lunes, 8 de junio de 2009

¿Será verdad lo de Obama?



Al poco de empezar este blog, me situaba a mí mismo en el campo de los “obamaescépticos”. No obstante, a veces uno quiere soñar, y el actual presidente de los Estados Unidos de América parece estar dándonos motivos a los que creemos que el mundo se puede arreglar (al menos un poco). Una prueba de ello es el discurso que Obama dio el pasado día 4 en la Universidad Americana de El Cairo. “He venido aquí buscando un nuevo comienzo entre los EE.UU. y los musulmanes de todo el mundo; uno basado en el interés mutuo y el respeto mutuo”, declaró.


Yo viví en El Cairo en 2006 y 2007, y escuché a muchos egipcios hablar sobre los Estados Unidos. Era la época en la que la espiral iraquí alcanzaba su punto más sangriento, con coches bombas en mercados a diario. Era la época de “Camino a Guantánamo”, cuando se estaba empezando a saber cuántos inocentes habían sido encerrados en aquel agujero negro legal. Se buscaba activamente el casus belli para iniciar una nueva guerra con Irán. Y no hacía tanto que los norteamericanos habían reelegido a aquella catástrofe llamada George W. Bush, diluyendo la línea entre el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos.


Durante el verano de 2006, además, Israel arrasó Líbano. Miles de refugiados –entre ellos los españoles que vivían en Beirut- aterrizaron en Egipto. En aquella época, las calles de El Cairo hervían de rabia. La bandera libanesa estaba en casi todas las tiendas, los actores y cantantes egipcios recaudaban dinero para las víctimas, y los jóvenes de clase media hablaban de irse a combatir a Líbano si la guerra continuaba de esta manera tan brutal (pero, claro, en las teles de España sólo se vio a los cuatro radicales islámicos pegando berridos en la puerta de la mezquita de Al-Azhar por lo de las caricaturas de Mahoma). La administración Bush se limitó a decir que Israel estaba en su derecho a defenderse.


Los egipcios corrientes venían odiando a los EE.UU. no por un fuerte sentimiento islámico antioccidental –alguno había, claro- o porque “odian nuestra democracia”, como decía Bush, sino porque observaban cómo Norteamérica se alineaba sin fisuras con Israel*, y con la corrupta dictadura de Hosni Mubarak en Egipto**. Los EE.UU., veían, arremeten contra Siria, Irak, Irán, pero no dicen nada del programa nuclear que el gobierno de Mubarak quiere poner en marcha, toleran las dictaduras en Jordania, Kuwait, los Emiratos, y la radicalísima monarquía fundamentalista en Arabia Saudí. Los EE.UU. derrocan la dictadura de Sadam Hussein en Irak en nombre de la democracia, pero niegan la legitimidad de Hamás cuando éstos ganan las elecciones en Gaza. Nunca el doble rasero estadounidense ha sido tan evidente como en Oriente Próximo. “No me cuentes historias”, le decía un amigo mío egipcio, liberal, bebedor de alcohol, a una confusa universitaria norteamericana, “lo de tu país en Oriente Medio es sólo imperialismo (is all about imperialism)”.


Y, de repente, llega un señor llamado Barack Hussein Obama y hace llorar de emoción a los egipcios. No a todos, por supuesto. Pero sí, por ejemplo, a Abdallah Schleifer, el corresponsal de Al Jazeera, y a los estudiantes de la Universidad Americana de El Cairo, la mayoría egipcios de clase alta. “Reconozco que el cambio no puede ocurrir de la noche al día”, dijo Obama. “Ningún discurso puede erradicar años de desconfianza, ni puedo, en el tiempo que tengo, responder a todas las complejas cuestiones que nos han llevado a este punto. Pero estoy convencido de que para superarlo, debemos decir abiertamente lo que guardamos en nuestros corazones, y que demasiado a menudo son dichas sólo de puertas adentro. Debe haber un esfuerzo continuo por escuchar al otro; por aprender del otro; por respetar al otro; y por encontrar un terreno común”.


