Hoy, ABC publica un reportaje mío sobre el servicio militar en Turquía. Por cuestiones de espacio, ha habido que reducirlo mucho. Aquí va la versión completa (y con palabrotas):
"CUANDO ACABA LA MILI, PIENSAS: HE SOBREVIVIDO"
El ejército turco emplea a jóvenes del servicio militar en verdaderas operaciones de guerra
D. IRIARTE - Estambul
Özcan tiene lágrimas en los ojos cuando comenta que la semana que viene empieza su servicio militar. En Turquía, es obligatorio para todos los hombres: cinco meses para aquellos que han terminado la universidad, quince para los demás. La diferencia con otros países es que aquí esto puede significar, literalmente, ir a la guerra, sea en Afganistán –donde Turquía mantiene un pequeño contingente-, o más probablemente, al sureste del país, participando en la ofensiva contra la guerrilla del PKK.
Hace año y medio, Taner estuvo destinado en Hakkari, una conflictiva región en la frontera con Irak. “Yo no tenía miedo de las minas antipersona”, asegura, “pero otros estaban aterrorizados”. Tal vez con razón. Hace meses que el PKK mantiene un alto el fuego unilateral, pero las minas no entienden de treguas: en los últimos seis meses, casi treinta soldados han muerto por la explosión de un artefacto colocado por la guerrilla kurda. También Taner tuvo su experiencia al respecto: “Un día, en la aldea de Geçitli, un oficial pisó una mina. La explosión hirió a dos reclutas, cuatro korucu –miembros de las milicias rurales kurdas progubernamentales, armadas por el ejército-, a dos oficiales y al hijo de uno de ellos. El crío y su padre quedaron bastante malheridos”, cuenta.
Mursal es kurdo, y eso le supuso un panorama bien diferente cuando le enviaron a la región de Van en 2007. “La relación con la población local era muy buena, porque yo era kurdo. Los aldeanos nos traían comida, pero algunos reclutas dudaban en comérsela, pensaban que a lo mejor estaban intentando envenenarnos”, explica. “Cuando el PKK nos atacaba, no había problemas con mis compañeros, porque estábamos todos en la misma trinchera. Pero cuando me tocaban las guardias, los otros desconfiaban, porque no sabían si les iba a traicionar frente a los guerrilleros”.
Según las organizaciones de derechos humanos turcas, estos soldados pobremente entrenados, sometidos a mucha tensión, son los responsables de numerosos abusos contra la población local kurda. Pero no es el caso de Taner y Mursal. “Yo no vi nada de eso. Éramos una tropa de veinte soldados, en pueblos muy pequeños, así que intentábamos llevarnos bien con los lugareños”, cuenta Taner. Tampoco Mursal muestra mayor acritud: “A veces, bajo el fuego, a algún soldado se le escapaba un comentario despectivo hacia los kurdos, pero era por los nervios. Al fin y al cabo, yo estaba allí metido con ellos”.
“Por la noche oíamos disparos. No eran ataques, creo que era el PKK intentando asustarnos”, cuenta Taner. El regimiento de Mursal, en cambio, sí era atacado con cierta frecuencia: “Nunca nos enfrentaron en campo abierto, por suerte, pero los disparos contra nuestro cuartel eran bastante frecuentes”.
Existen, además, otros peligros insospechados. A finales de 2007, un grupo de reclutas fue capturado por el PKK. Tras ser liberados, declararon que se les había tratado bien, y se publicaron fotografías en las que se les veía contemporizando con los peshmergas kurdos. Demasiado para el establishment nacionalista: se inició un proceso judicial, especialmente contra uno de ellos de origen kurdo, por "traición". Doğu Perinçek, el líder del Partido de los Trabajadores -una organización ultranacionalista- llegó a declarar que "ojalá esos soldados hubiesen muerto. Si hubiesen llegado en ataúdes no hubiésemos sufrido tanto daño moral".
Interrogado sobre el sentido del deber, Mursal dice: “El servicio militar es una total pérdida de tiempo. Si no fuese porque el gobierno te obliga, no hubiera ido”. De repente, se arranca con una queja lastimera: "Siempre ha sido así. Mandaron reclutas a Corea, la guerra del Golfo... Nuestras vidas no valen nada. A los que mandan sólo les interesan las medidas políticas, pero no les importa el llanto de una madre". Taner se lo toma con resignación: “Bueno, al principio piensas, ¿qué hago aquí? Pero tienes que vivir con ello, convivir con otros en la misma situación que tú. Una vez que todo acaba”, explica, “te relajas y piensas: he sobrevivido”.
Pero algunos no lo hacen, y eso explica la angustia de Özcan. Para evitar fugas, el gobierno turco sólo comunica el destino a los reclutas cinco días antes del inicio del servicio. Aún así, muchos intentan escaparse. En las carreteras entre grandes ciudades existen numerosos controles de policía que chequean la identidad de todos los jóvenes viajeros. Si descubren que no han hecho el servicio militar, se les envía directamente al cuartel, sin pasar por casa. ¿Sabe Özcan dónde le van a mandar? “Aún no, pero estoy seguro de que me van a joder”, afirma.
como me tenga que empezar a comprar el abc por tu puta culpa lo pagaras caro brodel
ResponderEliminarAcabo de sortear la censura china y estoy de vuelta.
ResponderEliminarYa lo sabes...
Tú es que eres un blandengue porque no has hecho la mili (como yo) ;-)
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