lunes, 26 de abril de 2010

El problema de la gente normal


En el rincón oriental del Mediterráneo hay una isla esquizofrénica llamada Chipre, en la que sus dos mitades, una turca y otra griega, apenas han tenido otro contacto durante treinta años que el de denigrar al otro en los chistes. Parecía que eso estaba a punto de cambiar. Parecía…

A principios de los sesenta, con medio mundo ya descolonizado, los británicos enfrentaban una enorme presión para que se largasen de Chipre. No obstante, decididos a mantener un pie en la isla, ensayaron una receta, la de promover la división étnica, que ya había tenido resultados desastrosos en otras latitudes*. Turcos y griegos son pueblos muy nacionalistas a los que no hace falta azuzar demasiado uno contra el otro. Sin embargo, al establecer censos separados para “turcos” y “griegos”, los británicos abrieron la caja de Pandora.

La historia es compleja, así que intentaré ser breve: en 1974, el Chipre independiente estaba presidido por el arzobispo grecochipriota Makarios. Entre los griegos era muy popular la idea de la Enosis, la unión con Grecia (igual que habían hecho antes otras islas, como Creta y Rodas), y los turcos, lógicamente, recelaban de esa idea. Pero la dictadura militar griega consideraba a Makarios demasiado favorable al compromiso con el bloque soviético, así que utilizaron a sus peones ultranacionalistas en el Chipre griego para orquestar un golpe de estado**.

Makarios logró escapar con vida, pero Turquía, temiendo una matanza de turcochipriotas, invadió el norte de la isla. El fracaso del golpe y la debacle subsiguiente hicieron caer la dictadura en Grecia y Makarios regresó triunfalmente a la presidencia, pero la isla había quedado dividida, hasta hoy: el norte de Chipre para los turcos, y el sur para los griegos. A las matanzas subsiguientes en los dos bandos le sucedió un éxodo en ambas direcciones, y el establecimiento de una Línea Verde prácticamente imposible de cruzar.

Y sin embargo, todo podía haber sido de otro modo. “Cuando yo era pequeña, nadie hablaba de turcos y griegos, sino de cristianos y musulmanes, todos chipriotas”, nos cuenta Eleonora Gavrielides, que ahora trabaja para el gobierno grecochipriota. Sólo en 2002 se pudo abrir un primer paso entre ambas mitades, el de Ledra, en el centro de Nicosia, que inmediatamente se convirtió en un exitoso punto de contacto entre dos comunidades que desean el reencuentro.

Hay ejemplos de ello por toda la isla: Flora, otra periodista grecochipriota, nos relata la historia de un compañero de su padre a quien le diagnosticaron un cáncer incurable. Cuando estaba en el hospital a punto de morir, un amigo de la infancia, un turco de Famagusta, tuvo noticia de ello. En cuanto pudo, se presentó en el hospital, portando un regalo: una cajita con tierra del pueblo en el que ambos habían nacido. En esa habitación, con la cajita en la mesilla de noche, se pasó este hombre velando los últimos días de su viejo amigo.

Pyla es uno de los dos únicos pueblos en toda la isla en el que conviven turcos y griegos. Allí, la mayoría de sus habitantes insiste en señalar que no hay problemas entre vecinos. Pero lo cierto es que ambas comunidades viven bastante de espaldas la una a la otra. Cada una tiene sus bares, sus escuelas, incluso su policía. Apenas existen matrimonios mixtos, y la mayoría de parejas intercomunitarias prefiere construir su vida en común en otra parte. Le preguntamos al carnicero local –turco- si le importaría que un pariente suyo se casase con una griega. “Los griegos nunca nos darían a sus mujeres”, dice en un tono que me hace pensar que existe cierta reciprocidad al respecto. Su hija, una chiquilla de unos quince años, da un apunte inquietante sobre lo difícil que es superar las divisiones una vez creadas: “Me han contado que en la escuela griega les enseñan que los turcos somos muy malos. A veces, los muchachos turcos nos gritan cosas feas por la calle”. La reacción, naturalmente, no puede ser sino el odio.