El discurso ha sido percibido en el mundo musulmán con agrado, aunque con escepticismo. Está bien eso de enterrar el hacha de guerra, pero no bastan las palabras: hacen falta hechos que lo corroboren. Habrá que ver cómo se desarrollan las cosas, pero por el momento hay varios elementos que indican que esta vez hay motivo para la esperanza. Para empezar, históricamente ningún presidente de los Estados Unidos se ha implicado en el avispero de Oriente Próximo hasta el principio de su segundo mandato. Desde el punto de vista práctico, la cosa tenía su lógica: si, pongamos, Bill Clinton, o George Bush padre, consigue resolver el conflicto árabe-israelí, pasa a la historia. Y si fracasa, tampoco se juega la reelección por ello... Pero Obama se ha puesto a ello desde el primer día, lo cual ya marca una diferencia fundamental.


En segundo lugar, a través de su enviado especial a Oriente Próximo, el competente George Mitchell, se ha atrevido a decirles a los israelíes que deben detener inmediatamente la expansión de los asentamientos de colonos en la Cisjordania ocupada –una práctica ilegal, además, según el derecho internacional-. Obama se ha atrevido a mentar la necesidad de la creación de un estado palestino en Gaza y Cisjordania. Incluso ha mencionado explícitamente el llamado Plan Saudí, que recoge la idea de “Paz por Territorios”, es decir, el que la Liga Árabe en bloque reconozca al estado israelí y su derecho a existir a cambio de su retirada a las fronteras anteriores a 1967, esto es, que abandone la Cisjordania ocupada, incluyendo los asentamientos. Con algunos matices, como el envío de cascos azules liderados por EE.UU. a una Jerusalén de capitalidad dividida, este plan es la espina dorsal del programa de Obama para este conflicto. La solución de los dos estados puede que no sea la más justa***, pero parece la única mínimamente realista.


Los signos, empero, no son muy halagüeños: tras la guerra de Gaza –perpetrada, en parte, para mandar un mensaje de independencia a la nueva administración estadounidense y sabotear los intentos de injerencia-, la extrema derecha ha ganado las elecciones en Israel. El nuevo gobierno no renuncia a un solo centímetro de Cisjordania, se ha declarado a favor de la “expansión natural” de los asentamientos, e incluso quiere revocar la ciudadanía a los árabes israelíes y expulsarles del país, porque no son judíos. Vamos, que los israelíes no están por la labor de los dos estados, idea que el primer ministro Benjamin Netanyahu ha calificado de “infantil”.


Está por ver si la administración Obama se atreverá a llegar hasta el final. Pero si hay algún país que puede presionar a Israel, ése es Estados Unidos. Y de momento, Obama ha cambiado el tono del discurso, y con ello, tal vez, la historia. Déjenme que me recree en sus palabras: “Demasiadas lágrimas se han llorado. Demasiada sangre se ha derramado. Todos tenemos una responsabilidad de trabajar por el día en el que las madres de israelíes y palestinos puedan ver crecer a sus hijos sin miedo (…). No podemos imponer la paz. Pero en privado, muchos musulmanes reconocen que Israel no desaparecerá. Del mismo modo, muchos israelíes reconocen la necesidad de un estado palestino. Es el momento de que actuemos a favor de lo que todo el mundo sabe que es verdad”.


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*Israel es el principal receptor de ayuda estadounidense. En 2008 alcanzó los 24.000 millones de dólares, la mayoría en armamento.

