viernes, 16 de enero de 2009

Un apartamento en Bang Na


Año nuevo… Regreso a Bangkok, a mi apartamento de 30 metros cuadrados y ochenta euros al mes. Y, tras dejarlo como una patena –tras cuatro meses de viaje sin darle un repaso lo tenía hecho un asquito- y reorganizar el mobiliario, descubro que me encanta, que no me quiero ir de aquí, y que no estoy cansado de Tailandia, como pensaba…


El apartamento está en Bang Na, un barrio que está fuera de los mapas. Está tan lejos que, una vez, un amigo que dormía en mi casa le propuso a la chavala venirse aquí con él, y ella salió, literalmente, huyendo como una comadreja. Y con la misma cara. Y sé que eso de “pues tengo un amigo…” suena a excusa barata. No fui yo, lo juro: si lo hubiese sido lo contaría ahora con todas las de la ley, o me callaría como una trabajadora del sexo, pero no andaría con medias tintas. Cómo mi amigo pensaba trajinarse a la muchacha, dado que en la casa sólo hay una habitación en la que dormíamos otras dos personas, lo ignoro, pero esa es otra discusión distinta...


Porque mi piso se compone de un solo espacio, un dormitorio-despacho-cocina-salón (aunque el cuarto de baño está aparte, afortunadamente). Dada la circunstancia de que, por lo general, vivo solo, eso me facilita mucho la vida, tanto para la limpieza como para cuando quiero sacar unos calcetines del armario sin levantarme de la silla… No veas la energía que se ahorra. Y en realidad no está tan en las afueras: de hecho está junto a una avenida que cruza la ciudad de punta a punta, así que, por regla general, no necesito más de media hora para llegar al centro. Salvo que llueva, que entonces no mola nada. Pero eso sólo pasa durante cuatro o cinco meses al año, con los monzones.


Y si bien no quiero encontrarme dentro de diez años cenando aún bocatas de sardinas mientras veo una película en el ordenador, porque no tengo televisión, de momento la cosa es perfecta. Y lo que ahorro en alquileres, lo que gastaría en Europa cada mes en pagar por un mísero cuchitril sin ventilación –no digamos ya un ático en el centro-, me lo gasto en billetes de avión para seguir trabajando (confiando en que dentro de diez años podré, inshallah, viajar en ‘business’, comer de restaurante y pagar un piso de al menos dos habitaciones). Y sigo chupando millas. Y lo del trabajo, admitámoslo, es un pretexto…


Qué se yo: esto es una forma de vida. Por eso he vuelto.


2 comentarios:

  1. Hasta el Watana y su criado-amante borrachín me caían bien a mí. Con la defensa baja y unos pocos grados (no les hacían falta muchos) en la sangre caen todas las corazas. Tómate un chupito de güisqui Mekong a mi salud y a la de Bang Na.
    Mudarris Kaslan

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