Pero tal vez Pyla sea también el ejemplo a seguir para toda la isla. En el bar griego de la plaza, Staros, un antiguo entrenador de fútbol, señala varios casos esperanzadores. “Incluso el mejor amigo de este tío de aquí, que es de derechas y del APOEL [el partido ultranacionalista grecochipriota] es un turcochipriota”. El problema, insiste en señalar –y como él, tanta gente sensata en las dos comunidades-, son los nacionalista de ambas partes.

“¿Sabes cuál es la solución para el problema de Chipre? Dividir la isla en tres partes: una para los nacionalistas griegos, otra para los nacionalistas turcos, y el medio para la gente normal que quiere vivir junta”, dice Staros. “No te rías, que lo digo en serio”.

Gente como Staros podía expresarse libremente porque en aquel momento existía una extraña combinación astral: en el norte de Chipre la presidencia de Mehmet Ali Talat, en el sur la de Dimitris Christofias; en Turquía, el gobierno de Recep Tayyip Erdogan, y en Grecia, el de George Papandreu; todos ellos, partidarios de la reunificación. Cuando Christofias salió elegido y se mostró dispuesto a trabajar con Talat, las esperanzas se dispararon en toda la isla. Ambos presidentes se han pasado los últimos dos años negociando, aunque sin resultados. Mientras tanto, los críticos de Talat han hecho una bandera de esta negociación, acusándole de haber descuidado todas las demás cuestiones de estado.

El pasado domingo 19 de abril, los ultranacionalistas volvieron a ganar las elecciones en la República Turca del Norte de Chipre. El nuevo presidente, Dervis Eroglu, ha sido un miembro prominente del gobierno durante los peores años del nacionalismo turcochipriota, y aboga abiertamente por la separación de la isla en dos estados. Eso significa un Chipre turco no reconocido internacionalmente, cada vez más aislado, cada vez más dependiente de los elementos más reaccionarios de Turquía…

Cómo decirlo: la gente normal ha vuelto a perder.

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*Véanse los casos del enfrentamiento entre árabes y judíos en la Palestina británica, y entre musulmanes e hindúes en la India. La táctica británica era pretender que el dominio colonial era necesario para evitar que ambas comunidades se matasen unas a otras. Ante el contraargumento de que, vistos los resultados –dos millones de personas murieron en la guerra que condujo a la creación de Pakistán, y quién no ha oído hablar del conflicto palestino-israelí…-, los británicos probablemente tenían razón, hay que apuntar que dichos conflictos fueron exacerbados, cuando no creados, por los oficiales del Imperio de Su Graciosa Majestad. El caso chipriota es probablemente el más claro de todos.

**Al parecer, Henry Kissinger , otra vez él, tuvo bastante que ver con ello. En aquella época la junta griega era un férreo aliado norteamericano en la Guerra Fría.

Los nacionalistas turcochipriotas ganan las presidenciales


Publicado, con modificaciones, en ABC el 19-04-2010. El texto fue recortado por razones de espacio. La versión completa va aquí.


Los nacionalistas turcochipriotas ganan las elecciones presidenciales


D. IRIARTE - SERVICIO ESPECIAL
NICOSIA

Un colono turcochipriota muestra un periódico sobre la guerra turco-griega de 1974

El nacionalista Dervis Eroglu se alzó con la victoria en las elecciones presidenciales celebradas ayer en la República Turca del Norte de Chipre (RTCN), al lograr el 50,36% de los votos, frente al 42,84% logrado por el actual presidente, el europeísta Mehmet Ali Talat, una vez escrutado el 95% de los votos. Quedaba descartada así la necesidad de una segunda vuelta.


Eroglu, actual primer ministro y candidato del Partido de la Unidad Nacional (conservador), aseguró ayer ante sus seguidores al conocerse su triunfo que las conversaciones de paz con los grecochipriotas «continuarán porque quiero la paz más que quienes dicen que no la quiero».

Al mismo tiempo, un portavoz del gobierno grecochipriota, Stefanos Stefanou, señaló a la Radiotelevisión de Chipre (CBC) que la victoria de Dervis Eroglu era «negativa, si se tiene en cuenta su manifestada posición». De la decisión de poco más de 160.000 electores turcochipriotas dependía no sólo el proceso de paz en curso, sino también las aspiraciones de Ankara para ingresar en la Unión Europea.