**Otros 5.000 millones de dólares anuales, y mucho material antidisturbios. Se calcula que en Egipto hay unos 5.000 presos políticos, y la tortura es la forma normal de tratar a los detenidos, sean políticos o delincuentes comunes. ¿A que no lo sabían? En cambio, la tiránica y horripilante dictadura castrista –no digo que no lo sea, sólo espero que capten la ironía del asunto- retiene a 58 (sí, cincuenta y ocho) presos políticos, y en el informe anual de Amnistía Internacional no hay mención a casos de tortura…

***Algunas voces entre los moderados tanto israelíes como palestinos hablan de la solución de UN solo estado totalmente democrático, en el que ambas partes sean ciudadanos de pleno derecho.


7 comentarios:

  1. Como te comenté, el mejor de los presidentes de EEUU posibles. El mejor presidente cuya campaña pueda ser apoyada por unas cuantas multinacionales. Sólo eso. Pero POR FIN eso...

    PD: Y creo en el fin de la vergüenza internacional de la ocupación Palestina por parte de Israel de la única forma sensata después de tanta sangre: dos estados con Jerusalén como capital compartida (irrenunciable para ambas partes).

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  2. Me encanta la complacencia con el bienintencionado Obama: "El Islam posee una larga tradición de tolerancia y respeto, como vimos en Andalucía y en Córdoba durante la Inquisición". Semejante paletada histórica digna de un progesista ignorante se hubiese tomado a cachondeo en el caso de ser pronunciada por el "pueblerino" Bush, ya saben: "un texano petrolero blanco y evangélico que nunca viajó fuera de Estados Unidos antes de ser presidente y es alérgico a la cultura, etc." En cambio si tamaño disparate lo pronuncia el Mesías de Ébano como aquello de que debemos al Islam "el Renacimiento y la Ilustración," es que se trata de un discurso histórico.
    Obama va camino de convertirse en el nuevo Carter: pusiánime, débil, entreguista... y cuyo prestigio es hoy, ante el juicio de la historia, inexistente entre sus compatriotas y practicamente nulo en Europa, salvo para su, de nuevo, desacreditada socialdemocracia.

    "La causa palestina" sólo representa una excusa para las teocracias árabes, puesto que en sus países desprecian y marginan a esos mismos palestinos que dicen defender de boquilla. Israel jamás aceptará ceder Jerusalén y cuanto antes lo acepten la corrupta Al-Fatah o los suicidas de Hamás sería mejor para el mundo.

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  3. La cuestión, precisamente, es que si alguien puede hacer ceder -al menos en algunos puntos- a Israel, es Estados Unidos. Y precisamente escribo esto porque quiero creer, parece, que Obama no es Carter... Desde luego, por el momento NO lo es. Veremos.

    Podemos discutir esa comparación punto por punto, si quieres: Irán, Cuba, Israel...

    En cuanto a lo del islam... en fin, ha sido más o menos tolerante dependiendo de con quién y en qué época, tampoco hay que idealizarlo, pero desde luego, en su historia no tiene un fenómeno como el de la caza de brujas -en la que se quemaron vivas a unas 500.000 personas entre los siglos XV y XVII, en una Europa que rondaba los tres millones de habitantes-. Y además, los discursos políticos se hacen para lo que se hacen (también hubo uno que dijo que por qué iba a disculparse por invadir Irak, cuando los musulmanes no habían pedido perdón por invadir España. Ridículo, pero es un gol político). Y en ese sentido, las palabras cumplen su función. Te recomiendo la lectura del discurso (aquí está en inglés):

    http://english.aljazeera.net/news/middleeast/2009/06/20096410251287187.html

    Como mínimo, es bello.

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  4. Y estoy totalmente de acuerdo en lo de las autocracias árabes, sean teo o no, respecto a los refugiados palestinos, a los que niegan la posibilidad de convertirse en ciudadanos de pleno derecho (con la única excepción de Jordania), para mantenerlos como escaparate viviente del sufrimiento en aras de la causa panárabe. El país donde peor están es, curiosamente, Líbano (una democracia), donde se les trata como a perros -hasta 2005 tenían prohibido ejercer más de setenta profesiones, entre ellas ingeniero o médico-.

