximo, donde llevo un par de meses que estoy pero no estoy, la música de laúd, los neones en árabe y el humo dulce de la pipa de agua me ayudan a hacerme a la idea de que sí, me estoy yendo. Vivir en período de prórroga es estresante. Delante de mí, el asfalto está mojado por la lluvia monzónica de media tarde. Es, pues, una escena extraña.


En este tiempo me he hecho amigo del sirio que está al cargo, Bassem. Habla un poco de español, porque vivió unos años en Venezuela. Entre su magro castellano y mi árabe más magro aún, nos vamos entendiendo, y nos echamos unas risas. Los camareros, en cambio, son birmanos. Hablan inglés, pero normalmente permanecen en silencio en un rincón, salvo cuando están sirviendo las mesas.


Hoy, la cerveza sabe más amarga que de costumbre. He vuelto de Mae Sot sabiendo dos o tres cosas más sobre mí mismo. Lo que me deprime no es la situación de esos birmanos, sino el que la situación de esos birmanos no me deprima. Yo ya sabía cómo estaban las cosas antes de ir allí. Lo del vertedero, lo reconozco, me impresionó más de lo esperado. Pero el resto es una vieja historia: un proyecto para exprimir a los que no pueden protestar. Como las 'maquiladoras' –las cadenas de montaje de electrodomésticos gringos- en Ciudad Juárez y Tijuana, como los campos de fresa en Cataluña, como las fábricas de la costa en China. Son tantas y tantas injusticias… Y uno se cabrea intelectualmente, pero ya no le hierve la sangre de furia. Claro, no se puede sentirlo por todos, todo el tiempo. Así, hasta que se deja de sentir.


Los hay que pretenden haber dado con la cuadratura del círculo al ejercer el periodismo: una profesión con glamour, en la que se viaja, se gana dinero –sólo en los medios anglosajones-, prestigio y fama, y además se está salvando el mundo. El problema es que ese esquema, simplemente, es falso. En teoría, es fácil justificar el trabajo de un periodista: uno va, ve, lo cuenta, y espera que algo cambie. Pero nada cambia.


(A veces sí, si uno es un fotógrafo del ‘New York Times’ que documenta una matanza de kosovares, al día siguiente el presidente Clinton se desayuna con la foto, y da la casualidad de que bombardear, pongamos, Belgrado, no va en ese momento en contra de los intereses de Washington. Pero yo no trabajo para el ‘New York Times’. Si el ‘Guardian’, ‘Newsweek’ y ‘The Economist’ han escrito artículos sobre la situación de los birmanos en Mae Sot y no ha pasado nada, ¿qué puedo esperar de un video para una desconocida web holandesa?)


Yo estoy en esto para aprender, y eso debería ser justificación suficiente para meterme hasta el fondo de una ciudad-vertedero. Me gustaría, qué duda cabe, que además mi trabajo sirviese de algo. Pero cuando estoy enfocando a la anciana del rastrillo con mi cámara, no estoy pensando en lo dura que es su vida y en cómo puedo ayudarla, sino en lo buenas que son las imágenes. Hay algo pornográfico ahí, claro. Ese es mi trabajo, me digo. Pero es un trabajo que he elegido yo.


Hace unos días, Pablo Andreolotti, un amigo fotógrafo muy dotado que vive aquí en Bangkok, contaba que una vez, al salir de su hotel en Yakarta, vio una imagen de premio: dos niños de la calle esnifando pegamento contra un muro de colores. No llevaba la cámara encima, así que subió a la habitación a por ella. Pero mientras la cogía, decidió no hacer la foto. No aportaba nada nuevo: “Si al menos la gente no supiese que los niños de la calle de Yakarta esnifan pegamento…”. Se dio cuenta de que si tomaba esa fotografía, iba a ser sólo uno más de esos que, de algún modo, obtienen un beneficio a costa de esos niños, se aprovechan de su miseria. Es uno de los constantes dilemas de los que nos dedicamos a esto, y cada uno se busca su coartada moral. Pero sé que yo hubiera hecho la foto. Me pregunto por qué. Y tengo miedo de responderme.


En la calle, una anciana cojea una limosna, y, como siempre, le digo que no. Una limosna, por supuesto, no resuelve nada, y hay demasiados mendigos. La solución está en otra parte. Aunque no creo que yo esté buscándola. Miro a la vieja, miro a los camareros birmanos, y no puedo sentir compasión –aunque la racionalice-. Aquellos que trabajan con grandes tragedias –equipos de socorro, cirujanos, policías- necesitan separarse emocionalmente de lo que ven, o de otro modo no podrían desempeñar bien su tarea. Pero esto es diferente: es una mera callosidad emocional. Como no se puede empatizar con todas las tragedias, uno va empatizando menos cada vez. La enfermedad del cinismo, lo llaman algunos. Inevitable, tal vez. Pero no tiene por qué gustarme.