Muchos chipriotas, tanto turcos como griegos, pensaban que el futuro de toda la isla –no sólo el de la República Turca del Norte de Chipre- se decidía en estas elecciones. El actual presidente, Mehmet Ali Talat, se ha pasado los últimos cuatro años apostando su capital político en la negociación con su homólogo grecochipriota, Dimitris Christofias. Sus críticos afirman que se lo ha jugado todo a la carta de la reunificación –que introduciría también a los turcochipriotas en la Unión Europea-, descuidando el resto de cuestiones de estado, como la más que precaria precaria situación económica.

Dervis Eroglu es abiertamente partidario de crear una confederación en Chipre. “Eroglu apoya públicamente la división de la isla en dos estados. Si gana, tendremos un gran problema”, nos asegura Hasan Kahvecioglu, analista político de la emisora bicomunal Radio Mayis, que trabaja activamente por la reunificación. También los actuales primeros ministros de Grecia, George Papandreu, y Turquía, Recep Tayyip Erdogan, apoyan esta solución, a diferencia de sus antecesores.


La República Turca del Norte de Chipre se creó en 1983 para legitimar la invasión turca del norte de la isla una década antes, en respuesta a un golpe de estado perpetrado por nacionalistas griegos. Sin embargo, este microestado sólo es reconocido internacionalmente por Turquía, quien carga con todo el peso económico y por tanto mantiene una gran influencia. De ahí que el ministro de exteriores turco, Ahmet Davutoglu, asegure que “gane quien gane, las negociaciones continuarán”.

“Pero si la atmósfera cambia, Eroglu empezará usar tácticas dilatorias, y entonces los grecochipriotas pueden culpar al otro lado”, explica a ABC Ahmet Sözen, director del Centro de Política de Chipre. “Dimitris tendría una excusa para abandonar la negociación, y adiós reunificación”, afirma.

"Es imposible que las negociaciones sigan con Eroğlu"


Entrevista con el ex presidente turcochipriota Mehmet Ali Talat, publicada por ABC el 19-04-2010.


"Es imposible que las negociaciones sigan con Eroğlu"

POR DANIEL IRIARTE - SERVICIO ESPECIAL
NICOSIA

Mehmet Ali Talat, presidente saliente de la República Turca del Norte de Chipre (RTNC), habla con ABC de las negociaciones para la reunificación con los grecochipriotas.

¿Cuál es la situación de las negociaciones?

No van muy rápido, porque en el lado griego preferían ver el resultado de las elecciones en la RTNC. Su expectativa es que con Dervis Eroglu, que no es pro-solución, las negociaciones terminarán. No quieren mostrar sus cartas, para que no les acusen de hacer concesiones a los turcochipriotas si eso ocurre.

Usted dijo que el problema estaría resuelto antes de finales del año 2009.

No, yo dije que nuestra intención era resolver el problema antes de finales de 2009. ¿Por qué? Porque íbamos a tener elecciones y no quería que obstaculizasen las negociaciones, ni que éstas se convirtiesen en un tema electoral. Desafortunadamente, debido a la falta de cooperación, no pudimos terminar a tiempo. Pero yo no puse una fecha final a voluntad.

¿Esa falta de cooperación, se refiere al lado grecochipriota?

Claro, no se lo tomaron en serio. Dijeron: «Ya continuaremos después de las elecciones, no hay problema».

Parece que las negociaciones continuarán, a pesar del resultado de las elecciones.

Por supuesto que se reunirán. Pero ¿qué van a hacer? ¿Tomar café o negociar? Dado que Eroglu no tiene una visión de la solución, ¿cómo va a trabajar para encontrarla? Naturalmente, Turquía quiere que las negociaciones continúen de un modo constructivo, pero eso es imposible con el señor Eroglu. Todo el mundo lo sabe.

Hay rumores de que la presidencia española en la Unión Europea estaba intentando organizar una conferencia internacional sobre Chipre...