    Por otra parte, te olvidas de que en los territorios palestinos hay un tercio de la población que no apoya a Hamás ni a Al-Fatah, pero que aún así sufren los castigos colectivos que la ocupación israelí (o, como en Gaza, un bombardeo de vez en cuando) les impone...

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  5. Por cierto, antes de que cualquiera me tome por un antiisraelí (o peor, antisemita): las primeras reacciones del gabinete de Netanyahu al discurso de Obama también han sido positivas, como se lee en el diario israelí Haaretz, que por cierto, es bastante bueno.

    www.haaretz.com/hasen/spages/1091266.html

    Y además, es obvio que HAY muchos israelíes que están en contra de la ocupación y a favor de resolver el conflicto mediante la negociación (entre ellos, todos los periodistas que trabajan en VJM, la televisión con la que colaboro ahora, a pesar de que uno vive en un kibbutz a 20 kilómetros de Gaza y los cohetes Katyusha de Hamás le caen bastante cerca). Hay gente de peso, como Amira Hass, Gideon Levy, Ilan Pappe, Israel Shahak... (si no sabéis quiénes son, hala, a mirar en Wikipedia...).

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  6. Tal vez, caricaturizándolo, sólo resalté un par de aspectos negativos del discurso de Obama y de manera excesivamente vehemente. Todo sea por fomentar el debate intelectual...

    Reconozco que algunos aspecos del discurso fueron sorpendentemente esperanzadoes e incluso audaces, como las críticas veladas y no tan veladas al régimen de Hosni Mubarak en su propia casa o, en eneral, la retórica insultanemente bella que, he de reconocer, contiene la alocución.

    Pero con la adscripción hacia Obama me pasa lo mismo que con las manifestaciones contra la guerra de Irak. Ambas iniciativas pueden parecerme razonables, pero la efusividad y, ante todo, el currículum de la gente que las defienden, provocan de inmediato mi antipatía hacia la causa en sí misma.

    Es posible que en Birmania el asunto pueda verse con más sosiego y perspectiva, pero basta escuchar por aquí a personajes tipo la inefable Leire Pajín y sus alineaciones planetarias para que te apetezca echar la pota de inmediato.

    Igualmente he leído el discurso y amén de dislates históricos, consideraciones buenistas como la permisividad del velo en el espacio público occidental (escuelas, juzgados, etc) y la elevada, afectada y hueca elocuencia de algunas partes me mantienen en el pelotón de los escépticos, que no de los hostiles.

    En un capítulo de El Ala Oeste que pronto te grabaré, el presidente Bartelt constata la incapacidad de su equipo para elaborar frases que sinteticen sus ideas en diez palabras de cara al debate contra el candiato republcano.
    En diho evento a su opositor le preguntan: ¿Cree usted en la reducción de impuestos? Y éste responde: "Totalmente, porque los ciudadanos saben gastar mejor el dinero que su Gobierno".

    Al escucharlo, Martin Sheen sonríe y dice que efectivamente, que ésa es la frase de diez palabras que su equipo llevaba infructuosamente buscando las semanas anteriores, pero, al mismo tiempo, reflexiona que sí, que es cierto que en la vida sólo en muy contadas ocasiones existen momentos y cuestiones tan diáfanas que sólo con diez palabras se puede expresar una verdad absoluta frente a algo totalmente equivocado, esos momentos preceden siempre a un recuento de cadáveres. Bartlet felicita a su contrincante pero concluye: "Se supone que debería aprovechar mi intervención para formular una última pregunta; Pues bien: ¿Cómo lo va a hacer usted? Y espero que en esta ocaión utilice más de diez palabras"

    Las grandes máximas de diez palabras de Obama ya las sabemos pero a muchos nos gustaría saber cómo piensa hacerlo. Hasta entonces, proliferarán los comentarios.

    Siempre con cariño.

    Saúl

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