jueves, 18 de junio de 2009

Recordad Tiananmen


La situación es una muestra de cuán fácil es malinterpretar las cosas basándose en unas imágenes descontextualizadas, sin análisis. Probablemente ha habido un fraude electoral en Irán: hay ocho millones de votos que han aparecido de la nada, los resultados se anunciaron en poco rato –cuando la ley iraní dice que debe hacerse en 72 horas-, y los candidatos opositores han sido barridos con porcentajes de hasta un 93 %, incluso en sus localidades natales*. Mucha gente esperaba que Ahmadineyad resultase reelegido, pero no con tanta mayoría ni en la primera vuelta.


Ahora bien, vemos a los manifestantes en la calle, y parece que lo de Irán va a ser otra de esas demostraciones de poder popular que hacen caer una tiranía. El esquema Ahmadineyad=Malo/Musaví=Bueno empieza a asumirse como dogma, el ultraconservador contra el reformista. Pero Irán es Irán, y las fronteras no están tan claras como nos gustaría creer.


Para empezar, no sabemos lo que quiere Musaví. Se nos dice, genéricamente, que buscamejorar las relaciones con Occidente. Eso, por supuesto, sería positivo: si hay distensión, habrá mayor inversión extranjera en el país, y eso reactivará la economía, sacando al país del callejón sin salida al que el cafre de Ahmadineyad le ha llevado. Pero Musaví no se ha pronunciado firmemente, en ningún sentido, sobre el programa nuclear iraní, que es la piedra de toque de las relaciones exteriores de Irán.


Recordemos la anterior presidencia de Mohamed Jatamí –que apoya a Musaví-, que también tuvo aspectos positivos, por supuesto: había más libertad de expresión, una cierta relajación en el celo de los ‘policías de la moral’, una mejora de las relaciones con Estados Unidos. Pero, recordemos, Jatamí es la persona que se negó a estrechar la mano de Ana Palacios y de la Reina Sofía durante su visita a España. Era, es, un hombre del sistema, como lo es Musaví: si no, no hubiesen podido pasar los filtros electorales establecidos por el Consejo de Guardianes de la Revolución. Lo que pasó al final del período de Jatamí es que cuando los jóvenes iraníes, sedientos de libertad -los hermanos mayores de los que están en la calle hoy-, empezaron a pedir verdaderos cambios, les cayó encima todo el peso de la ley y la Revolución Islámica.


En la última década y media hemos asistido toda una serie de “revoluciones de colores”, desde Ucrania hasta Líbano. Algunas han sido genuinos movimientos de resistencia popular, como las caídas de Milosevic en Serbia o Suharto en Indonesia; otras, sobre todo en las repúblicas ex soviéticas de Asia Central, huelen a operación de la CIA. En todo caso, nos hemos acostumbrado a ponernos instintivamente de parte de la gente que está en la calle. En Tailandia, por ejemplo, parecía que las “democráticas” masas de las camisetas amarillas iban a derrocar al “tiránico” gobierno de Samak Sundaravej. Las cosas, por supuesto, eran mucho más complicadas que eso (véase el artículo “Lucha de clases en Bangkok”, escrito por mi amigo Ángel Villarino para Foreign Policy, o mi propia contribución al respecto).


Por eso, lo que me viene a la cabeza cuando veo lo de Irán son los sucesos de Tiananmen, cuyo aniversario acaba de cumplirse hace nada. Durante meses, decenas de miles de jóvenes se concentraron en el centro de Pekín para pedir reformas y medidas contra la corrupción. Pero cuando uno escucha los manifiestos de los estudiantes, la palabra democracia no aparece por ninguna parte, a pesar de lo que se suele escribir hoy día (lo dicho: qué fácil asume uno ciertas cosas): no sólo es que los estudiantes no concibiesen aquello como algo que el régimen fuese a tolerar, es que ni se les pasaba por la cabeza.


El paralelismo con Tiananmen también viene de un exceso de entusiasmo en ambos casos por parte de los manifestantes, y una sobrevaloración de las propias fuerzas, fruto de la inexperiencia política. No les culpo: cuando uno está en mitad de una protesta como esa, la energía que desprende la multitud hace que uno se crea que esa vez, necesariamente, tiene que cambiar algo.


Lo de Tiananmen no lo organizó la CIA. Lo de Irán, tampoco. En el caso chino, aquellos días, los estudiantes confiaban en la futura visita de George Bush padre como colchón de seguridad. El régimen, pensaba, no se atrevería a reprimirles durante un evento tan importante. Se equivocaron de cabo a rabo: Bush no pronunció la más mínima palabra de apoyo a los manifestantes –estaban en juego nada menos que las relaciones comerciales con China-, y el gobierno chino acabó lanzando al ejército contra los acampados en Tiananmen (tampoco digo que eso sea culpa de Bush…).


Puede que los manifestantes iraníes, muchos de ellos, quieran democracia plena, libertad total, derecho a ir por la calle sin velo. Otra cosa es lo que pretenda Musaví. Y eso es lo que se nos está olvidando.


Eso no quita para que los iraníes estén en su derecho de protestar el fraude electoral, si lo ha habido. Ni para aplaudir su valor –lo que están haciendo es algo realmente valeroso: se juegan la vida, como hemos visto-. Pero para entender lo que está pasando en Irán, es importante no confundir las churras con las merinas. Si los manifestantes triunfan, podemos estar ante un suceso histórico. Pero si la protesta acaba ahogada en sangre, o peor, traicionada por sus líderes, lo más probable es que sea olvidada muy pronto. ¿Quién se acuerda hoy de la “Revolución Azafrán” en Birmania?

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*Marjane Satrapi, la famosa autora del cómic “Persépolis”, ha hecho pública en el Parlamento Europeo una presunta nota en la que el Ministro del Interior iraní, Sadegh Mahsuli, le comunica al Guía Supremo Alí Jameini el resultado de las elecciones. Según este comunicado, Musaví habría obtenido más de 19 millones de votos, frente a 5 millones y medio para Ahmadineyad. De ser auténtica, estaríamos ante uno de los mayores fraudes electorales de la historia. Ahí hay algo muy raro...


1 comentario:

  1. Me encantan este tipo de entradas Dani, aunque las que más me gusten sean las que incluyen conversaciones con gente de la calle.

    Los iraníes que yo conozco, a parte de ser divertidísimos y estar como cabras, coinciden en que de puertas para dentro de sus casas, la gente "se quita el velo", hacen fiestas y mantienen una mentalidad mucho más moderna que la que tienen que aparentar fuera de sus casas.

    Después de la traición y la toma de control por parte de los islamistas en la revolución iraní dejó a mucha gente decepcionada y sometida a un regimen que no representa la mentalidad de la mayoría. Así pues, no me sorprende que en este contexto se haya desatado la Rebelión contra el fraude electoral, especialmente sangrante en unas elecciones no libres en que los candidatos ya habían pasado un cribaje previo.

    Es decir, ni siquiera han mantenido el paripé democrático que se habían montado. El pueblo Iraní no es nuevo en esto de derrocar tiranías, así que no estoy tan seguro que este caso sea tan parecido al de Tiananmen.

    Por cierto, crees que es seguro viajar a Irán para los turistas?? Es que como siempre es tan alarmante la imagen que dan los medios de comunicación...

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