Correcto.
¿Contactaron con usted?

Sí, naturalmente, lo discutimos muchas veces. Yo visité España y hablé con el señor Moratinos, y él tenía esta idea, pero no pudo llevarla a cabo por la oposición de los grecochipriotas.

¿Es todavía posible?

No, el señor Moratinos me informó de que no iba a tener lugar, al menos de momento. No sé si los españoles han abandonado totalmente, pero por ahora, los grecochipriotas no lo aceptan.

Su partido es progresista. ¿Cómo son sus relaciones con el gobierno conservador de Recep Tayip Erdogan en Turquía?

Son muy buenas respecto al problema de Chipre. Quieren una solución y siguen una política pro-solución, así que tenemos buenas relaciones.

Existen varios informes que marcan a Chipre como un punto negro internacional por el papel de las mafias y el blanqueo de dinero. ¿Cómo es la situación aquí en el norte?

En el caso del norte de Chipre eso es una exageración. Esas actividades no se dan aquí, y si las hay, no son efectivas porque no estamos en el sistema financiero mundial. Estamos aislados y permanentemente monitorizados. Y con la ayuda de organizaciones de prevención de lavado de dinero hemos hecho algunos ajustes, como por ejemplo la Ley de Casinos. Ahora mismo estas actividades de blanqueo de dinero han sido reducidas al mínimo.

Su homólogo grecochipriota, Demetrios Christofias, dijo que iban a cambiar los libros de historia para dar la versión de ambos lados, como gesto de buena voluntad...

No pudieron, por falta de voluntad, de decisión. Nosotros tuvimos el mismo problema, pero los cambiamos unilateralmente. Pero el nuevo gobierno deshizo todo otra vez.

[El sistema político de la RTNC es semipresidencialista, de modo que presidente y gobierno pueden pertenecer a partidos diferentes. El presidente Talat milita en el Partido Republicano Turco, mientras que desde 2009 el primer ministro es Dervis Eroglu, su rival en las elecciones, miembro del conservador Partido de Unidad Nacional.]

¿Qué otros pasos han dado?

No lo sé con detalle. Hay un comité trabajando para que el patrimonio de cada comunidad en el otro lado sea preservado. Y hay otras iniciativas. Pero el problema de Chipre no es una cuestión de gestos, es un problema de verdadero calado político.

Luchadores


Otro hombre llega y se une a nosotros en la mesa del restaurante. “¿De qué parte de Chipre eres?”, le pregunto. “Sólo hay un Chipre, hermano”, me responde con una sonrisa.

En la esquina, un grecochipriota –a pesar de las palabras del recién llegado, es inevitable referirse al origen de cada uno - observa inquieto. No es para menos: está a punto de apoyar a los turcochipriotas, de convertirse en traidor para los nacionalistas de su tierra. “Esa gente me puede matar, me puede dar una paliza”, dice. O algo así. Los otros, los turcochipriotas, se lo toman a cachondeo, pero Soteris –así se llama el buen hombre- está preocupado de verdad.

El congreso de periodistas en Estambul va a ser duro, y ellos lo saben. Los izquierdistas chipriotas han decidido unir fuerzas contra los nacionalistas de ambos bandos. Soteris, confiesa, es un trotskista. “No me gusta decirlo, porque no me caen bien los trotskistas que conozco, pero lo soy”. “Porque dos trotskistas hacen un partido; tres, una internacional; cuatro, una escisión”, le bromea Andrés, que hace de traductor improvisado. Soteris asiente carcajeándose.

Kemal está a mi lado, y esta noche parece haberme tomado bajo su protección: serán las dos botellas de raki que nos hemos bebido, o será que él es así. Mi plato nunca está limpio, mi vaso nunca está vacío. Eres amigo de Andrés, y Andrés es mi amigo, así que eso te convierte en mi amigo, me viene a decir. A Kemal, según he observado, le gusta reírse. También a su mujer, aunque ella no ha venido esta noche. Hoy, los que se reúnen son todos periodistas, y tienen muchas cosas que discutir.

