Gracias, mis queridos alumnos dictadores, tiranillos y aprendices de sátrapa, por asistir a esta clase sobre cómo llevar a cabo una transición como Dios manda sin dejar de tener la sartén por el mango. Como caso de estudio, hoy veremos dos ejemplos de disolución de una dictadura, uno negativo y otro positivo.
El primero no es otro que el de Túnez, donde, tras casi tres décadas en el poder, el presidente Ben Alí acaba de ser derrocado por unas protestas populares.
Un buen tipo, el Ben Alí este: mantenía a raya a los islamistas y a los muertos de hambre africanos de los cayucos, se colegueaba con Berlusconi y Sarkozy (y antes con Chirac, Mitterrand…), tenía el país hecho una patena para los turistas… ¿Que la oposición intenta organizarse? No pasa nada, para eso tenía una red de espías formidable, en la que en cada café, en cada terraza, en cada fábrica, había al menos dos, cuatro o seis orejas escuchando para informar al régimen.
Claro, mantener semejante entramado de delatores cuesta pasta, y la economía no da para tanto. ¿Que en las ciudades del interior hay escasez? Que se aguanten, ya llegarán tiempos mejores.
Pero lo que el bueno de Ben Alí no supo prever es que treinta años en el poder son muchos, y que incluso dentro del régimen hay otros que también quieren chupar del bote. Por eso, llega un día en que tus generales deciden que no van a tirar contra la multitud que protesta. Y ese día estás acabado…
Así que Ben Alí se ha ido a terminar sus días a Arabia Saudí, como ese otro querido tirano nuestro llamado Idi Amín Dadá. Al menos, no le han hecho un juicio-broma y le han fusilado contra una pared de estuco, como a Ceauşescu…
Como contrapartida, estudien muy de cerca el caso de Myanmar, que algunos románticos siguen llamando Birmania, la economía más dirigida de Asia después de Corea del Norte. Allí, la junta militar, que tiene a la gente bien metida en cintura y a los opositores bien tranquilitos en las cárceles, en el exilio o haciendo trabajos forzados, decide de repente convocar elecciones amañadas. Las gana, por supuesto, y después libera a Aung San Suu Kyi, cabeza visible de la oposición que se hace llamar democrática, para ganar puntos.
Y he aquí la jugada maestra. ¿Qué hace después el régimen? Acaba de anunciar la privatización del 90 por ciento de las compañías estatales. Dado que aún controlan el cotarro, los cabecillas del régimen y sus familiares están en una excelente posición para hacerse con todas esas empresas a precio de saldo. Y lo que venga luego ya no importa: se celebran elecciones realmente libres, el país deja de ser un paria internacional, los recursos naturales (gas, sobre todo) se venden a precio de saldo a chinos, indios y occidentales, y los prebostes del anterior régimen, reconvertidos en demócratas de toda la vida, nos forramos y seguimos controlando el percal.
¿Lo han entendido, mis queridos estudiantes? Tomen nota, eso es lo que se dice una transición bien hecha…
Bienvenido de nuevo... se te echaba de menos por el "ciberdespacio" (que es como llamamos al ciberespacio en África...)
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