Ramón Lobo siempre cita a Marta Gellhorn, una periodista excelente –y mujer de Hemingway por un tiempo, hasta que él no pudo soportar los celos profesionales-, quien solía decir: “Mi trabajo es como arrojar piedras en un estanque. No tengo forma de saber hasta dónde llegan las ondas, pero al menos tiro piedras”. Cuando yo era estudiante de periodismo en Madrid, tenía una cita del iraní Abbas escrita en el armario: “Los fotógrafos no podemos cambiar el mundo, pero podemos mostrar por qué el mundo tiene que cambiar”. Bellas palabras, pero esta noche no me sirven.


6 comentarios:

  1. No sé si estás inspirado, o melancólico y un poco "depre" por tu marcha, pero es una entrada muy bonita. Las reflexiones que haces, seguro que sirven para cambiar algo, es otro grano de trigo en el granero. ¡Animo! lo estás haciendo muy bien. Un beso fuerte

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  2. No te preocupes, aquí acabamos de "liberar" 450 chinos explotados en Mataró. Trabajaban 15 horas diarias por 20 euskos, dormían junto a la máquina de coser (imagínate donde se aseaban o hacían sus necesidades) y los pobres están pidiendo a gritos que los dejen en paz, que quieren vivir esclavos, que ni hablar de volver a su país y que como no les dejen trabajar a ese ritmo no van a saldar su deuda con la mafia que los trajo en la vida.
    Y nosotros, mirando. Esperando a que empiece la Liga de fútbol de una puta vez.

    Supongo que es la vida.

    karlos.

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  3. Muy buena entrada, sr. Iriarte.
    Creo que ese tipo de situaciones nos afecta más de lo que nos creemos. Cuando volví de Pekín -y eso que solo fueron 6 meses- estaba perdido, porque veía que la gente se pasaba por la piedra pequeños detalles que a un currela chino le apañan un mes entero.
    Por no hablar de los occidentales de vuelta de todo que solo deseaban la muerte de esa gente que lo único que les inspiraba era asco. Asco por tener costumbres distintas y por no levantarse contra un régimen que les tenía enfilados. Más de una vez tuve que recordarles que Franco murió en la cama.
    El primer paso para cambiarlo es haberlo visto, ser consciente de que existe. No sólo saberlo, sino conocerlo. ¿Que no podremos cambiarlo? Aunque en pequeñas dosis, contribuiremos a difundirlo. Y eso ya es algo.
    Llevas razón en que no se puede sentir lástima por todos y por todo. Que cuanto más se ve, menos se siente, pero es un inicio.
    No sé si nuestras piedrecillas cruzarán alguna vez el Ebro. Pero yo estoy convencido de que debemos continuar lanzándolas.

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  4. El MESIAS vino a salvar el mundo y mira la tarea que dejó. No querrás ser más que Él.
    De jovenes pensamos que podemos cambiar el mundo, cuando te salen canas te conformas con ir empujando para que esta socidad sea más justa, eso sí sin perder la esperanza.

    Tu trabajo y reflexiones Daniel son importantes, haces que conozcamos realidades que despiertan conciencias. La tuya no esta dormida, tranquilo, y seguro que aunque no puedas cambiar el mundo puedes mostrar por qué el mundo puede cambiar. Yo me lo creo.

    un beso y se feliz

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  5. Varias cosas:

    1. Recuerdas al que se fue con una cámara buscando a los skins de ciudad universitaria que ya no están por allí? Y el grupo de jóvenes que ha conseguido que Unicaja ceda y no se cierre el Jhonny?

    2. Piénsalo al revés. Cómo sería el mundo si encima no hubiese nadie que denunciase las injusticias? Cómo vive la gente en los países donde no hay prensa libre?

    3. A parte de que los periodistas de The times, The economist, etc no habrán empezado a trabajar directamente para esos periódicos, para cambiar las cosas hace falta atacar por todos los frentes y crear un clima de opinión que favorezca esos cambios.

    4. Y en pequeña escala. No crees que tus amigos, los lectores del blog, los que han visto el rumor de la arena o los que se han tomado unas cañas contigo, entendemos mejor el mundo que nos rodea gracias a TI???

    No gracias a los medios de comunicación o a informes del pnud sino gracias a tus ojos, una parte de nosotros que va por el mundo para contarnos lo que ve. Y nosotros lo contamos cuando sale el tema "pues yo tengo un amigo en...". Y si alguno de esos llega a puestos de responsabilidad, podrá tomar mejores decisiones gracias a ti.

    No sé si mejorarás el mundo, pero al menos nos haces mejores a nosotros. Así que sigue tirando piedras. Un abrazo, amigo mío!

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  6. Puedes ver también niños esnifando pegamento en la calle Boggiero (esquina con calle Cerezo)y en el autobús 35 de tu ciudad natal, Zaragoza.
    Una buena foto, supongo que hay injusticias en todas partes.
    ¿Es culpa de la globalización?
    En Zaragoza también hay miseria e injusticia. Vete al rastro que han trasladado al flamante Parking Sur de la EXPO y mira los policías escoltando a los basureros que arrebatan lo poco que han podido "reciclar" de la basura un puñado de inmigrantes.
    No hay que irse muy lejos a buscar tragedias y fotos.

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