“Estos hombres son héroes”, me dice Soteris, señalando a Hasan y los otros. “Ellos lideraron las protestas contra Rauf Denktaş [el anterior presidente turcochipriota]”. En aquella época, me dicen, la República Turca del Norte de Chipre era como una dictadura. Existían persecuciones políticas, y a la policía se le iba la mano de vez en cuando. “Pero estos tíos pelearon, y Denktaş cayó”, dice. Desde entonces, en el norte de Chipre gobierna Talat, que cree en la negociación.

Hay lugares del mundo en los que los términos ‘izquierda’ y ‘derecha’ todavía parecen tener sentido. En este rincón del mundo –digamos, desde Tirana hasta Bakú-, conceptos que durante décadas atrajeron a tantas y tantas personas hasta que el verdadero rostro del “Socialismo real” desencantó a demasiados luchadores, siguen vivos: la aspiración a la solidaridad universal más allá de las líneas sectarias, a mejorar la vida de la gente, al esfuerzo democratizador. Ideas que aquí son patrimonio exclusivo de la izquierda: la derecha anda demasiado ocupada hablando mierda del resto del mundo. En Chipre, los sindicatos son los únicos lugares en los que podían encontrarse juntos a turcos y a griegos, y por eso fueron violentamente perseguidos por los ultranacionalistas de ambas comunidades. Por hombres como Denktaş.

La de estos hombres aquí reunidos, qué duda cabe, es una bonita causa. Esta noche, serán las dos botellas de rakı que nos hemos bebido, parece épica. Para entonces ya he averiguado el nombre del recién llegado -Taif- y su origen étnico -y qué importa-. Brindamos en turco, en griego, en español, y, cuando nos separamos en el parking, les deseamos toda la suerte del mundo. Todos sabemos que, hoy y en este mundo, van a necesitarla.

domingo, 18 de abril de 2010

Crisis en Tailandia


Adjunto el artículo que he publicado en Diagonal sobre la crisis tailandesa:


TAILANDIA, DEL ROJO AL AMARILLO

Daniel Iriarte / Bangkok (Tailandia)


“Al Gobierno lo elige el campo y Bangkok lo quita”, reza un dicho tailandés que parece ajustarse como anillo al dedo a la actual crisis política. El pasado 7 de abril, miles de manifestantes ataviados con camisetas rojas intentaban tomar el Parlamento, a modo de presión para exigir la convocatoria de nuevas elecciones “legítimas”. A esto hay que añadir la docena de centros comerciales que los manifestantes ocupaban en el centro de Bangkok, ciudad en la que, al cierre de esta edición, las autoridades habían decretado el estado de excepción. Aunque las protestas de los “camisas rojas” son pacíficas, en el último mes más de 15 personas han resultado heridas en ataques con granadas contra edificios públicos.

Los “camisas rojas” (cuyo nombre oficial es la Unión para la Democracia y contra la Dictadura, la UDD) han logrado poner al Gobierno a la defensiva. El actual primer ministro, Abhisit Vejjajiva, no fue elegido en unos comicios sino en una votación parlamentaria. “He ofrecido a los líderes de la UDD reducir mi mandato. El Gobierno está listo para encontrar una solución a la crisis, e invitamos a todos los bandos a trabajar juntos para hacer avanzar el país”, ha declarado Abhisit.


El Berlusconi tailandés

La crisis en Tailandia, que dura ya media década, tiene como trasfondo la lucha por el poder entre partidarios y detractores de Thaksin Shinawatra, el ex primer ministro derrocado en un golpe de Estado en 2006. Apodado “el Berlusconi tailandés”, Thaksin es un magnate de las telecomunicaciones que se ganó el apoyo de gran parte de la Tailandia rural al establecer un programa de sanidad a bajo coste y un sistema de crédito universal que beneficiaron enormemente a los campesinos. Al mismo tiempo, sin embargo, cambiaba las leyes anti-trust para poder vender una compañía de su familia, ShinCorp, al gobierno de Singapur, evadiendo de este modo el pago de 2.000 millones de dólares en impuestos, una cifra varias veces superior a la destinada a programas sociales.

