miércoles, 17 de junio de 2009

Un refugiado


Ecos de Birmania, Segunda Parte


Mae Sot, 7 de junio


Estamos frente al llamado Puente de la Amistad con Birmania, un mastodonte de cemento que se levanta sobre el río Sai. Al fondo, dos monjes enseñan su documentación en la garita de frontera. Sus túnicas son rojas, lo que les identifica como birmanos: en Tailandia, los monjes van de naranja. Algunas camionetas hasta arriba de personas y fardos cruzan en ambas direcciones. Pero la mayoría de la gente pasa la frontera caminando, con bultos en la cabeza y niños en el costado.



Hemos venido porque, en teoría, una manifestación de disidentes birmanos iba a cruzar el puente gritando cánticos a favor de Aung San Suu Kyi. “Habrá un millar de personas”, nos decían anoche, entre cervezas, los entusiastas activistas. “Va a ser algo importante”. Al final, han venido unos cincuenta manifestantes, y la policía tailandesa les ha impedido el paso a un centenar de metros del puente. Para cuando Gaspar y yo hemos llegado en nuestra moto alquilada, la fiesta ya se había acabado.


El monzón no da tregua. De repente una cortina de agua se desploma sobre nosotros, así que nos guarecemos en un café. Allí, un hombre se interesa por nosotros.
- ¿Sois periodistas?

- Si.

Se sienta en nuestra mesa. Se llama William, nos dice, y es un refugiado político de Birmania. Al averiguar que somos españoles, empieza a hablarnos en castellano.

- Yo era guía turístico en Birmania. Aprendí en una escuela de Rangún, con la única profesora de español de todo el país.

- ¿Ella era de España?

- No, birmana. También habla francés e italiano, muy bien. Esta mujer nos enseñó la gramática básica, y el resto lo aprendí con los turistas.


El castellano de William es más que aceptable. Nos dice que los españoles se empeñan en viajar a Birmania en agosto, que es la peor época del año, por las lluvias. Gaspar y yo nos sonreímos.


William se marchó tras la llamada “Revolución Azafrán”, la revuelta de 2007. Estaba asustado de las posibles represalias. Con sus escasos ahorros, compró un coche viejo por 200 euros, y ahora se dedica a hacer de taxista por Mae Sot.

- En Birmania ganaba 30 euros al día, aquí sólo 150 baht (menos de 3 euros y medio) -
Lo peor, dice, es que a veces la gente le alquila el coche, y él no sabe para qué. Los otros lo utilizan para pasar a gente clandestinamente por la frontera. Si les pillan, a él le cae una multa también. - La primera vez tuve que pagar 1.000 baht, las dos siguientes, 3.000 y 5.000. Por el alquiler me pagan 300 baht, así que, como veréis, es un mal negocio.

La cosa está tan mal que William está pensando en volver a Birmania.
- Creo que no me están buscando, porque siempre que había una cámara, yo me escondía. No creo que tengan mi imagen como uno de los participantes en las protestas.


Desde hace años, Aung San Suu Kyi y los líderes de la Liga Nacional por la Democracia vienen pidiendo a los turistas que no vayan a Birmania, porque eso beneficia a la junta militar. La Lonely Planet sobre este país empieza con una reflexión acerca de si se debe ir o no. En caso de que uno decida hacerlo, la guía indica varios modos de evitar que el dinero, en la medida de lo posible, vaya a parar a la junta. Le preguntamos a William sobre eso.


- Bueno, yo era guía turístico y ahora soy refugiado, así que mi opinión es bastante equilibrada – nos dice. – Yo creo que el turismo es bueno para Birmania. Al fin y al cabo, la junta tiene otras formas de financiarse. - Cierto: desde los negocios del gas hasta la extracción de jade y esmeraldas, pasando por los trabajos forzados (no sólo de los prisioneros políticos: en ocasiones, los militares obligan a los campesinos a trabajar en obras públicas durante unas semanas, sin pagarles nada. A veces, esto significa perder la cosecha, con la consiguiente aparición del hambre).

Deja de llover, así que nos levantamos. William, siempre en busca de trabajo, se ofrece como conductor. Le decimos que gracias, pero ya tenemos moto. Antes de irse, junta las palmas de las manos, inclina la cabeza y se despide con un wai, el saludo budista.

- Hasta luego, amigos – dice, en un correcto castellano que, en este contexto, parece un poco fuera de lugar.

3 comentarios:

  1. Querido Daniel, como tú bien sabes el textil no me deja tiempo ni para leer, pero hoy, en uno de los trayectos de 27 km entre Dhaka y Narayanganj he decidido que ya estaba hasta los cojones de trabajar y he empleado las 3 horas de viaje para chuparme la batería del portátil leyendo abril, mayo y junio de tu blog.

    Evidentemente ahora mismo quiero un hijo tuyo, jajajaja. No te preocupes, se me pasará...

    Hay que ver qué pozo de erudición que estás hecho, chaval!!

    Un fuerte abrazo desde Bangladesh.
    Bhalo thako.
    Paco.

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  2. Felicidades por esta entrada, una de las mejores del último mes, aunque me quede la duda de quién narices lee tu blog deesde Irving, Texas.

    Seguiremos investigando

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  3. Muy buena entrada Dani, aunque yo quería felicitar a Paco, si ha sido capaz de leerse de un tirón tres meses de entradas y no morir en el intento jeje. Un abrazo amigo!

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