El gobierno Thaksin tomó otras medidas polémicas, entre ellas el lanzamiento de una “guerra total contra las drogas” que provocó 2.000 muertos a manos de la policía en menos de dos años, muchos de ellos sin ninguna relación con el narcotráfico. En el sur de Tailandia se le dio carta blanca al ejército para combatir a la creciente insurgencia musulmana, que venía radicalizándose desde 2004, por lo que abusos y ejecuciones extrajudiciales se volvieron habituales. Al mismo tiempo, Thaksin comenzó a silenciar a periodistas y abogados críticos con su gestión.

En 2005, la oposición a Thaksin –que incluía todo tipo de grupos políticos, desde la nobleza tradicionalista hasta sectores de la sociedad civil de izquierda– se aglutinó en la llamada Alianza Popular por la Democracia (PAD), cuyos partidarios acamparon en Bangkok, en el mismo lugar que ahora ocupan sus rivales políticos. Los miembros del PAD vestían camisetas amarillas –el color-símbolo del rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej–, en un intento de canalizar el fervor monárquico popular (existía la extendida creencia de que Thaksin estaba intentando usurpar el poder del rey). Los enemigos de Thaksin, de hecho, incluían elementos muy próximos a la casa real, lo que finalmente selló el destino del presidente: el 19 de septiembre de 2006, el ejército se hizo con el poder en un golpe de Estado incruento.

Tras el putsch, los partidarios de Thaksin se agruparon en una nueva formación política llamada Partido del Poder del Pueblo que, para sorpresa de muchos, volvió a ganar las elecciones de diciembre de 2007. Al frente del Gobierno estaba un antiguo político ultraderechista, Samak Sundaravej, ahora convertido en hombre de paja de Thaksin. Pero realistas y oligarcas no estaban dispuestos a permitirles gobernar: inmediatamente, el PAD volvió a levantar un campamento de protesta. Esta vez, sin embargo, la izquierda se abstuvo de apoyar unas manifestaciones de manifiesto carácter antidemocrático: los líderes del PAD no dudaban en proclamar que debía anularse el sistema de “un hombre, un voto”, porque otorgaba “demasiado poder a los campesinos ignorantes y manipulables”.



Los siguientes meses fueron un pulso entre un PAD cada vez más provocador y un gobierno acorralado: se buscaba una reacción violenta por parte del ejecutivo que justificase un nuevo golpe de Estado. Los manifestantes llegaron a tomar la Casa de Gobierno y el aeropuerto de Bangkok, sin que el Gobierno de Samak se decidiese a utilizar la fuerza. Al final, Samak cayó por un motivo trivial: la aparición de una factura de 3.000 dólares como pago por su aparición en un programa de cocina, incompatible con su cargo público. Tras varios meses de inestabilidad, el parlamento designó a Abhisit como solución de compromiso.

Hoy Thaksin está exiliado en Dubai, pero no ha renunciado a la lucha. Todo lo contrario. Es de prever que continuará financiando el movimiento opositor en tanto siga disponiendo de fondos. La mayoría de los observadores coinciden en señalar que, mientras el rey Bhumibol esté vivo, es improbable que la crisis se desborde, pues unas palabras suyas bastarían para detener los enfrentamientos, como ocurrió en los disturbios de 1992. Sin embargo, la avanzada edad del monarca (82 años), su delicado estado de salud, y un heredero que no goza de los favores del pueblo, hacen temer que el verdadero estallido de la violencia política no esté demasiado lejos.

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Añado, a modo de colofón y aclaración, los comentarios que me ha hecho mi gran amigo Gaspar Ruíz-Canela, corresponsal de la agencia EFE en Bangkok:

"La exención de impuestos en la venta de Shin Corporation (...) es algo confusa. El "Berlusconi de Asia" evitó el pago de los impuestos porque la venta se hizo en la Bolsa a través de un paraíso fiscal (página 4 del libro "Divided Over Thaksin"). El cambio de las leyes les permitió vender sus acciones pero no evadir los impuestos".

Gaspar también me informa de que "el sábado día 10 murieron 24 personas y más de 800 resultaron heridas", de modo que el comentario sobre las "manifestaciones pacíficas" ha quedado desfasado...